Foto EFE

“Tarea ordenamiento” es el nombre que tomó, en boca del sector oficial cubano, la reforma iniciada por Raul Castro hace 10 años y continuada por Miguel Díaz-Canel desde su acceso a la magistratura del Estado.

El proyecto prevé en este momento, principalmente, un lento reacomodo de la economía de la isla e incluye, entre otras medidas, la unificación cambiaria entre el peso cubano y el peso convertible y el establecimiento de una tasa cambiaria única. Este movimiento – piensan los jerarcas revolucionarios– es clave para ordenar la dinámica económica nacional, muy impactada por un régimen de tasas múltiples que no permiten ver con transparencia la salud de las cuentas estatales. La hora 0 para la puesta en marcha de estas reformas coincide con el 1 de enero de 2021.

Otras medidas paralelas vienen siendo anunciadas con mucha fanfarria desde el pasado mes de octubre con la idea de lograr el propósito de generar confianza hacia sus gobernantes en la población insular. Para nadie es un secreto que la crisis económica mundial y los efectos económicos del covid-19 –entre los que se cuenta la contracción del turismo planetario–, aunados con el embargo norteamericano que pesa sobre el país caribeño, tienen a Cuba en serias dificultades. Su actividad productiva ya se venía desacelerando desde 2016. El crecimiento del PIB se redujo a la mitad entre 2016 y 2020 en comparación con el periodo 2010-2015.

Venezuela, país que ha fungido de tabla de salvación de la economía insular al haber generado cuantiosos ingresos a través de vías poco ortodoxas y de una ayuda muy significativa en el suministro de hidrocarburos, está atravesando por una etapa de estrecheces de muy difícil superación que impiden materializar una ayuda más sustantiva. Nada en el horizonte venezolano permite avizorar una etapa de expansión y de crecimiento y ello impactará a Cuba de manera decisiva.

Todo lo anterior ha llevado al gobierno revolucionario cubano a poner el pie sobre el acelerador para imaginar vías eficientes para generar mayores ingresos y provocar alivio en sus ciudadanos. Pero el malestar y la incertidumbre se comienzan a manifestar de manera más violenta. El desabastecimiento creciente de productos de primera necesidad castiga a los hogares, al tiempo que la especulación y los altos precios provocan descontentos en la población de a pie que, además, ve las remesas del exterior reducirse de manera dramática. Este año cayeron por encima del 55%.

Como si lo anterior fuera poco, al gobierno de Diaz-Canel le ha tocado usar la represión en contra de los defensores de los derechos a la libre expresión y de los derechos humanos en general, lo que viene a estimular aún más el deseo de cambio que impulsan los movimientos de disidentes como el novel Movimiento San Isidro.

La vía de la reforma económica parcial y la de la unificación cambiaria no pasará de ser un pañito caliente que no resolverá temas de carácter estructural. Cualquier intento de revitalización tiene que considerar las debilidades preexistentes en el modelo productivo de la isla junto con las que han hecho aparición en la coyuntura actual.

Esa visión integral no existe en el seno del gobierno. Se ha pensado en una reforma salarial, una nueva política de pensiones y la retirada de subsidios, con la idea de liberalizar progresivamente la economía. La propuesta incluye el mantenimiento de precios centralizados para un grupo importante de productos y servicios básicos, entre ellos el combustible, la electricidad y la leche infantil, que deberían desmontarse progresivamente.

La situación de desaceleración de la economía global en el año 2021 dejará a Cuba muy desasistida de ayuda externa para relanzar la actividad económica insular. Sus principales socios, España y Venezuela, estarán bien ocupados con sus propias debilidades internas. Para China, Cuba no es un socio vital y, por ello, no será el coloso de Asia, tampoco, quien le saque las castañas del fuego.

Las inversiones y créditos foráneos, que siempre constituyen una alternativa válida, requieren de un ambiente estable y proclive a los negocios, de un gobierno sólido, de instituciones sanas y eficientes y ninguna de estas condiciones puede ofrecerse en un país en el que el malestar social promete, como en Venezuela, convertirse en una bomba de tiempo.

Se pregunta uno, pues, si les toca a los hermanos cubanos enfrentar, en estas horas de debacle, otro “Período Especial”.


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