“Me lo han quitado todo

Las plumas

La tinta

Porque ellos no quieren

Que yo escriba

Y me han hundido

En este castigo

Pero ni así ahogaran mi rebeldía”

Armando Valladares

De La Habana a Caracas busca reflejar el mismo dolor, la misma angustia y la común necesidad por encontrar la libertad y resarcir años de horror y frustración, sanar el daño generado por la mentira y la opresión. Nunca dos pueblos estuvieron atados por el mismo destino de liquidación de la libertad, por el látigo inclemente de la imposibilidad de lo cotidiano, por el deseo de escapar y volver en el mismo palmo del pensamiento y por la hipnosis colectiva de una población negada a pensar y absorta en una suerte de alegría vacía y sin sentido, quizás como respuesta biunívoca a la estética de la desesperanza.

Sesenta y dos años de socavamiento de la dignidad, más de seis décadas de tiranía con el agravante de la postura aviesa, de la estafa para ocultar inconfesables planes; esa es la realidad de la Cuba tiranizada, de La Habana que es más que mulatas, ron y pasarla bien, es la metamorfosis total de una isla en prisión, la determinación material y relativa de una tiranía que conculca las libertades de un pueblo vapuleado, fusilado, encarcelado y lanzado al mar, la ruina del cubano coexiste con su alegría, con su risa hueca y sin sentido que se hace cacofonía entre las olas que bañan a ese malecón que ostenta edificios ruinosos, historias detenidas, terrores, lágrimas y sudores, los miserables cubanos condenados a la nada, comparten una isla prisión con sus captores dueños de todo, verdaderos sultanes, los amos de Cuba, los dueños del destino, esos que roban los sueños de una población joven que no encuentra en la capacitación, ni en el trabajo una vía para progresar que no comporte la huida o el insilio.

El 11 de julio pasó de todo y no pasó nada, empero la tiranía advirtió que su poderoso aparato propagandístico no era capaz de acallar los reclamos de las vísceras vacías, el hombre nuevo se hastió, y al grito de “Patria y vida”, decidieron exponerlo todo y poner en evidencia la estafa del marxismo sexagenario en la isla prisión de los Castro, la cual se encuentra bajo las órdenes de su lugarteniente Díaz-Canel, formado y forjado en la estafa del marxismo y dispuesto a aplicar sin ningún pudor la represión con la cual se alecciona a quienes no aceptan las verdades oficiales. La Habana muestra la cicatriz de la inequidad, la desigualdad de esas tiendas “LMC” siglas con las cuales el socialismo favorece la aridez del lenguaje para colonizar paradigmas, las tiendas de libre moneda convertible, venden de todo, pero no para todos pues en ellas se paga con la odiada moneda del imperio, con el euro occidental y en sus cajas desde luego no se aceptan los insignificantes pesos cubanos, moneda con la cual la tiranía paga a sus funcionarios.

En la Cuba actual un policía cazador de rentas devenga un salario veinte veces superior al de un médico un guajiro traído a La Habana para darle forma a las sibaríticas construcciones que la tiranía corporativizada desarrolla en las cercanías de inmuebles derruidos por seis décadas de abandono, devenga un salario tres veces superior al de un arquitecto o ingeniero. Esa es la razón del ocio, de la pereza colectiva de un pueblo sumido en la miseria, no hay razones objetivas para trabajar, para producir, para ejercer, solo corresponde sobrevivir, subsistir, comiendo picadillo o moros con cristianos, si es que se encuentra arroz y frijoles negros, la angustia de llevar comida a la mesa, de encontrar un jabón para asearse, de contar con agua corriente o energía eléctrica diluye las aspiraciones de estos rehenes presos de anhelos, escindidos de destino, desde San Antonio hasta Maisí.

Hasta 1995 Cuba vivió los rigores del período especial, posteriormente la locuacidad y personalidad de Fidel Castro cautivaron al caudillo de Sabaneta, desde allí Venezuela se ha convertido en el suplidor de energía para la isla, la actual situación ruinosa de Petróleos de Venezuela (Pdvsa), defenestrada a la miniaturización tras veintitrés años de revolución chavista, han condenado también a la isla al agobio por carencias de combustible necesario para el transporte, así también la movilidad es una angustia compartida por todos los cubanos, un agobio más a las frustraciones diarias de la vida.

