“La distancia es como el tiempo, apaga el fuego pequeño, pero enciende el fuego grande.” Doménico Modugno.

Varios de mis hijos, sobrinos, cuñada, amigos más dilectos, estamos separados por el espacio que se hizo con la marcha obligada hacia los confines mas variados. Uno de mis hermanos murió por allá en Chile, y no pude acompañarle en su malestar ni despedirlo para el viaje final. La diáspora frecuentemente nos hiere sin proponérselo.

Argentina, España, Norteamérica, Bolivia, Chile como ya dije, son hoy sus escenarios de vida y, también de lejanía. Me descubro a menudo pensándolos, y confieso que soy pasto de distintas emociones, que tienen en común la ausencia que turba y la resignación que se me propone y que no acepto. Hay cosas que nos muestran cuanta impotentes podemos ser ante el destino.

Con motivo de la navidad resurgen esas sombras que advertimos a nuestro alrededor. Nunca se fueron en realidad, asidos como estamos por los hilos del amor y del recuerdo, pero, nos falta ese contacto físico, el abrazo y el beso, el apretón de manos, la palmada, la mirada profunda que busca el alma, al fondo de los ojos.

Por fortuna hube de viajar a costa de muchos sacrificios para compartir con una de mis hijas que vive en Madrid con su compañero. Son médicos y hacen posgrado por estos lares, son jóvenes venezolanos brillantes que se fueron para rápidamente insertarse y progresar, pero, hay nostalgia y dolor de desarraigo. Hacen la hallaca, el pan de jamón, el pernil incluso, pero, ni el turrón los endulza completamente.

Siguen los otros afectos lejos; pero palpitando dentro de mí. Quisiera verlos, me pongo viejo y no han todavía traído a los nietos, andan primeramente sembrándose para contar con la seguridad necesaria para acometer la empresa familiar, pero, no sé si desee yo más conocer a los que vienen que conformarme con mis vástagos.

Como dice el poeta Cadenas, Venezuela hoy queda en todas partes y constituye una dispersión numerosa que es vista a menudo con recelo por los obligados anfitriones; especialmente en Latinoamérica, aun y cuando siempre fuimos abiertos, hospitalarios y tolerantes con los venidos en el paso de los tiempos, pero, se confunden en el desprecio no tanto por xenofobia sino por aporofobia y así acontece en Colombia, Perú, Ecuador, Chile.

La estampida coterránea suma ya seis millones y no ha concluido. Se fueron buena parte de nuestros talentos profesionales y legiones de técnicos, obreros especializados y por supuesto en la ola, surfearon los antisociales y los mas pobres. Estos últimos de los criollos peregrinos, son los que han originado reacciones adversas por doquier, aunque en claro contraste se ha notado y comentado en esos países, la calidad y bonhomía de médicos, odontólogos, ingenieros de distintas orientaciones y que han lucido iguales o mejores que los del patio.

Hoy termina el año y empieza el otro. Se va cumpliendo el ciclo al que se refiere Hannah Arendt; nacemos, encaramos nuestro tiempo, marcamos una pauta, actuamos en nuestro espacio público, somos libres haciéndolo y perdemos o nos desfiguramos en el ejercicio existencial. Vendrá como vino antes otra generación a tomar el testigo del relevo que constituye el plan de la humanidad. La libertad trae aparejada la responsabilidad sin embargo y eso no puede ni debe ser olvidado.

Somos responsables históricamente; recibimos y legamos y no siempre hubo la opción de hacerlo, a beneficio de inventario. En nuestro caso; a los venezolanos, de dentro y de fuera, a los jóvenes mas que a los viejos, pero a todos en definitiva, en mayor o menor medida, fraguar una liberación y vencer al demonio que nos posee, privándonos de lo más preciado, nuestra dignidad como personas humanas es lo que queda pendiente.

Para los cristianos, la resurrección es la vida a pesar de la muerte. Para los compatriotas que somos, se trata de exorcizar al cuerpo político, al cuerpo civil, para que vuelva a ser como otrora, soberano y estimable, libre y orgulloso por su linaje y nacionalidad. Ese objetivo, debe ser nuestra razón para vivir y volver y recomenzar y cambiar el mundo.

¡Feliz 2022 venezolanos de todo el mundo! Quiera Dios que llevemos a cabo nuestra épica y como diría ese poeta que no por no estar presente, está ausente de mi corazón, Elías López La Torre, justifiquemos nuestro paso por los tiempos de la tierra y reclamemos el gentilicio de los hombres libres que nos ofreció Simón Bolívar.

@nchittylaroche


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