El domingo pasado fueron las elecciones presidenciales en Colombia. Se trata de un quiebre histórico. Desde Venezuela es muy fácil caer en la dicotomía izquierda-derecha que tanto daño le ha hecho a  nuestro país y que, sin embargo, para los ambientalistas puede ser muy importante abrirnos a ver con ojos distintos el caso del país vecino, toda vez que  Gustavo Petro y Francia Márquez han dado tanto enorme peso en su campaña electoral a temas que a nosotros nos duelen. Con base en ello, solicitamos una opinión a un fiel lector colombiano, cabeza pensante independiente, un artículo sobre un hecho tan trascendente como fue la pasada elección en la hermana república (nota de la coordinación). A continuación, el texto del amigo neogranadino.

Por Esteban Barreto Gama[1].

Esta breve nota nace del corazón y de la esperanza, fuera de cualquier posición partidista y alejado de la adulación caudillista. Nunca he sido de partido, aunque toda mi vida mi visión de la vida y mi posición política han sido de izquierda. Nunca he seguido a un personaje por ser ese personaje, sino por lo que representa y por las ideas que sigue que, por lo dicho, son de izquierda o al menos lo que hoy se denomina progresistas. No soy ni medianamente experto en temas ambientales, respecto de lo cual me guía el simple sentido común y de supervivencia.

Lo que sentimos el domingo mismo de la elección de Gustavo Petro como presidente de Colombia para el período 2022 a 2026, al final de esa tarde, es que el corazón no nos cabía en el pecho de la emoción, cuando conectados por Internet con varios miembros de mi familia y consultando la página de la Registraduría Nacional del Estado Civil (entidad encargada de todo el proceso electoral en Colombia), vimos entre incrédulos y felices que la votación por Petro iba creciendo y que su techo de votantes, ese sí, se hacía trizas.

Volvió a nosotros la felicidad que habíamos perdido en el año 2016 cuando ganó en el Plebiscito por la Paz el NO al acuerdo de paz; acuerdo que el gobierno de Iván Duque terminó por convertir un simple trámite burocrático, que como todo lo burocrático, se hace con trabas y a desgano, que se cumple en el papel, pero en la práctica no deja de ser un simple remedo de acción; proceso del que Duque se ha ufanado en el exterior llamándolo “Paz con Legalidad”, de lo cual concluye falsamente que hay una paz ilegal y amañada.

Felices sí, pero conscientes de que no es el fin del camino, que si se quiere comparar con una carrera de ciclismo, es la llegada al premio de montaña en el pico más alto luego del que se inicia el descenso que libera el esfuerzo hecho por llegar la cima y nos sirve para recargar fuerzas para lo que se viene: un largo camino de subida para la implantación e implementación de políticas tendientes a lograr la anhelada equidad social, económica y ambiental, en que el respeto por el medio ambiente no sea una simple moda, sino un camino que igualmente está lleno de obstáculos hacia el desarrollo general y sostenible que garantice la supervivencia a todos los seres que habitamos esta tierra.

De por medio está la dependencia económica de la exploración y explotación de hidrocarburos, lección que tenemos que aprender de lo ocurrido en la Venezuela que depende en grado superlativo del petróleo, y toda la carga contaminante que esta industria ─vital para el transporte y para la economía─, representa en la crisis mundial del ambiente. Es a lo que llamó Petro “justicia ambiental” en sus palabras de victoria al cierre de la jornada electoral del domingo, concepto que está por construirse y ejecutarse y que el título de esta nota pretende ilustrar: por una parte,  esa ilusión, esa esperanza, que representa para millones de colombianos el resultado del domingo; un camino por recorrer bajando a las estructuras ecológicas principales y estratégicas cuyos recursos se encuentran en riesgo en páramos (por la explotación extractivista del agua), en ríos (por la renovada fiebre del oro), selvas (por la sobreexplotación maderera y la agricultura invasora), en bosques (por la ganadería extensiva), y en cuencas, serranías, montañas y nevados (por la ampliación de los límites de la explotación petrolera y la minería de carbón a cielo abierto). Y por la otra, subiendo desde allí hacia la protección de la tierra, sus recursos y ecosistemas, hacia una economía productiva responsable, en contravía de la simple y exclusivamente economía extractiva.

Petro señaló así lo que será su política exterior, buscando que Colombia sea vanguardia en toda nuestra América en la lucha contra el cambio climático. Propone un acuerdo entre todos los países latinoamericanos y Estados Unidos, para defender la Amazonía y los bosques de nuestro continente, que a todos los involucrados nos sirven de pulmón, y adicionalmente buscando alternativas energéticas, mediante el desestímulo de la exploración petrolera, lo cual ─si bien es cierto representa un alto riesgo para la economía actual─, constituye un paso que innegablemente hay que dar para garantizar la supervivencia de todos los seres vivos que habitamos este planeta. Esta propuesta ambientalista obviamente lleva a descartar el fracking y la fumigación de cultivos ilícitos con glifosato, por los altos riesgos que una y otra representan contra la flora y la fauna.

Fundamental para lograr esos acuerdos, es el necesario restablecimiento de las relaciones comerciales, diplomáticas y consulares entre Colombia y Venezuela, que Petro ha dicho llevará a cabo, pensando primordialmente en la sana lógica del beneficio que esto significa para millones de compatriotas colombianos y venezolanos a ambos lados de la larga frontera que nos une y que, durante el gobierno Duque, tercamente estuvo cerrada en perjuicio de esos mismos compatriotas, con nulos resultados respecto de cambios en el gobierno de Maduro.

Consideramos por ello que el gobierno de Petro nos da a los colombianos la esperanza que no hemos tenido en muchos años, por una justicia social, ambiental y económica, a la que de seguro no se llegará fácilmente ni bastará con lo que se haga durante los próximos 4 años. Es vital para ello el concurso de todos los colombianos, a los que Petro ha llamado a la unidad, que esperamos sea un llamado sincero, tal como sincera se espera sea la respuesta de todos aquellos que no quieren bien a Petro o que le temen por este tipo de propuestas.

Si a Colombia le va bien en estos 4 años, seguramente también les irá bien a todos los países de la región, incluida Venezuela. Sirve a este propósito la coyuntura actual de nuevos horizontes políticos y visiones progresistas de la vida y del desarrollo, en Chile, en Perú y en Bolivia, y ojalá próximamente Brasil, para, por una parte, lograr estos acuerdos y, por la otra, ser un aliciente para queel pueblo venezolano decida tomar en sus manos los cambios que allí se requieren para afrontar y solucionar eficazmente este reto.

El camino indudablemente no es fácil. De aquí pa’bajo es subiendo.


“Ambiente: Situación y retos” es coordinado por Pablo Kaplún Hirsz: [email protected]

[1] Abogado colombiano, cuenta para la elaboración del artículo con la colaboración de Camilo José Barreto Villamil, historiador


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