“Y le puso por guardián a Argo, violento y grande, que miraba por aquí y por allá con sus cuatro ojos; la diosa Hera le había infundido fuerza incansable, el sueño no caía sobre sus párpados y mantenía sin cesar una guardia continua”

Hesíodo Egimio.

“La inteligencia se define fundamentalmente como nuestra capacidad para captar la verdad de las cosas”

Neil Postman

La siempre fértil mitología griega, cuna de Occidente orienta las líneas de esta entrega semanal, pues la mitología es una propiciadora de relatos semiológicos que propenden a enriquecer al lenguaje, haciendo de su empleo cotidiano una recurso inagotable de imágenes que coadyuvan para la construcción solida de una lengua para la libertad y la protección de los paradigmas mentales, así pues, conviene defender los predios de la lengua, con los relatos de Occidente, con los símbolos de nuestra esencia, para lograr blindarlos de las pretensiones totalitarias que buscan el control del individuo, en su forma física, mental y espiritual.

El relato de Argos Panoptes, el que todo lo ve, describe la necesidad del ser humano por estar alerta y vigilante en pos de evitar cualquier engaño, así el titán de los cien ojos, servidor de Hera, la consorte de Zeus, había sido obligado a vigilar a una ninfa que había sufrido la metamorfosis hacia una ternera blanca, por mantener un furtivo romance con el padre de los dioses; así el titán Argos, violento, torvo, hosco e incansable mantenía atada a un olivo a esta ternera, siguiendo instrucciones de la deidad celesta Hera, empero Zeus requería recuperar a esta pieza de ganado, para ello intentó que Hermes, su mensajero, se ocupase de robar el botín, pero los cien ojos de Argos no dormían al mismo tiempo y hacían imposible tal hazaña; por lo que el ingenioso y hábil Hermes decidió tocar su flauta y cantar historias al vigilante Argos Panoptes, logrando así que sus cien ojos se cerrasen y cayera presos de Hipnos, el dios del sueño.  Una vez dormido, Hermes le decapitó y robo la ternera para Zeus, es así como la colérica Hera solicitó la cabeza decapitada de Argos y le coloco cada ojo  en la cola a un pavorreal para hacerle un homenaje a su fiel servidor, los implacables ojos del centinela ahora servirían de inútil decoración, una semiología poderosa, pues la extrema vigilancia es baladí cuando la trampa, como la de Hermes, se emplea con maestría para engañar e inutilizar cualquier acción referida a la custodia de un bien preciado.

Esta historia simboliza el triunfo del engaño y de la trivialidad sobre la necesidad que se supone incansable por custodiar las más caras posesiones, así como Argos Panoptes perdió la cabeza, así mismo las sociedades pueden ser engañadas hasta entrar en un soporífero sueño de banalidades y trivialidades que supongan su extinción, la separación de la cabeza como rector del cuerpo biológico y social,  escindida de la razón, para luego perecer, diluirse y  entonces  mutar a cosas simbólicas, a iconos o tótem sin ningún sentido, vaciarse de esencia y de sustancia, quedar huecas, y por ende ser presa de cualquier forma de atropellos a la dignidad humana, bajo la trivialidad frívola se puede perder la cabeza, ser objeto del engaño y sujeto de la tiranización.

Es necesario recordar la obra de Neil Postman Divertirse hasta morir, el discurso en la era del show business, allí Postman propone lo que Huxley enseña, es que en la época de la tecnología avanzada es más fácil que la ruina espiritual provenga de un enemigo con una cara sonriente que de uno cuyo rostro exuda sospecha y odio. En la profecía de Huxley, el Hermano Mayor de Orwell no nos vigila por su propia voluntad; nosotros lo observamos a él por la nuestra. No hay necesidad de guardianes, ni de puertas, ni de ministerios de la verdad. Cuando una población se vuelve distraída por trivialidades, cuando la vida cultural se redefine como una perpetua ronda de entretenimientos, cuando la conversación pública seria se transforma en un habla infantil, es decir, cuando un pueblo se convierte en un auditorio y sus intereses públicos en un vodevil, entonces la nación se encuentra en peligro; y la muerte de la cultura es una posibilidad real.

