Me di cuenta hace poco que tuve durante mi vida tres únicos contactos con Irán.

El primero fue cuando cursé quinto grado de primaria en el Colegio San Ignacio de Caracas. El segundo contacto  fue en noviembre de 1979 cuando comenzó la crisis de los rehenes norteamericanos secuestrados en la Embajada de Estados Unidos  en Teherán. El tercer contacto fue cuando comenzó el acercamiento de la República Bolivariana de Venezuela con el Estado Islámico de Irán creado tras el derrocamiento del Shah Mohammad Reza Pahlavi.

Irán es hoy una nación cuyos orígenes son muy antiguos y su identidad cultural es bastante singular. Simplificando a niveles franca y groseramente simplistas, asomaría que  Irán es inicialmente el resultado de la fusión de los medos y de los persas; fusión donde al final predominó la influencia persa la cual recibió posteriormente influencia helenística para, por último, asimilar al Islam.

De nuevo, esta simplificación es brutalmente grosera porque hay de por medio miles de años de historia antigua que considerar, una enorme actividad de imperios que nacían, crecían y se extinguían, poderosas regiones como Asiria, Mesopotamia, Babilonia, Capadocia, Armenia y otras menos extensas pero para nada no menos importantes, tribus, pueblos y ciudades antiquísimas, invasiones y culturas, religiones e idiomas por montones. Solamente acudo a esta simplificación porque el objetivo es asomar unos inicios del país que hoy es Irán que, en breve, no es lo que es hoy por motivos recientes.

La primera vez que tuve conocimiento de los persas fue en la materia de historia universal que se estudiaba –creo- en quinto grado de primaria (se referían entonces al imperio medo-persa). En realidad, el programa no pretendía que aprendiéramos sobre Persia. Se la mencionaba –cuando se estudiaba a Grecia- porque los persas tuvieron relación con los episodios de las guerras médicas entre Persia y Grecia (especialmente contra las ciudades-estado de Atenas y Esparta) y posterior y muy someramente se les mencionaba por las campañas militares de conquistas de Alejandro Magno cuando se referían a Macedonia.

Los enredos entre medo-persas, persas y medos, y lo curioso de que estudiáramos las guerras “médicas” (contra los medos ya subsumidos por los persas) y no las guerras “pérsicas” (griegos contra persas) se dilucida si reducimos una historia muy larga a ocho puntos de inflexión: (1) el establecimiento de los persas, (2) el establecimiento de los medos, (3) la conquista del Imperio Asirio por los medos, (4) la conquista y absorción del Imperio Medo por el Imperio Persa, (5) la expansión del Imperio Persa a partir del reinado de Ciro El Grande, (6) las guerras médicas contra los griegos que frenaron la expansión de los persas, (7) la conquista del Imperio Persa por Alejandro Magno de Macedonia que trajo consigo  elementos de la cultura helenística y (8) la conquista de Persia por parte de los árabes musulmanes.

En el territorio del actual Irán coexistieron inicialmente dos naciones o grupos étnicos bien diferenciados –un tanto distantes el uno del otro con Mesopotamia, Babilonia y el Imperio Asirio también presentes- que finalmente se encontraron frente a frente.

Los persas llegaron primero desde tiempos antiguos –no sé de dónde y si de alguna parte, por cierto- y se establecieron en la región de Persia (lo que actualmente es la región central y oriental de Irán).

Los persas no llegaron vacíos culturalmente: hablaban su propia lengua  y tuvieron símbolos de escritura desde muy antiguo: me refiero al idioma persa antiguo que pertenece al grupo de lenguas indo-iraní cuya evolución es hoy el persa o farsi y que se habla en Irán, Afganistán y Tayikistán.

Los medos, por su parte, fueron una antigua nación indoeuropea que habitaba en la región de Media que estuvo ubicada inicialmente al oeste del Imperio Asirio más cerca del Medio Oriente. El pueblo o nación Medo floreció en los siglos VII y VI a. de C., y su capital era Ecbatana (que es hoy Hamadán). De reino pasaron a ser un imperio cuando los medos comandados por el rey Ciaxares -y aliados con los babilonios bajo las órdenes del rey Nabopolasar- conquistaron a los asirios. Esto ocurrió con la conquista de la ciudad de Nínive en el año 612 a. de C. Pasados los años, los medos conquistaron y se anexaron lo que quedaba del antiguo y ya fraccionado Imperio Asirio (que estuvo ubicado en lo que es hoy el norte de Irak y algunas regiones de Siria y Turquía) y establecieron un imperio propio.

