Cuando Raquel Markus-Finkler me llamó para que la acompañara en esta aventura, confieso haber dudado por un instante. Le pedí que me mandara su poemario, lo leí y releí… y acepté prologar su poemario. Sí, es un poemario pleno de dolor y sensibilidad que revelan su origen y asume con firmeza lo ocurrido. Nos describe con lenguaje poético lo vivido, pero sobre todo lo sufrido por el pueblo judío de donde ella misma proviene.

Pero Raquel ha escrito un libro de poemas sobre el duelo, no lo puede ocultar, tales poemas no pueden negarse a sí mismos. Parafraseando al Poeta Mayor, Rafael Cadenas:

“Que cada palabra lleve lo que dice. Que sea como el temblor que la sostiene. Que se mantenga como un latido. No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa ni añadir brillos a lo que es”.

Es un ejercicio de memoria y todos debemos saber que también tenemos derecho a ser recordados. Eso nos ofrece esta obra: una mirada al pasado para que no quede duda sobre la necesidad y la certeza de admitir que el holocausto existió.

Todo el proceso de este libro fue anterior al 7 de octubre de este año. De modo que no puedo obviar los acontecimientos desatados ese día. ¿Cómo pueden permanecer en silencio cuando mujeres y niñas son violadas, torturadas, sus cadáveres son desfilados desnudos mientras les escupen?

Todos los días, incluido hoy, algunas feministas occidentales hipócritas deben estar avergonzadas de su silencio respecto al horror que Hamás infligió a mujeres y niñas el 7 de octubre. Gracias a todos los que en el mundo se atreven sin miedo a levantar la voz y exigir justicia y coherencia moral.

No se puede estar tan cerca del dolor y seguir viviendo con normalidad. El sufrimiento es una miseria y exaltarlo una perversión más. Sufrir es malo en sí mismo y punto.

No se puede negar el Holocausto, tampoco tergiversar los hechos por conveniencia política ni de ninguna otra naturaleza.

En el año 597, Nabucodonosor –Rey de Babilonia– ocupó Jerusalén, en el reino de Judá. Destruyó el templo de Salomón y llevó a miles de judíos como esclavos, a su reino.

Giuseppe Verdi se inspiró en este pasaje bíblico para componer su ópera Nabucco, que incluye el coro «Va pensiero», lamento de los esclavos judíos en Babilonia y, con el paso de los siglos, himno sentimental de Italia. Esta es la letra:

«Ve, pensamiento, con alas doradas; ¡ve, pósate en laderas y colinas donde huele la suave fragancia, la dulce brisa de la tierra natal! Las orillas del Jordán saludan, de Sion las torres destruidas. ¡Oh, patria mía, tan bella y perdida! ¡Oh, recuerdo tan querido y desdichado!”.

Llegado Jesús de Nazareth  a la edad de 33 años, sus seguidores que son muchos lo llaman «Rabi». ¿Qué predica ese rabino? Indignación por las desviaciones de la ortodoxia judía que practican «los mercaderes del Templo», y su expulsión del sagrado recinto.

Como alguien ha decidido darle nacionalidad palestina a Jesús, nada impide que por un ejercicio de imaginación lo hagamos un venezolano en procura de expulsar y castigar no solo a los mercaderes del Templo, que los habrá, sino a todos aquellos que en los últimos 24 años han saqueado a un país hasta dejarlo en la inopia.

Por ser contestatario Jesús fue condenado a morir en la cruz. No lo crucificó «el Imperio español» como vociferó alguien recientemente, porque ese Imperio nació 1492 años después con el descubrimiento de América.

Las Horas Negras tiene espíritu, propósito y razón. Como las leyes, pues. Principalmente dejar constancia con magnífico lenguaje poético de que unos hechos ocurrieron, se llama Holocausto, y que no debemos olvidarlos para que no se repitan.

Sin memoria la sociedad es un monstruo moldeable por fantasías criminales. Mientras la justicia no logre ser una forma de la memoria, la memoria es en sí misma una forma de la justicia. La memoria es esa casa amoblada con todas sus cosas, donde al llegar, el recuerdo nos da la bienvenida.

Raquel es venezolana, poeta, escritora, periodista y judía. Por eso me referiré ahora al día en que Venezuela salvó a los judíos de la persecución nazi.

Una madrugada de febrero de 1939 Puerto Cabello entero, con los faros de sus automóviles encendidos, guiaron al barco de judíos perseguidos por Hitler para poder atracar y salvar sus vidas. Venezuela siempre recibió a los migrantes con los brazos abiertos. Uno de los casos más emblemáticos y con un alto costo político y militar para Venezuela se dio en 1938, durante el gobierno del general Eleazar López Contreras (1935 y 1941), cuando dos barcos de bandera alemana, el Caribia y el Koenigstein, partieron del puerto de Hamburgo con intenciones de atracar en Trinidad y Barbados, con 251 judíos entre ambos barcos, todos llenos de esperanza de encontrar refugio en América, pero ninguno de estos barcos pudo atracar en sus destinos porque, antes de hacerlo, sus permisos fueron revocados, pues ningún país quería problemas con el poderoso Hitler.