Haciendo gozne de vinculación con la representación alegórica de Argos Panoptes, la vigilancia de los paradigmas sociales caen de hinojos frente a la trivialidad, la banalidad del mal y la ruindad, de quienes  bajo la distopía lúdica de Huxley, nos hacen presentarle toda nuestra vida al Hermano Mayor orwelliano, para que ausculte, observe y troque la verdad en mentira. Es esta la principal política pública del chavismo como modelo promovido por intereses crematísticos, hacer naufragar la verdad, la educación y la cultura, y mutarlas a cosas manipulables, así pues en ese camino de falseamiento, escindir a la palabra de la esencia propuesta por Spinoza, y de cosa viva, hacerla entidad yerta, inamovible, catatónica y vaciada para establecer una estética de la narrativa aviesa instrumentalizada para la tiranía.

La libertad esta racionalmente inscrita en las sociedades, como una suerte de vigilante de la cultura, sin embargo, los defensores de la libertad y la verdad fracasamos en cuanto no advertimos el inmensurable apetito por las distracciones experimentadas por los humanos. En 1984, la célebre distopía totalitaria de Orwell, agregaba Huxley que las sociedades son controladas infringiéndoles dolor, mientras que en Un mundo feliz, la distopía lúdica de Huxley, las sociedades son controladas infringiéndoles placer. En suma, Orwell temía que lo que odiamos terminara arruinándonos, en cambio Huxley temía que aquello que amamos llegara a ser lo que nos arruinara.

En definitiva, la neolengua, violenta y divertida a la vez, partidista y picara al mismo tiempo, hace surgir en las sociedades que no se defienden de esta política de Estado un sujeto que deja de tener identidad propia, y que al margen de su edad, es más un infante vulnerable e idiotizado, que solo disfruta cuando está entretenido, desprecia por tanto el trabajo y la responsabilidad pues siempre es víctima de otros y vive en masa siguiendo a los demás, así las individualidades se diluyen entre códigos artificiales impuestos por el poder, pero que desde el poder se les hace creer que los valores seleccionados obedecen a criterios volitivos de una individualidad expoliada y mutada en masa.

Así, las sociedades disfuncionales se sienten parte de algo que las ilusione, de un efluvio que ya no se encuentra ni en su interior ni en su círculo más íntimo o personal, sino en la ideología expoliada que solo obedece a espasmos pecuniarios, pletórica en trampas que nutren a la posverdad, construyen la neolengua y deponen la verdad como paradigma o amalgama social, el engaño de Hermes nos hace entrar en catatonia, cerrar los cien ojos de Panoptes y caer presas del engaño, dejamos de ser sociedad y pasamos a ser auditorio, publico consumidor de la vulgar posverdad, de la sustitución de la estéticamente bello, de la éticamente estético y de la mudanza de la cultura, su muerte e imposición de una nueva cultura con fines de dominación y de negación histórica, con la alevosa intención de aislarnos, de dominarnos y hasta de anularnos; esa anulación se logra al imponer una única verdad, una unicidad perversa del discurso, de la proxémica, de las cinestesias y de la haptica, así se impone una única vía para imponer la realidad,  decretándose la muerte de la cultura.

La muerte de la cultura tiene como síntomas iniciales, la pobreza material potabilizada y normalizada, mutada hacia la aceptación por la vía de un discurso que hace nimia la miseria, una narrativa que justifica que la ruina es aceptable y por ende deseable; luego el daño se hace más gravoso y se impone la pobreza de la lengua, el uso de un lenguaje pobre, tumultuario y cuartelero, que busca colonizar el pensamiento y hacer tolerable el control totalitario para lograr la perpetuidad en el poder, la pobreza del lenguaje inscribe a la pobreza material y estas dos son sub conjuntos de la pobreza del espíritu, para lograr que estas pobrezas actúen de manera imbricada el camino no es inmediato, se requiere de un lapso prolongado. Así lo explica un testigo de excepción en el caso del nazismo. Victor Klemperer en su análisis de Lingua Tertii Imperi (LTI):

