El poeta está pleno de jacarandas. Por donde se le mire tiene jacarandas ¡Es que desde aquí se las ve que les van del corazón a toda parte!

Las lleva en su cara y por este tiempo florecen. Es su mejor regalo, junto a granitos de arroz donde escribe nuestros nombres con caligrafía liliputiense. Jacarandas, jacarandas y jacarandas. Se maravilla y maravilla al señalarlas y hacérnoslas ver además por sobre las mesas y los bancos, por sobre las casas, por entre los edificios y los patios, por las veredas, los parques, por entre los enamorados que por todas partes se besan, por el camino que recorre la procesión de la Semana Santa siguiendo a los Cristos. Hay tapices enteros de flores de jacarandas. Todo se ha puesto violeta reverberante con las jacarandas del Poeta. Es como un Van Gogh tropical. No pinta girasoles sino jacarandas. Caen y vuelan las flores de la jacaranda en su delirio por hacerlas ver. Parecen guacharacas violáceas cuando todas se ponen de acuerdo para hacer al unísono su canto loco. La ciudad toda es de violeta intenso.

Todo es parte del inventario del nuevo mundo para siempre volver: organillos, marimbas, gente que viene de abajo, gente que viene de arriba, flores, árboles de vida, catrinas, alebrijes de Pedro Linares, demonios, animales fantásticos. Un sueño dentro de un bosque con colas, colmillos, alas y cuernos, lacalacas, árboles de muerte, sapos, tortugas y batracios, vírgenes, santos, ángeles torneados, repujados, adornados, exaltados, Guadalupes hasta en pinturas, orfebrerías de plata y de preciosura, Frida y Diego hasta en botellas y sopas de letras, David, Rufino, máscaras, cuentos y melodramas, radionovelas, fotonovelas, nopal y magueyes, tequila, mezcal y margaritas, mariachis, corridos, jade, ónix y aguamarinas, pirámides y películas, sílice y obsidiana, esculturas de nuevas formas ¡Mianare! Lo nunca antes visto. Tapices de mil y un colores y Rulfo más atrás y Andrés Henestrosa y Monsiváis más adelante y Francisco Toledo con los hombres que dispersó la danza, vida y muerte, muerte y vida. Gente que viene de abajo, gente que viene de arriba. Un nuevo mundo se crea cotidianamente en el bullicio armoniosamente endemoniado del mercado libre. En cada gesto que acomoda unos frutos hay una creación que alguien va a comerse. Aquí se reinventa el nuevo mundo completo y todo es nuevo y todo viene de antes y el inventario no termina

La Catrina me ha invitado a bailar. Se ha armado una fiesta y, en mitad del patio de baile, la muy flaca se paró en el mero centro para hacer un gesto de gancho con el brazo y convidarme al danzón. Dijo:

-¡Sobre una tumba, una rumba! ¡Vamos a bailar con estos muertos! ¡Vamos a bailar por todos estos muertos! ¡Por todos estos muertos que son tantos! ¡Estos muertos atravesados de cruz y horcón! ¡Estos muertos cruzados de lanza y arcabuz! ¡Sobre esta espuma de rabia petrificada y vuelta sal! ¡Sobre este mal de rabia convertido en olvido, cordura y hecho sumisión! ¡Sobre una tumba, una rumba!

Dijo, y se mandó el paseíllo conmigo engarzado, porque no aguanté dos pedidas. Mi amigo Hernán me había dicho que era bueno tener una Lacalaca y hablarle y decirle cosas y confiarle secretos, jin conjlisto, jin conjlisto y jin conjlisto y hacerlo en vida para que se alargue, para que llegue entonces la muerte en mitad de una fiesta y no en el medio de cosa seria alguna ¡A menos que la cosa seria sea para hacer una irreverencia, o para armar alguna rubiera particular!

No llegó La Lacalaca. Llegó la Catrina ¿O fue Lacalaca?  No lo sé. El recuerdo es impreciso. Pero, me parece que fue nada más y nada menos que La Catrina, señores, en mitad de la juerga ¡Mejor llegada! por oportuna. Porque nadie sabe cuándo puede uno morirse de la risa y entonces allí estar ella para agarrarte, apretarte, acariciarte, hacer una vuelta y, en dos pases, su falda que se arremoline y ¡zas!

Llevamos bailando toda la tardecita por sobre las flores moradas con que la jacaranda ha ido alfombrando todo el patio de baile. Ya se acerca la hora mágica. La Catrina estira y abre sus grandes brazos huesudos. Me mete en su costillar que se hace enorme, como de ballena. Antes de irme allí dentro, volatizarme, escabullirme, alcanzo a balbucear…

-¡No sé lo que me va a pasar! Que yo me acuerde, es la primera vez que me muero.

…No da tiempo ni de despedirse porque aquello era fiesta con jarana tocada por una banda de locos.

Algo como un corrido de la muerta se oye lejano. Antes de irme allí dentro, decía, escribo estas líneas para dejar constancia.


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