Merce Cunningham con John Cage y Grishka Holguín

Un recital de danza realizado el 5 de abril de 1944 en la Brooklyn Academy of Music inició la era de Merce Cunningham, el celebrado coreógrafo estadounidense que en 2019 hubiera cumplido cien años de vida.

Luego de este acontecimiento, nada sería igual para la llamada danza moderna norteamericana. La expresión corporal se despojaría de su teatralidad crispada y superflua y los conceptos de espacio y tiempo escénicos se tornarían ilimitados. Nueve años después, en diciembre de 1953,  el coreógrafo nacido en Centralia presentaría en el Teatro de Lys, del circuito off-Broadway de Nueva York,  su proyecto de compañía que se haría célebre y determinante en Estados Unidos y el mundo. Se anunciaba ya la era posmoderna de la danza occidental.

Ajeno al mundo de las convenciones, Merce Cunningham hizo de la danza un acto vital. Su concepción del movimiento, innovadora y personal, cambió el sendero de la danza moderna de Martha Graham, convirtiéndola en un hecho calculadamente abstracto, aunque íntimamente unido a la experiencia humana.

Audaz e inconforme, Cunningham revitalizó las posibilidades de la danza transformado el rol del bailarín, realizando aportaciones fundamentales a sus nociones de espacio y tiempo, y llevándola hasta lugares insospechados convertidos por él en escenarios ideales. “Mi danza está fundada sobre el concepto de individuos que se mueven y se reúnen. No se trata de héroes, ni de emociones, ni de estados de ánimos, sino más bien de entidades”, afirmó.

Con este punto de partida, Cunningham marcaba definitiva distancia con Graham, su maestra y de cuya compañía fue elemento fundamental a principios de los años cuarenta, separándose así del universo anecdótico y dramático, así como de los principios técnicos rectores de la danza de esta artista esencial.

Una de las grandes aportaciones de Cunningham lo constituye su teoría sobre el espacio escénico. Según ella, cada bailarín ocupa un lugar determinado del cual se convierte en su centro vital, desplazándose naturalmente en él y tomando posesión del mismo. La conjunción de estos centros permite que el movimiento del intérprete sea visible desde multiplicidad de lugares del escenario.

La noción espacial de Cunningham permite una amplia libertad de creación y la construcción de estructuras coreográficas impensables, dando como resultado un movimiento instantáneo proveniente del azar. A partir de sus convicciones, formuló una técnica, ampliamente difundida, que ofrece al bailarín un ámbito abierto para la investigación corporal y la libertad expresiva.

La utilización de la música en relación con la danza representa otro hallazgo significativo debido al singular coreógrafo. De acuerdo con Cunningham, la danza constituye una entidad autónoma, rechazando cualquier subordinación de esta al elemento sonoro. La música, en todo caso, resulta un acontecimiento simultáneo, aunque separado de la acción del movimiento. Determinante es la colaboración artística de Cunningham con John Cage y otros compositores de música electroacústica, en la búsqueda de nuevas experiencias dentro de la relación movimiento-sonido.

También es relevante la forma en la que Cunningham vinculó la danza con los elementos plásticos propiciando una ruptura con la concepción tradicional de la escenografía y el vestuario, los cuales se convierten en sugerentes entornos escénicos. El mismo coreógrafo destacó como particular diseñador de indumentarias, siendo igualmente resaltantes las cooperaciones de los célebres artistas Robert Rauschenberg, Jasper Johns y Andy Warhol, en materia de decorados y diseños de iluminación.

La obra coreográfica de Merce Cunnigham es vasta y abarcó cerca de sesenta años de historia en la danza contemporánea. Finalmente fue aceptado como un investigador de la danza trascendente y un auténtico renovador del movimiento. Sus famosos events resultaron acciones que alcanzaron alto impacto por su formato sin estructura rígida, susceptibles de ser representadas en espacios no convencionales: museos, campos deportivos y estacionamientos, principalmente.

Por su ideal revolucionario, Cunningham es considerado el antecedente necesario de los bailarines posmodernos y padre de una generación de artistas que desarrolló durante las últimas décadas del siglo XX el movimiento de la Nueva Danza, de gran influencia en los senderos que tanto en lo conceptual, lo formal y lo técnico, experimenta la disciplina del movimiento mundialmente.

La historia reconoce en Merce Cunningham al creador inconforme que propulsó la revolución de la danza más allá de la modernidad en el mundo. Su obra sintetiza la condición alienada del hombre contemporáneo, debido a los procesos sociales, económicos y políticos, incluida la desmedida presencia de la tecnología. Cunningham desveló al intérprete antihéroe. También creó al bailarín virtual.  

Merce Cunningham con un grupo de bailarines venezolanos

En 1968 y 1976 Merce Cunningham actuó junto a su compañía en el Teatro Municipal de Caracas, ocasión en la que contactó con sus pares venezolanos, encuentro que contribuyó a abrir caminos alternativos para la danza contemporánea nacional. Durante su primera visita a Venezuela, tanto el celebrado coreógrafo como John Cage, su compañero y asesor musical, asistieron a una función del Teatro de la Danza Contemporánea, agrupación fundada y dirigida por el precursor Grishka Holguín, en la cual participaban bailarines que se convertirían en emblemas de esta manifestación escénica en el país.

En esa oportunidad Cunningham hizo un breve, pero definitivamente estimulante comentario, sobre un proyecto que para ese momento ya había alcanzado un importante crecimiento artístico: “Al Teatro de la Danza Contemporánea le auguro un importante papel en el desarrollo de la danza moderna en Latinoamericana.”

A su vez Cage, en tanto que compositor que transformó radicalmente la vinculación música-movimiento que parecía única e inseparable, indicó: “Uno de los problemas que tiene la música moderna es que no es interesante para sentarse en filas a oírla. El Teatro de la Danza Contemporánea hace posible escuchar con placer mucha de la música más experimental de nuestros días”.

La relación de Cunningham con Venezuela se extendió más allá de las funciones de su compañía presentadas en Caracas, y se tradujo en una cooperación que abarcó tanto como lo formativo como lo artístico. Como resultados concretos, los bailarines José Ledezma y Juan Monzón se acercaron al conocimiento de los preceptos conceptuales, estéticos y técnicos del coreógrafo estadounidense, mientras que la maestra holandesa Mirjam Berns se relacionó estrechamente con la danza venezolana como intérprete, coreógrafa y maestra, especialmente con el Taller de Danza Contemporánea, fundado y dirigido por Ledezma. Igualmente, Dan Vaggoner y  Remy Charlip, ex bailarines de la compañía de Cunningham, bailaron y realizaron trabajo coreográfico, respectivamente, en el país.

En lo adelante, la abstracción en el movimiento -elevado ideal de Merce Cunningham- orientaría la danza contemporánea venezolana, siempre dentro de la búsqueda de un sentido de identidad propio, tendencia que se impondría y luego compartiría su vigencia con las corrientes de la danza teatro y la nueva danza, que cobraron significativa fuerza durante los años ochenta y noventa del siglo pasado.


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