La vida de los cubanos es una lucha diaria, todo pasa por el cálculo del Estado, la escasez es la consecuencia de la planificación centralizada del socialismo, todo se raciona se mide y los mercados negros abundan, los cubanos están suspendidos en un limbo en el cual  se obliga a emplear el tiempo en acciones cotidianas que cada vez son más complejas, la existencia es agotadora, por ende la productividad laboral y profesional no propenden hacia el bienestar, el exiguo  sector privado ofrece ciertas alternativas para el miserable salario del sector público, el peso solo compra agua y ron, los emprendimientos callejeros son férreamente perseguidos por el régimen, todos los sectores de la economía están controlados por el partido, por el poder absoluto.

Las remesas son la tabla de salvación para esta sociedad menguante, para ese naufragio colectivo que produce el socialismo, el empleo del sistema de moneda de libre comercio parte a la sociedad entre los cubanos con familias y amistades en el exterior que envían remesas y los miserables que subsisten, en La Habana no hay moneda, el arroz es un marcador de la economía como el dólar, las tiendas en monedas extranjera expenden productos importados en moneda extranjera que no devengan los cubanos, ese proceso destruye los equilibrios sociales y hace inestable el funcionamiento del tramado social.

El ingenio, ese maestro chocante que surge de la adversidad, ha enseñado a los cubanos a hornear pan con harina de maíz, pues el trigo no se encuentra, las realidades cubanas son tomadas como bromas y como chistes, pues la adversidad marca ese rictus en la cara de quienes no pueden hacer nada frente a las penurias de la vida, se impone la distopía de Huxley un mundo feliz, quizás afectado por el más grande daño antropológico que haya padecido una sociedad alguna.

Cuba está desdibujada, derrumbada por el abandono y el asedio al poder. Cuba es un sentimiento informe de escapar y volver, de quienes se niegan a regresar para evitar ver con impotencia la destrucción de lo que se dejó atrás. Una porción de tierra rodeada por agua, esa es la definición de una isla, pero al ser Cuba una prisión podría definirse que esta isla es una inmensa prisión rodeada por agua, con quince provincias y una decimosexta conquistada a base de seducción ideológica ofrendada por Chávez hacia Fidel.

Con Cuba no solo compartimos los agobios, también vivimos la exportación de su aparato represivo y policial, ese que encarcela, secuestra, tortura, espía, expone y humilla, de la tiranía cubana se han copiado lemas del habla, para imponer comandos a la conducta, célebre por infame, era aquella consigna repetida en 1960, en La Habana y en toda la isla que rezaba: “Si Fidel es comunista, que me pongan en la lista”, la obediencia y culto a la personalidad son aún una constante en la isla de Cuba detenida en el tiempo, por negarse a usar esta expresión escrita en un cartel, un joven de 23 años Armando Valladares, fue a dar a la cárcel adonde el régimen lo iba a reeducar, cosa que no lograron, pero que en cambio le costó al después poeta quedar atado a una silla de ruedas, tras sufrir torturas físicas y privaciones de alimentos, en la cárcel Valladares aprendió a escribir y en el interior de esas cárceles, verdaderos infiernos del Dante, escribió Cavernas en el silencio.

Todos son sospechosos en La Habana, en Varadero, en Maisí, en toda Cuba, la sospecha pesa y condena, la sospecha limita y coarta anestesia y acostumbra, doblega y somete, los hombres nuevos, adoctrinados por el aparato educativo y propagandístico de la tiranía, también tienen la capacidad de preguntarse, de cuestionar. ¿Podría ser esta una falla en el modelo de la dictadura perfecta de los Castro? la respuesta es afirmativa y queda expuesta en las protestas del 11 de julio, los tránsitos transisoriales no suelen ser inmediatos, pero la fisura está allí, la inflexión es claramente visible y preocupa al tirano, siempre dispuesto a aplastar.

