La pasada semana, Pedro Sánchez emprendía su cuarta gira a las Américas desde su llegada a la Presidencia del Gobierno de España. Esta vez ha visitado de forma vertiginosa tres países en muy delicada situación política y económica: Colombia, Ecuador y Honduras.

Aparentemente, según los periodistas invitados que fungen como enviados especiales, todo ha marchado perfectamente. Se ha escrito: «Hemos sido los primeros en llegar tras la toma de posesión de Gustavo Petro», o «Sánchez se erige como punta de lanza de Europa en América, para hacer frente a la influencia de China y Rusia», y también: «El viaje trata de aproximar los países latinoamericanos del Celac a la Unión Europea». Otro periódico anotaba: «Sánchez trata de acompañar el proceso de giro a la izquierda».

¿Acompañar o respaldar?, porque el viaje de Sánchez ha coincidido con el de Pablo Iglesias a Argentina para respaldar a la imputada vicepresidenta Cristina Fernández. Y el rey, por indicación del gobierno, no ha faltado a ninguna de las tomas de posesión de los «Gobiernos progresistas» que se han sucedido en los últimos meses: Bolivia, Chile, Perú, entre otras, además de Honduras. En Colombia, el rey había estado sólo dos semanas antes, cuando se produjo el estridente incidente de la espada de Bolívar. ¡Ah!, pero Guillermo Lasso, el presidente ecuatoriano, es conservador, con lo que el viaje estaría «equilibrado», dos Gobiernos «progresistas» y uno de centroderecha.

Creo que la opinión pública española debería cuestionar los objetivos reales del viaje que el gobernante español ha realizado con una larga comitiva oficial y un número apreciable de empresarios ligados a la cosa pública. ¿Es polémico el viaje? ¿Es oportuno? ¿Se trata solo de ganar estatura internacional?

La política de España hacia Iberoamérica en los últimos años viene flojeando. Con el gobierno Zapatero, y a pesar del recelo desconfiado del ministro Moratinos, se dejó la iniciativa a María Teresa Fernández de la Vega, con numerosos y dadivosos viajes vicepresidenciales. En el caso de Rajoy, a quien lo exterior interesaba poco, este aprovechaba sus viajes a Asia para entrevistarse con el argentino Macri o con el mexicano Peña Nieto.

El tiempo ha traído un debilitamiento de las cumbres iberoamericanas preconizadas a finales de los ochenta por Felipe González y Carlos Salinas de Gortari. Desapareció el Instituto de Cultura Hispánica, «sustituido» por una Secretaría de Cumbres. El indigenismo no deja de crecer y se critica todo el pasado hispánico. Los medios de comunicación españoles no están presentes en América.

Para mí, la política española hacia Hispanoamérica debería seguir las siguientes coordenadas:

1. Defensa del legado cultural e histórico. El relato cultural es básico porque sirve de base para la cooperación de futuro. Defender 300 años de relación intensa («Hay que reivindicar el modelo virreinal como modelo de éxito», Alberto G. Ibáñez), y lucha contra la leyenda negra («Qué duda cabe que la leyenda negra se ha institucionalizado como lectura dominante de la sociedad española sobre sí misma», Marcelo Gullo).

2. Defensa de las empresas y particulares españoles con intereses en América. Especialmente contra expropiaciones o tratamientos discriminatorios.

3. Promover los valores de la división de poderes, el imperio de la ley, el respeto a la propiedad privada y, en definitiva, la libertad y la democracia. Democracia real, con elecciones limpias y medios de comunicación libres.

4. Reforzar el flujo de información, estudiantes e intelectuales entre España y la América que habla español, hoy bajo mínimos, porque para querernos necesitamos conocernos mejor.

Ha pasado sin pena ni gloria el aniversario de la toma de Tenochtitlán por Hernán Cortés, lo que significó el nacimiento de México, y me temo que pasarán también desapercibidos otros eventos memorables de la presencia de España en América. Tanto la nueva presidenta de Honduras, Xiomara Castro, (cuyo marido Manuel Zelaya fue depuesto en su día por sus afinidades castrocubanas) como el recién entronizado presidente de Colombia, Gustavo Petro, (exmiembro del grupo guerrillero M19) tienen antecedentes de relación estrecha con el ALBA (asociación de países de América del Sur y Caribe creada por el chavismo), es decir, con regímenes autocráticos. La visita a Ecuador se puede entender en clave electoral por los casi quinientos mil ecuatorianos binacionales residentes en España.

Un juicio crítico del viaje de Sánchez debería tener en cuenta, junto a los tonos positivos del oficialismo, los cuatro criterios arriba mencionados. Y dejo al amable lector que conteste por sí mismo a la pregunta de si la gira ha estado justificada.

  • Gonzalo Ortiz es embajador de España

Artículo publicado en el diario El Debate de España


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