El Imperio Medo fue luego fue conquistado por los persas bajo el reinado de Ciro el Grande en el siglo VI a. de C. Después de esta conquista, los persas y los medos se fusionaron y formaron el Imperio Persa Aqueménide y comenzó la expansión del Imperio Persa Aqueménide lo cual nos conduce a las Guerras Médicas contra Grecia y luego a las expediciones comandadas por Alejandro Magno para terminar en la llegada y conquista por parte de los árabes musulmanes.

Ciro el Grande, fundador del Imperio Persa Aqueménide, falleció en el año 530 a. de C., y sus sucesores asumieron el liderazgo del imperio y continuaron su expansión.

Cambises II (530-522 a. de C.), hijo de Ciro el Grande, heredó el imperio persa tras la muerte de su padre y llegó a conquistar Egipto en el año 525 a. de C.

A Cambises II le sucedió Darío I (522-486 a. de C.) -también conocido como Darío el Grande-  quien derrocó a Cambises II, se convirtió en el gobernante del Imperio Persa y extendió las fronteras de su imperio desde Egipto hasta los valles del río Indo (que nace en los Himalaya y desemboca en el Océano Índico); valles que eran las zonas más fértiles de lo que son hoy India y Pakistán. Darío I fue quien lideró en persona la Primera Guerra Médica entre los años 492 y 490 a. de C. La guerra comenzó cuando, después de la sublevación de las ciudades de origen griego de Jonia (ubicadas en la costa occidental de Asia Menor y bajo el dominio persa en aquel entonces), Darío I intento expandir su imperio hacia Grecia atacando a las ciudades-estado de Atenas y Eretria y que terminó después de la famosa batalla de Maratón en el año 490 a. de C.

Jerjes I (486-465 a. de C.) sucedió a su padre Darío I después de su muerte. Fue Jerjes I quien -también dirigió personalmente la invasión como su padre- e inició la Segunda Guerra Médica contra los griegos que ocurrió entre los años 480 y 479 a. de C., incluido el comando de la famosa batalla del Paso de las Termópilas donde se encuentra el monumento a los espartanos que defendieron el paso durante dicha batalla.

En el Paso de las Termópilas se encuentra el monumento conmemorativo a los 300 hoplitas espartanos (y a otros cerca de 6.700 combatientes de Tebas, Tespias, Platea, Tegea y Mantinea y de otras ciudades-estado de Grecia que también perecieron allí, por cierto) con su epitafio que aprendí de memoria: “Oh, viajero que pasas, dile a Esparta que aquí yacemos por obedecer sus órdenes” aunque entiendo que existe otra versión que dice: «Oh extranjero, ve y dile a los lacedemonios [espartanos] que aquí yacemos, obedeciendo sus órdenes».

La Segunda Guerra Médica terminó con la derrota de Jerjes I y de los persas en la batalla terrestre de Platea y luego en la batalla naval de Micala.

A Jerjes I le sucedió Artajerjes I (465-424 a.C.) y le siguieron otros sucesores (Artajerjes II, Artajerjes III, Darío II y otros durante casi un siglo) hasta que el Imperio Persa, entonces gobernado por Darío III, fue conquistado por Alejandro Magno y los macedonios en el año 331 a. de C. luego de la victoria de Alejandro Magno en la batalla de Arbela y la muerte de Darío III a manos de sus generales.

No hay que olvidar, como mencioné antes, que la historia de Irán se remonta aún antes de los antiguos imperios persas que dominaron la región en diferentes períodos.

El Imperio Persa Aqueménide, bajo el reinado de Ciro el Grande en el siglo VI a. de C., estableció las bases de lo que se considera el primer estado iraní unificado. Este imperio se caracterizó por su administración eficiente, su tolerancia religiosa que permitía la práctica de diferentes religiones y cultos (a diferencia de lo que comúnmente ocurría con los territorios conquistados) y su extenso territorio: desde Egipto hasta la India y luego hasta Asia Menor.

Quisiera detenerme un instante en la tolerancia religiosa  y comentar que la religión más extendida en Persia -y quizás una de las más antiguas del mundo- fue el zoroastrismo; religión fundada por Zoroastro (o también conocido con el nombre de Zaratustra) que predicaba la existencia de un único dios supremo llamado Ahura Mazda, quien representa el bien, la verdad,  la sabiduría, las virtudes y que se encuentra en constante conflicto con las fuerzas del mal personificadas por Angra Mainyu o Ahriman. Las enseñanzas de Zoroastro están recogidas en unos textos sagrados para el zoroastrismo y comprenden la noción de que los humanos tenemos la alternativa de elegir entre el bien y el mal y se espera de nosotros que escojamos el sendero del bien, de la justicia, de la vida honesta y que asumamos nuestras responsabilidades personales. La particularidad del zoroastrismo es que no procede de las religiones abrahámicas pero, curiosamente, quizás influyó mucho en ellas. Atención: la sociedad persa del Imperio Persa Aqueménide no se parece al Irán actual en materia de tolerancia muy probablemente por la influencia musulmana.