Otras naciones simplemente eran cómplices y les importaba poco que los pasajeros a bordo fueran devueltos para encerrarlos en campos de exterminio o simplemente fueran arrojados al mar, como era la bárbara intención de Hitler. Por lo que algunos intentos de atracar en varios países fueron irremediablemente negados.

Fueron rechazados en la Guayana Inglesa, Trinidad y Tobago, Barbados, República Dominicana, Brasil y Curazao. Nadie quería a los judíos. Pero Venezuela fue diferente, ya desde 1831, recién nacida la República, el presidente José Antonio Páez promueve el primer decreto de inmigración que facilitó la entrada de emigrantes europeos. Entonces a inicios de 1939, el Caribia arriba a costas venezolanas por La Guaira, puerto que le sirve a la ciudad de Caracas, y como la autorización de atraque y desembarco no había llegado se dirige a Puerto Cabello, estado Carabobo, y luego a la cercana isla de Aruba.

Los pobladores que esperaban, enterados de las noticias, sorprendidos, vieron partir al buque. Pero navegando hacia Aruba, el capitán recibe la autorización del gobierno venezolano y regresa a las costas nacionales. Fueron muchas las gestiones por salvar a esos viajeros. La comunidad judía en primer lugar, también otras personalidades y organizaciones. Pero una en especial tuvo un efecto definitivo: los ruegos de la primera dama de Venezuela, María Teresa Núñez Tovar de López Contreras, quien asombrada por la insensibilidad de tantas naciones que negaron sus territorios a tantas familias en desgracia, convenció a su esposo, el presidente de Venezuela, para que recibiera a los hijos de Abraham.

Fue la madrugada del 3 de febrero de 1939 que aquella gente, que venía escapando del odio y la repulsión, presencia un hecho conmovedor: Puerto Cabello salió de sus casas hacia el puerto y, con los faros de sus automóviles encendidos, guiaron al barco que pudo atracar.

Aquellos seres humanos, cansados, desesperanzados y tristes por tanto desprecio, se vieron recibidos por una muchedumbre en medio de aplausos y frutas. Las luces de camiones de pobladores y de las casas alumbraron su paso. Todos los atribulados judíos fueron recibidos en las casas de los pobladores venezolanos.

24 días después, el 27 de febrero de 1939, más de 150 judíos a bordo del Koenigstein llegaron a La Guaira, tras ser aceptados, y se establecen en la Hacienda Mampote, donde fueron recibidos con todos los honores. A los pocos días la primera dama envía un cargamento de víveres, alimentos y enseres. Ambos buques fueron recibidos, sus pasajeros acogidos con el cariño, la espontaneidad y la natural solidaridad que en Venezuela siempre ha sido característico. A todos se les otorgó la ciudadanía venezolana y la estadía indefinida. Todo esto, sin importar la amenaza de la mayor potencia militar del momento: la Alemania de Hitler.

Pronto salió en la prensa la lista de nombres de los judíos llegados al país con sus correspondientes profesiones y oficios. Rápidamente encontraron trabajos dignos y comenzaron a prosperar.

Concluyo dedicando a Raquel un poema que escribí hace algún tiempo, la pertinencia estriba en la intención de aclarar un poco Las Horas Negras:

17 de noviembre

Un enigma esperaba, la sensación de un viaje con destino imprevisible me inquietaba.

Hoy los dóciles recuerdos, amables compañeros, se me juntan y distancian.

Conmigo la certeza del hondo pensamiento, de lo efímero y posible en el pecho que me libera y me reafirma.

No te sientas con un ala de menos, que el cielo no está gris ni rápido.

Arriba el campo abierto, vuela sin mirar atrás y sueña hacia adelante.

¡Mariposa, ya no te imponga miedo alguno su lámina encendida, ni dejes que tu aliento escape fugitivo!

Alégrate, en tu cielo vuelan aves con tus sueños, y siempre habrá alguien contemplando, queriendo alcanzar sus alas. Tú eres su dueña.

Y si la tarde ardiera en sus filos, mi pensamiento de caminante incierto vagará con sus pisadas tu sendero invisible.

Y cuando la noche cierre ya sus párpados, quizá volvamos a volar mañana.

¡Aplausos para Raquel! Si bien ella arrastra consigo el dolor de muchas horas negras, puede volar en las alas de la poesía, y también sabe sonreír cuando los amigos celebran un nuevo amanecer.

¡Ha conquistado mi aprecio!


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