Dice nuestra popular sabiduría que una vez montados en el burro hay que arrearlo, y así estamos todos, sobrellevando una crisis mundial que no sabemos aún cuánto tiempo durará. Leyendo lo que dicen los analistas internacionales, entre las políticas que desde ya se están adoptando en algunos países del bloque europeo y en Estados Unidos para capear el temporal, se encuentran la reducción de las tasas de interés con miras a abaratar el dinero, facilitar el crédito y alentar el consumo, que es lo que impulsa la economía.

Evidentemente, hasta ahora estas medidas no han marcado diferencia alguna, lo cual es lógico dado que esta pandemia ha asestado un knockout fulminante a la mayor parte de los actores del juego económico. Es decir, no es que ha afectado al señor del abasto de la esquina, no. Esto se ha llevado por delante tanto a los más fuertes y supuestamente más sólidos, como los aparentemente débiles y pequeños. Porque si algo ha tenido este virus es su acción equitativa, pues les ha dado palo a todos por igual.

Ajá, todo muy bien hasta aquí, o mejor dicho, todo muy mal. Sin duda, lo que se nos avecina es una recesión global y muchos ya empiezan a preocuparse por generar políticas que amainen lo que se nos vendrá encima, el día después de que todo esto pase. ¿Pero qué es lo que podemos hacer desde ahora para atajar el golpe? Pues, sin esperanzas de que este régimen tome medidas similares a las de los gobiernos civilizados —apoyo al sector privado y suspensión provisional de pago de impuestos, entre otras—, a quienes llevamos las riendas de las empresas privadas nos toca ingeniarnos estrategias para seguir sobreviviendo.

Si bien las estimaciones indican que el teletrabajo seguirá siendo una constante en los meses posteriores al fin del confinamiento, el replanteamiento de la jornada laboral y de las formas de producción serán las cuestiones más retadoras a la que nos enfrentaremos. Porque si algo nos han hecho entender las circunstancias actuales es la gran importancia que tiene el bienestar del recurso humano para que el engranaje empresarial marche.

Siguiendo muy de cerca trabajos sobre clima organizacional que puedan aportar luz ante la coyuntura actual, me topé con GPS Empresarial, una apuesta que llevan adelante las psicólogas venezolanas Lucy Galota y Gabriela Undreiner. En una de sus alineaciones diarias, que envían por Whatsapp, explicaban que los valores reales, esos que se construyen en equipo con el trabajo diario —y no esos que aparecen con grandilocuencia en los postulados de las websites—, son los que verdaderamente robustecen la moral del recurso humano dentro de una empresa porque lo hace sentir parte de, y no una pieza desechable.

Definitivamente, vamos a necesitar echar mano de recursos como estos, pues para lo que viene no hay soluciones mágicas y mucho menos fáciles. Se requerirán salidas audaces, trabajo en conjunto y la sinergia de todos los que aún avizoramos un futuro en Venezuela y nos interesa darle respuesta a nuestra ya devastada economía y nuestro ya bastante empobrecido nivel de vida.

Salirnos de la caja, buscar alternativas a lo que se produce (verbigracia Ron Santa Teresa) u ofrece, hacer alianzas y cuidar de nuestro recurso humano, son algunas de las estrategias que nos servirán desde ahora y hasta después de que se levante el banderín que marque el fin de la cuarentena. Es en estas horas oscuras cuando el esfuerzo del sector privado está llamado a mantenerse y hacerse más visible. Evidentemente, “el cómo” puede hacerse estará en el enfoque individual de cada organización, pero en este momento es “el para qué” lo que cobra importancia.

Winston Churchill dijo muy sabiamente que «muchos miran al empresario como el lobo al que hay que abatir, otros lo miran como la vaca a la que hay que ordeñar, pero muy pocos lo miran como el caballo que tira del carro». Nunca antes esta frase se hizo más tangible que en este momento. Los empresarios somos el caballo que tira del carro, y es nuestro deber no solo enfrentar con aplomo esta inesperada crisis, sino comenzar a pensar en medidas para el futuro cercano, mucho más en una realidad como la de Venezuela, donde no pareciera haber un gobierno que tenga idea de lo que hay que hacer al día siguiente.


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