En nuestro país, durante lo que va del siglo XXI se ha hablado, persistentemente, de una transición democrática. Esta discusión nos ha ocupado por veinte años, tan largos, pesados y amargos que parecen un siglo y más cargado de penosas vivencias. Por ironía, a pesar del reclamo constante de las élites políticas de la oposición que incursionan e influyen en la opinión pública, el esfuerzo por pensarla ha sido escaso o nulo; así como ha sido aminorado el de los sectores académicos por aportar una perspectiva rigurosa. Por ello, celebramos la reciente publicación del libro Transiciones políticas en América Latina: desafíos y experiencias, coordinado por los doctores José Alberto Olivar y Miguel Martínez Meucci, bajo el sello editorial de la Universidad Metropolitana.

Este producto es un excelente conjunto de trabajos de actualización que, sin exagerar, compiten con la mejor literatura foránea en la materia. Aunque los trabajos incluidos nos interrogan sobre la urgencia y la necesidad de un cambio histórico en Venezuela, me llama poderosamente la atención uno de los textos de título significativo y elocuente: “Dark political groups, política encubierta y transición política”, de la historiadora Jo-ann Peña Ángulo (48-61), por cierto, egresada ―como el suscrito― de la Universidad de los Andes (ULA), siendo un motivo adicional de orgullo Ella trabaja una categoría novedosa de perfeccionamiento que también permite poner el acento sobre la específica coyuntura actual.

Puede inferirse del texto que la transición no se ha dado en nuestro país, por la existencia, el despliegue y las habilidades de estos grupos oscuros en ejercicio e influencia del poder político, aunque su prioridad reside en la defensa del poder económico conquistado en conexión con el delito organizado. Aunque la autora en cuestión no precisa cuál moral superior los sostiene, la suponemos, ideológicamente, de cuño bolivariano en la versión interesada de Hugo Chávez. La autora habla del desarrollo de una política encubierta que realmente, en los hechos, la explica ―entre otras características del régimen– una narrativa democrática para una tergiversación de las leyes e instituciones, institucionalización del miedo, la violencia, la persistencia y el mejoramiento del crimen organizado o el monopolio económico. Tales grupos oscuros son capaces de contaminar los disidentes, los adversarios u opositores, al neutralizar ―y añado, banalizar― cualquier definición y propuesta de transición, condenada por siempre a la incertidumbre, la frustración y el fracaso, por más promisorio que se vea el panorama.

Luego, esa relación de los grupos oscuros con la oposición, convertida en nominal ante las evidentes circunstancias, permite simular como democrático cualquier evento electoral, para intentar una legitima puertas adentro que, puertas afuera, no convence a la comunidad internacional. Esta oposición nominal no solo se ve económicamente favorecida por el simple préstamo de sus candidatos a la farsa ―aunque todos tienen la ilusión de una curul venida del cielo― sino que, en términos personales, jura librarse de un carcelazo, así sepan que el diablo paga mal. Sin embargo, deseando integrarlos, a veces, con fervor, prestan a los grupos oscuros un gran servicio: inflar una expectativas de transición que, faltando poco, corrompen el propio término o vocablo. Esta propuesta de la doctora Peña Ángulo es tan sugestiva como el resto de los trabajos que componen el libro ―que, por cierto, ha sido liberado en las redes―. Ojalá pueda profundizar su propuesta, pues me permito añadir una doble posibilidad de comprobación.

Por una parte, la revisión de las Gacetas Oficiales de este siglo revelará una baja rotación de nombres en las cúspides ministeriales y viceministeriales, al lado de una muy alta de directores generales y sectoriales que, en voz baja, se dijeron opositores, o después, francamente, lo fueron y muchos decidieron irse del país, pidiendo asilo como perseguidos políticos y habiendo acuñado pequeñas fortunas producto de sus oscuras actividades direccionales. Y, por otra, según lo pautado por estos grupos oscuros, no se podrá hablar de una transición, sino de micro-transiciones en el seno de las fuerzas que giran alrededor del PSUV y de los partidos dominantes de la oposición real al provocar constantes reacomodos que sólo se ven al pasar el tiempo.

Este trabajo editorial de José Alberto Olivar y Miguel Martínez Meucci es una muestra más de que los investigadores y académicos de Latino América y, específicamente, del país, no se rinden; que la Venezuela libre existe, resiste y persiste; y que más temprano que tarde se hará patente una transición real que nos lleve al final del túnel.

@freddyamarcano

 


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