Caracas, la cuna de Bolívar, bautizada sucursal del cielo, es un calco de La Habana, una réplica, no tan afectada pues aquí van solo dos décadas de destrucción, pero este tiempo cuenta con un peculiar sentido de aceleración hacia el desastre, que le confieren a nuestro país unas condiciones inéditas en cuento a desmedro económico, social, político, antropológico y ético, una verdadera entelequia multifactorial, en Venezuela se nos suprimen todas las libertades, desde las económicas hasta las sociales.

El partido único socialista se mixtura con el Estado; partido y Estado se mimetizan en una argamasa que moldea una cosa informe, en la cual la única arista visible es el totalitarismo y el deseo de permanecer en el poder pese al horror.

La hegemonía que secuestró al poder en Venezuela no entiende los logos del lenguaje político, pues formada en La Habana ha recibido la cadencia y propensión al empleo de la fuerza, de la barbarie, de la impunidad, y ese término que le causa tanta aversión a los atolondrados políticos nacionales, de gansterilidad, la conducta de la hegemonía dominante en Venezuela es propia de actores políticos que solo comprenden la barbarie, al igual que sus émulos cubanos sufren de anestesia afectiva, de alteridad elemental y son incapaces de sentir compasión, solo les importa conservar el poder, por ende es absolutamente inviable entablar un diálogo, con quienes no comprenden y desprecian las formas del ejercicio democrático más elemental.

En Venezuela escasea el combustible, pero aun así enviamos cargamentos de combustibles desde nuestras desmanteladas refinerías hacia Cuba, la metrópolis que nos tiraniza, este no es un reproche a su atormentado pueblo, es una imputación directa a aquellos quienes por la vía del engaño en 1959, asaltaron el poder y ocultaron sus pretensiones marxistas, es más, Fidel fue derrotado en los intentos por asaltar a Venezuela por la vía armada, hasta que Hugo Chávez seducido por la personalidad carismática y tangente con la patología de la locura moral de Fidel Castro, decidió hacer de nuestro país una ofrenda a la tiranía habanera, así como fragmentar el territorio y hacer un teatro de operaciones para grupos irregulares entre los cuales se cuentan las FARC y el ELN.

El reproche es también hacia nosotros mismos como sociedad, hacia nuestra falta de pulso democrático, hacia nuestra indolencia, esa patológica propensión de hacerlo todo nimio, todo tolerable y potable y desestimar el talante totalitario y gansteril de esta hegemonía con la cual aún se pretende seguir dialogando, un grupo instalado en el poder que emplea las cadenas nacionales, para hacer proselitismo político a las primarias del partido único, para unas elecciones regionales y locales, que serán desde ya inútiles, pues a despecho de la promulgación de la Ley de Ciudades Comunales, el régimen prometió eliminar la figura de los protectorados, es decir eliminaran a esa odiosa figura que iba en contra de la elección popular, pero destruirán con una legislación abyecta la existencia de la descentralización.

La escasez también es una realidad en nuestra república, no tenemos tiendas de “monedas libremente convertibles”, a guisa de ello contamos con un proceso asimétrico de dolarización que imprime un rictus odioso de desigualdad a nuestras realidades sociales, en Venezuela el salario de la administración pública desapareció, el manejo y control de las nóminas pasó a la plataforma patria, de esta manera los descuentos realizados a las cajas de ahorro, fondos de pensiones y beneficios adicionales, quedaron suspendidos en el limbo.

La pobre administración privada que se distingue en tres escalas: empresas de larga trayectoria, emprendimientos cuya supervivencia cada vez es más compleja dadas las hostilidades de entorno y las empresas de asociados a las formas de capitalismo clientelar, quienes gozan de pingues beneficios en sus actividades económicas, pagan un salario a todas luces superior al simbolismo que deposita el régimen, pero desde luego acuden a la forma de bonificaciones para no incrementar los pasivos laborales, así que en nuestro país el salario se bonifica y ya casi no existen incentivos para trabajar, para emplearse, para ejercer las carreras que se decidieron estudiar.