Seguimos. La campaña militar de Alejandro Magno duró seis años y la victoria de Alejandro Magno señaló el final del Imperio Aqueménide y dio paso a un breve período helenístico en Irán. Los macedonios impusieron su cultura helenística a su paso hacia India. Sin embargo, mucho del legado persa del Imperio Aqueménide resurgió con la dinastía parta (entre los años 247 a. de C. y 224 d. de C.), que gobernó la región desde el siglo III a. de C. hasta el siglo III d. de C.  La cultura persa se consolidó aún más -y hasta su máximo esplendor en su historia- durante el Imperio Sasánida (entre los años 224 d. de C. y 651 d. de C.), que dominó desde el siglo III a. de C. hasta el siglo VII d. de C. el territorio más extenso que tuvo cualquiera de los otros imperios persas, para luego ser conquistado por los árabes musulmanes.

El Islam llegó a Irán en el siglo VII d. de C. con la conquista árabe y gradualmente se convirtió en la religión más importante y extendida.

Y aquí terminó para mí el primer contacto. Fundamentalmente, lo poco que conocía de Irán provino de libros y de algunas lecturas que conocí por azar.

Como podrán observar, hay un vacío –un período que desconozco- entre el siglo VII d. de C. y el siglo XX. ¿Qué pasó significativamente con los persas durante ese período de dominio religioso y político musulmán? Es una cuestión que investigaré más profundamente para el próximo artículo porque fuentes consultadas tratan ese período de trece siglos en apenas diez líneas.

Al primer contacto personal le siguió –con décadas de por medio- el segundo contacto y me remonto a 1979. Y tal evento me interesó principalmente porque Andrés Aguilar Mawdslay fue convocado por o con la anuencia de las nuevas autoridades iraníes –luego del derrocamiento del Shah Mohammad Reza Pahlavi- para que sirviera de testigo –junto con otras dos personalidades- de las violaciones de los derechos humanos cometidas bajo el régimen del Shah Mohammad Reza Pahlavi.

Irán era para muchos venezolanos –y quizás sigue siéndolo- un país totalmente desconocido; sin relaciones significativas con Venezuela y desconectado de nuestro entorno cultural salvo por algunas menciones relacionadas con la OPEP y alguna que otra noticia sobre festejos de la extinta corte del Shah Mohammad Reza Pahlavi que, en mi caso particular, no me interesaban particularmente. No siento conexión con Irán aunque sí me duelen sus actos actuales de mantener la subordinación forzada de sus ciudadanos a sus normas y a sus interpretaciones de su sharia –que no son universalmente aceptadas en todo el Islam- y sus terribles sanciones a sus ciudadanos por violaciones de su sharia.

Deseo señalar que -al principio, al menos- el Corán concedía un estatus de tolerancia a los “Hombres del Libro” («Ahl al-Kitab») que son principalmente los judíos y los cristianos por ser seguidores de las religiones abrahámicas. El zoroastrismo no es una religión abrahámica pero en Irán se le otorga a los zoroastristas un estatus similar; no creo que por vía de la fe islámica pero sí por disposiciones legales quizás en aparente consideración a la antigüedad de esta religión. No me extrañaría que el zoroastrismo haya sido –de algún modo, aunque fuere pequeño– una fuente de inspiración para otras religiones

Es bien conocido que cerca de 90% de la población de Irán pertenece, actualmente, a la rama del Islam chiita, mientras que solo un porcentaje cercano al 10% de la población se inclina por el Islam suní. Tal vez eso explique el sistema político actual de Irán, con una combinación de elementos teocráticos y republicanos, donde lo teocrático prevalece a todas luces, muy diferente a lo que ocurre en otras naciones árabes. El Irán actual, el Líder Supremo, que es el más alto cargo político y simultáneamente religioso, tiene un papel crucial, principal y predominante en la toma de las decisiones de interés para el Estado.

Irán, apartando las simpatías o antipatías que puedan hoy proyectar, no es ni reciente ni simple y no apareció de improviso por generación espontánea.

Dios guarde a V. E. muchos años.

La cuenta del autor en Twitter es @Nash_Axelrod.


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