Es una conclusión que le oí decir a Héctor Alonso López, no por casualidad un político de la escuela decente de Acción Democrática y a propósito del desprestigio de una dirigencia prototipo del cuento Diente roto de don Pedro Emilio Coll, lo que no es nuevo. El adjetivo «invicto» se corresponde con el que nunca fue vencido, por lo que en política no es fácil. Invicto Jesucristo, cuya resurrección delante de sus discípulos demostró que era hijo de Dios. Invictos algunos deportistas.

Para el historiador Manuel Caballero fue la generación universitaria de 1928 la que reinventó la política, porque las anteriores estuvieron enmarcadas en un militarismo caudillismo titiritero. Los civiles estudiosos se cuentan con los dedos de la mano en cualquiera de los bandos, liberales o conservadores a lo largo del siglo XIX, cuyas ideas están recogidas en el Pensamiento político del siglo XIX publicado por el antiguo Congreso de la República y en la Biblioteca Biográfica de los Libros El Nacional. El siglo XX, sin duda, dejó una rica bibliografía de trabajos densos, en las áreas de la política nacional y la labor de sus historiadores es admirable, pero si revisamos los protagonistas políticos de estas primeras dos décadas del siglo XXI sólo justifican su descrédito y el de sus organizaciones, lo que nos remite al refrán «en el país de los ciegos el tuerto es rey»

De allí el sentido de la conclusión de Héctor Alonso López, conocida la no descalificada etiqueta de corruptos de unos cuantos dirigentes que ha sobrepasado épocas anteriores, con el agravante de que con la llegada de Chávez al poder, contrario a Juan Vicente Gómez, que se rodeó de las mentes más lúcidas, lo peor se ha impuesto, entonces ¿cómo pedirle peras al olmo? Chávez es el mejor ejemplo de no haber salido invicto.

El mismo Libertador no se fue invicto por su presidencia vitalicia y el peor daño a Venezuela ha sido ese reeleccionismo personalista de quienes se han creído salvadores de la patria. Rafael Caldera es el más patético negador de las aspiraciones de quienes él mismo formará. Ahora resulta que los derrotados de ayer insisten imponerse de nuevo –eso hay que impedirlo–.

De la dignidad del hombre habló el pensador italiano Pico de la Mirándola: «Se funda en la libertad que le otorga el excepcional privilegio de forjar el propio ser. La excelencia de esa condición, a su vez, permite esperar que los humanos aspiren a tejer entre todos la paz, más allá de sus diferencias».

Enhorabuena la expresión de Héctor Alonso López a propósito de la elección primaria, en la que se presentan una docena de aspirantes presidenciales. Oportunidad para sufragar por la mejor o el mejor y no por quien pueda estar no solo satisfaciendo su ego, sino admitiendo el chantaje del régimen por hechos de corrupciones que no pueden ocultar. Sería un ejercicio de ahorro productivo. Es hora de adecentar la política, si queremos reconstruir la democracia y sus instituciones.

De la dignidad sí se puede salir invicto, sostiene Héctor Alonso López recordando al apóstol José Martí, que dijera de Cecilio Acosta: «Cuando alzó el vuelo tenía las alas limpias».

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