“El nazismo se introducía más bien en la carne y en la sangre de las masas a través de palabras aisladas, de expresiones, de formas sintácticas, que imponía repitiéndolas millones de veces y que eran adoptadas de forma mecánica e inconsciente”

La lengua entonces se intoxica, las palabras actúan como dosis ínfimas del veneno de Locusta, que terminen aniquilando los diques de contención del pensamiento; cada vez que usamos un lenguaje tóxico tragamos la palabra intoxicada y se va esparciendo el daño hacia la cultura, hasta que la conseguimos matar, es la supresión del pluralismo, no solo el político, sino el de valores y virtudes ciudadanas, muy en contra de lo que defendía Isaiash Berlín, de creencias e ideas. De explicaciones, de preferencias y deseos es el arduo objetivo de la neolengua puesto en marcha por el poder totalitario, por ambición y complejidad, significa un proyecto de aislamiento de los cautivos con sociedades más abiertas, encontrando terreno fértil allí en donde las sociedades despreciaban la lengua y sobre todo aborrecían el imperio de un Estado de Derecho pleno.

Son abolidas las instituciones, se consolida el servilismo y se vive al epilogo de la sombra, la muerte de la cultura pasa por el empobrecimiento material, del lenguaje y del espíritu, así se consolida un estado perpetuo de disfrute dionisiaco de la vida, una suerte de hipnosis colectiva de trivialidades, banalidades y fatuidades que hacen precontractualmente pueril a la sociedad, escindida de lengua propia para calificar, para construir cadenas veraces de conocimiento que propendan al logro de la validación del pensamiento, replicando entonces al poeta Rafael Cadenas: “De una manera general se puede decir que el venezolano de hoy conoce muy poco su propia lengua, no tiene consciencia del instrumento que utiliza para expresarse, se advierte una pobreza alarmante. El número de palabras que usa es escaso, está lejos de un nivel aceptable y en los casos extremos apenas rebasa los límites del español básico, por lo general no lee ni redacta bien, ignora que su propia lengua debe estudiarse a lo largo de su vida, el lenguaje no ocupa ningún puesto en la gama de sus intereses”

Como corolario, las pobrezas materiales, de la lengua y del espíritu, llegan a liquidar a la cultura, imponer un hedonismo retorcido, que siente insana fruición por la pérdida del tiempo en distracciones triviales, vacías y que deconstruye el estado ruinoso de nuestro drama para imponer una normalidad absolutamente incompatible con los fines de la naturaleza humana, con los desiderátum de libertad y progreso. Lamentablemente fracasamos al no advertir que por la vía de la nimiedad, la laxitud y el extremo dionisiaco de los placeres se terminaría de imponer esta horrida realidad, estabilizada en un relato contradictorio por falso, de una suerte de estabilidad normalizadora que cada vez es más injusta y expoliadora de los intereses y derechos de justicia e igualdad, el chavismo al traicionar sus inexistentes ideales terminó por destruir a la cultura, y con ella el ideal de todo un país, amenazando además a toda la región al imponer sus formas de copamiento a otras latitudes, al aniquilar a la cultura, se termina destruyendo además al capital social que funciona como pegamento que mantiene unida a las sociedades, convirtiéndolas en disfuncionales, anárquicas y distópicas, discurrimos desde una distopía totalitaria, hacia una distopía lúdica. Argos Panoptes ya fue decapitado y  fuimos expoliados de Ío, quien aún huye atormentada por el tábano de la tiranía gansteril, en desordenada y dolorosa diáspora.

“Finalmente, Huxley intentaba decirnos que lo que afligía a la gente en un Mundo Feliz no era que estaban riendo en lugar en lugar de pensar, sino que no sabían de que se reían y por qué se reían y por qué habían dejado de pensar”

Neil Postman


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