El Salvador sigue siendo uno de los países en tendencia en América Latina debido a su controvertido mandatario Nayib Bukele, quien es cada vez más amado dentro y fuera de su país. Probablemente sea el mandatario más popular en la región. En su país, más del 90% de la población aprueba su gestión, un porcentaje tan alto como la desaprobación de Dina si hacemos la comparación con Perú.

Ante esta creciente popularidad, Bukele ha decidido emprender el camino de la reelección para permanecer en el poder durante cinco años más. Sin embargo, esta figura no es constitucionalmente válida en el país centroamericano, a pesar de su deseo.

En una conversación con otro columnista de El Reporte, Pancho de Piérola, me compartió una frase que podría describir bien el futuro de Nayib Bukele: «O mueres como un héroe o vives lo suficiente para convertirte en un villano», haciendo referencia a Harvey Dent en la película «El Caballero de la Noche» de 2008.

Otro político con el que se podría asociar esta frase es nuestro exmandatario Alberto Fujimori, con quien encuentro continuas similitudes con el actual presidente salvadoreño. Hace algunos meses, realicé una comparación entre ambos y su enfoque sobre la legitimidad y legalidad, pero parece que con el tiempo se asemejan cada vez más.

Al igual que Fujimori en los años 90, Bukele está intentando postularse para un nuevo mandato a pesar de que la Constitución lo prohíbe. Varios artículos establecen claramente la imposibilidad de dos mandatos consecutivos e incluso se contempla la pérdida de ciudadanía para aquellos que intenten la reelección.

Sin embargo, Bukele tiene un as bajo la manga: un fallo de la Sala de Constitucional de la Corte Suprema salvadoreña de 2021 que analiza el artículo 152 de su ley fundamental. Este fallo establece que el pueblo debería tener la opción de presentar al presidente como candidato en las elecciones presidenciales.

Esta jugada es similar a la realizada por Fujimori en 1996 con la conocida «Interpretación Auténtica», que le permitió postularse a una segunda reelección, la cual, como sabemos, también ganó. Esto dejó en muchos peruanos la percepción de la ambición y el amor por el poder que tenía el expresidente.

Como sabemos, fue en esa tercera gestión que se destaparon los «Vladivideos» que afectaron la imagen del presidente que venció al terrorismo y la hiperinflación dejada por los gobiernos anteriores. Fujimori vivió lo suficiente para convertirse en un villano. Y podría ser lo mismo ahora para Bukele.

Muchos constitucionalistas se oponen a su candidatura, argumentando que su reelección va en contra del marco constitucional. Sostienen que simplemente está aprovechando una laguna legal para violar la Constitución que debería defender. Incluso ya se le comienza a llamar el nuevo dictador americano, o al menos, aquel que intenta serlo. ¿Y a quién también tildaron de dictador en su momento? A Alberto Fujimori.

Claro, bajo muchos aspectos su población no lo consideraría un dictador, al igual que muchos no consideramos a Fujimori como tal. Ambos mejoraron el panorama del país, la seguridad y el proyecto de vida de su población, quienes vivían tiempos infernales en ambos casos.

No obstante, suponiendo de buena fe que las intenciones de Nayib sean honorables, perpetuarse en el poder aprovechando un vacío legal podría desencadenar su transformación de héroe a villano. Si bien sabíamos, estemos o no de acuerdo, que no le importan los derechos humanos ni los organismos internacionales, hasta ahora se había mantenido fiel a su Constitución. Y la historia nos dice muy bien que cuando un gobernante comienza a evadir su carta magna, siempre encuentra justificaciones para hacerlo nuevamente.

Artículo publicado en el diario El Reporte de Perú


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