El cálculo del exilio, la huida es una constante en la toma de decisiones y conducta de todos en el país, cuando los jóvenes logran finalizar sus carreras, la preocupación no subyace en el ejercicio de la misma, sino en el ajuste de los trámites para migrar, para huir, nuestro desplazamiento forzado superaría los 7 millones de connacionales, diariamente se estima que se escapan 900 venezolanos por una frontera en teoría cerrada, las vías son las trochas, los caminos improvisados y el riesgo a morir en el intento.

Las remesas también son una realidad común en La Habana y en Caracas, en Cuba y Venezuela quienes reciben una ayuda desde el exterior pueden sortear con cierto rango de éxito cualquier dificultad diaria de elemental resolución, es ya una jaculatoria entre los jóvenes repetir, “se ayuda más desde afuera que estando aquí”, quienes se van saben que no regresarán, la negativa de no comprobar la destrucción del país les impide regresar, quien migró en 2016 tiene una fotografía de un país en crisis, pero no la ratificación palmaria de la transformación total de Venezuela en un erial.

La Habana y Caracas tienen las mismas realidades, se enfrentan al mismo horror, al final Castro logró su cometido de hacerse con las riquezas de Venezuela, extraerlas, saquearlas y convertirlas en un pilar de su tiranía, claro trocando al sistema político nacional en un émulo de su grosera manera de gobernar.

La Habana es una contradicción entre ruinas e iniquidades, Cuba es una cosa incalificable, el agobio y la levedad ante la desgracia, la indolencia que solo se explica por la vía del daño antropológico. Venezuela es la misma cosa, la otra cara, con el agravante de una crisis humanitaria que hace que los organismos multilaterales, sencillamente queden sin palabras.

Era necesario exhibir estas realidades, manifestar que para el cubano de a pie, las fallas energéticas de su país se deben a lo que ocurre en Venezuela, la cual ha perdido toda su soberanía a pesar del discurso vacío, sin sentido y propagandista de los que secuestraron al Estado, somos la décimo sexta provincia cubana, su proveedora de energía, le hemos cedido 112.000 kilómetros cuadrados de territorio a rusos y chinos, para que extraigan oro, el cual se emplea como medio de supervivencia extractivo de una hegemonía anquilosada en el poder.

Sin destinos la Habana y Caracas, pierden pulso vital ambas sociedades, están afectadas por años de la misma dominación, la de Castro, pues el chavismo huérfano de sustento ideológico se decantó por el marxismo de Fidel Castro, por el socialismo primitivo y antidemocrático, las consecuencias son el mismo horror, la brutal represión y la barbarie.

Como corolario, preocupa que la llamada oposición, no acabe de entender que no es opuesta a nada, que el chavismo no es contrario a ellos, sencillamente son una hegemonía violenta, irrespetuosa de los acuerdos y compromisos, un grupo que se instaló en el poder para articular locus propios de la gansterilidad, frente a los cuales los medios de la política elemental no tienen cabida, el chavismo después de Chávez, involucionó de una autocracia hacia un modelo totalitario y con propensiones violentas y delictivas, es imposible entonces plantear cualquier acuerdo, pues los mismos requieren honorabilidad y confiabilidad, cualidades ausentes entre quienes establecen el terror como mecanismo para el ejercicio político.

Finalmente, La Habana y Caracas sueñan con la libertad, con la vuelta a la patria, con el reconocimiento de sus espacios comunes trocados por una realidad indecible, que a diario los obliga al exilio o al insilio, volver y reconocer, volver y reconocerse, tal vez como diría el poeta Benedetti, volver y no lograr reconocer la lluvia con el llanto, pero al fin y al cabo volver a ser libres, dignos y decentes.

¿Libre?

Tú dices que eres libre, “Yo no sé si lo crees

Pero al menos lo dices”. Libertad no es espacio

Para dar unos pasos. Ni siquiera la cama

Para acostarse dos. Libertad no es un pan

A veces en la mesa. O un poco de cerveza

Libertad es hacer esto: Escribir lo que piensas

Gritar lo que aborreces. Aunque pagues con años

De tortura las letras. Aunque mueras en esta soledad”

Armando Valladares

 

 

 

 

 


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