¿Podría titularse con acierto: la pandemia que cambió al mundo? ¿Está realmente cambiando al mundo con esta pandemia?

Parecería inoficioso frente a la urgencia de salvar vidas en medio de esta crisis de salud global el intentar siquiera reflexionar sobre lo que nos deparan los próximos meses de vida en este nuestro planeta. Sin hacer excepciones a la hora de la posibilidad de contagiarnos del virus chino, se ha establecido que se dan diferentes reacciones o consecuencias en los cuerpos de los distintos grupos infectados. Edad, condiciones de salud preexistentes y otras. Van 2.789.315 contagiados contabilizados y 195.775 muertes contabilizadas con base en el registro que lleva la Johns Hopkins University. Estos «datos contabilizados» por la Johns Hopkins University, de acuerdo con los registros de los cuales les informan a ellos, los entendemos como una referencia lejana de la realidad. Ni la cantidad de contagiados es apenas casi 3 millones de personas, ni las muertes en los «países de regímenes contadores de mentiras» están en ese orden de 200.000. ¡La verdad pudiera estar 10 veces más allá!

Con base en la pura y dura observación de la realidad, lo que parece haberle quedado claro a la mayoría de los países, entiéndase tanto a sus gobiernos y como a las distintas naciones, es que al no haber una vacuna lista en estos momentos, y lo que tomará cierto tiempo, es la necesidad de aplicar la estrategia de retardar la velocidad en cantidad de seres contagiados para permitir una asimilación de la demanda de atención hospitalaria en cada localidad del número infectados en los que el virus ha hecho daño a nivel de hacer peligrar o terminar la vida del afectado.

La imposibilidad de mantenernos todos en cuarentena indefinida hasta que se compruebe la vacuna, es decir, restringir a toda la humanidad sus desplazamientos dentro de determinados territorios, e incluso hacia territorios de países con lo cuales tiene diversas relaciones, hace que sea indispensable mantener esos vínculos abiertos a la presencia física.

Una conclusión tan maravillosa como curiosa para el tratamiento de los pacientes en estado grave, y que requieran una acción salvadora inminente, es el transfundir plasma tratado desde aquel que habiendo sufrido la enfermedad del virus chino la haya superado por si solo, y por tanto esté fuerte en anticuerpos para favorecer la curación de aquellos que no lo estén logrando superar sin ayuda.

Los muchísimos más casos de contagiados del virus chino que ni siquiera supieron realmente que lo tuvieron ahora son privilegiados al tener anticuerpos sin saberlo, al menos contra este virus que los aquejó desprevenidamente.

Por lo expuesto pienso que los países deben concentrarse en la medición vía test de anticuerpos de grupos de comunidades que conviven muy de cerca, y en áreas de producción que deben reactivarse cuanto antes. Ubicar esos inmunizados como resultado de haber superado al enfermedad y captarlos como voluntarios que, resultando positivos ante dicho test impliquen un activo humano de posibles donantes para hacer el plasma salvador de pacientes en proceso de deterioro. Sin tal transfusión el virus chino podría aniquilarlos.

Por supuesto que, como en toda guerra, y a esta la hemos apodado “la guerra sin bombas”, deben mantenerse protegidas ciertas personas que por edad, condición de salud delicada o en tratamiento, no puedan definitivamente estar expuestas a contagiarse en sus actuales circunstancias. De resto, todos los demás deberemos enfrentar el riesgo solo resguardados por la opción de la terapéutica de recibir “transfusión de plasma con anticuerpos” para superarla, en tal caso.

Lo que sí es una realidad inocultable es que los cuerpos como las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud tendrán que escarmentar y cambiar. El precedente virus de la manipulación y la mentira sobre el déficit en los derechos humanos de todos a la democracia, a la salud, y a la libertad de información y expresión se está tragando poblaciones enteras del globo. Un genocidio originado en la más abyecta irresponsabilidad burocrática frente al virus del totalitarismo chino, la pandemia originada, tal cual es la pandemia que han creado los narcorregímenes delincuentes que exportan sus otros virus, como es en el caso venezolano, que son a fin de cuentas también delitos de lesa humanidad.

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@gonzalezdelcas

 


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