Nuestra fascinación por el cine y más específicamente por ver películas, que con sus efectos especiales logran representar escenas de acción, catástrofes o batallas estelares, logran captar a un gran público que, maravillados por la dramatización de una supuesta realidad, se dejan llevar durante dos horas a un mundo de una supuesta existencia construida con base en la imaginación de un guionista, bajo la batuta magistral de un director, que logra plasmar en la pantalla, imágenes que representan esa verdad cinematográfica, pero impensable y poco probable en nuestra vida cotidiana.

Sin embargo, los últimos días, esa frontera al parecer desapareció. Desde que comenzó  2020, estamos inmersos en una realidad que parece la creada en su momento por el director Wolfgang Petersen, que en el año de 1995 estrenó la película Epidemia, o la cinta del director Steven Soderbergh, estrenada en el año 2011, que lleva como título Contagio. Largometrajes interesantes, que plasmaron situaciones hipotéticas, no tan alejadas de la realidad del momento. Sin embargo, hay muchas ficciones sobre situaciones similares, unas buenas, otras interesantes y algunas que son completamente infames.

La televisión tampoco escapó de llevar a los televidentes temas sobre epidemias, claro, influenciados por los videojuegos, los últimos años se han centrado en explotar el filón de los zombies, vampiros, hombres lobos y otros engendros que tienen su origen precisamente en la transmisión de patógenos, que provocan en los infectados cambios drásticos en su salud y en caso extremos, mutaciones genéticas.

Hasta ahora, eso era ficción, que no traspasaba la angustia durante 120 minutos, encerrados en una sala de cine o a través de la pantalla de nuestro televisor. No obstante, esos temores que solo veíamos en películas o series de televisión han atravesado nuestra zona de confort. Dado que este año ha sido particular y no sabemos en cuál mundo vivimos ahora. De repente necesitamos de Morfeo, para que nos facilite la pastilla roja y liberarnos del sueño que vivimos y así podríamos apreciar mejor nuestra realidad, para comprender que son tiempos difíciles, en los que reina el miedo, la incertidumbre, en el cual estamos enfrentando nuestra existencia con desasosiego, sin saber qué hacer, a quién acudir, porque todo el sistema de salud a nivel mundial ha sido rebasado por un virus que tiene corona y ha confinado en sus casas a gran parte de la población mundial.

No obstante, hay que retroceder unos meses, noviembre de 2019, el covid-19 o mejor conocido como el coronavirus, tuvo su origen en la ciudad de Wuhan, en China. Al comienzo, fue considerado como un brote epidémico, es decir, la aparición repentina de una enfermedad debida a una infección en un lugar específico y en un momento determinado.

A pesar de la actuación de las autoridades sanitarias de Wuhan, en el mes de diciembre de 2019, detectaron una serie de casos de neumonía producida por una causa desconocida. Esa situación disparó las alarmas, ya que ignoraban el origen de la enfermedad, que avanzaba de forma indetenible.

El brote se convirtió en una epidemia, que quiere decir cuando una enfermedad se propaga activamente y que se descontrola, manteniéndose en el tiempo. Originando que los casos de personas infectadas aumenten, pero ubicados los enfermos en un área geográfica concreta.

Ahora, marzo de 2020, tres meses después de la aparición del coronavirus, se han producido más de 200.000 casos, cerca de 10.000 muertes y casi 85.000 recuperados en todo el mundo, según los datos del Centro Europeo para el Control Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés).

Ya le epidemia se convirtió en pandemia, es decir, ya el brote afecta a más de un continente y los casos son provocados por transmisión comunitaria. No hay lugar en el planeta que no sea afectado por esta enfermedad. Donde el único recurso es recluirse en sus casas, realizando una cuarentena voluntaria, para así poder aislarnos de la afección y no se extienda, para que los enfermos no sobrepasen la capacidad hospitalaria de los países afectados.

Para entender un poco el momento que vivimos, me atreveré a hablar de este virus, a pesar de no ser un experto en la materia, trataré de que podamos entender a quién nos estamos enfrentando.

El coronavirus (covid-19), también tiene otros nombres, como 2019-nCoV y nuevo coronavirus 2019. Es una enfermedad infecciosa, que es causada por un virus, que nunca había sido detectado en seres humanos hasta el momento. Los síntomas que presenta una persona infectada son los siguientes: dificultades al respirar, dolor de garganta, tos y fiebre. Sin embargo, en caso graves, puede llevar a un cuadro de neumonía.

La forma para protegerse, es lavarse las manos con regularidad con agua y jabón o con desinfectante a base de alcohol y evitar a toda costa, tocarse la cara, ya que se propaga por contacto directo, es decir, cuando una persona estornuda o tosa, a través de su saliva o secreciones nasales, puede contagiar a otras. La recomendación, en caso de verse obligado a abandonar la cuarentena, es mantener una distancia con otras personas mínima de un metro, evitando a toda costa contacto físico, solo así podemos evitar un posible contagio.

Según los expertos, esta infección no es mortal, pero en las personas de edad avanzada y aquellas que sufren enfermedades crónicas, tales como cardiopatías, asma y diabetes, son los más vulnerables y el contagio los puede conducir inexorablemente hacia un desenlace lamentable.

Hasta los momentos no hay una vacuna para prevenir y evitar el covid-19, no obstante, hace un par de días, China declaró que ha logrado confeccionar una vacuna contra el coronavirus y se prepara para su producción a gran escala. La droga ha sido desarrollada por la Academia Militar de Ciencias Médicas y el equipo de investigadores está liderado por la doctora Chen Wei.

Ojalá sea cierto, y que la misma sea asequible a todos los países, poniéndose a un lado el interés mercantilista y colocando en primer lugar la solidaridad, el desinterés y la humanidad, porque por encima de las diferencias ideológicas, está la vida de cada hombre, mujer y niño.

El relato anterior, es para expresar mi preocupación por mi país, Venezuela no está en capacidad de hacer frente a una pandemia de ese calibre, ya que el sistema sanitario está literalmente abandonado, donde lo que prevalece es la ausencia de personal especializado, carencias de insumos y abandono de las plantas físicas. El contagio se podrá minimizar, siempre y cuando los venezolanos acaten la cuarentena, pero lamentablemente no será suficiente, ya que las previsiones se tomaron muy tarde. Además, hay que tomar en cuenta la deficiencia que ya presenta la nación en la prestación de servicios, tales como el agua, que impide mantener protocolos de higiene para poder guardar la respectiva cuarentena, se le suma, además, la escasez de medicinas y el alto costo en adquirir alimentos.

Me imagino que el gobierno comenzará a culpar al imperio, a Donald Trump, al supuesto bloqueo, solo para justificar su fracaso en políticas de salud, en las que la desidia, la corrupción y el fracaso han sido el norte de esta revolución.

Ahora lo que queda es esperar, acatar las normas de la Organización Mundial de la Salud, aguardar que la curva de infectados comience a bajar, que la vacuna sea pronto una realidad y podamos volver a la cotidianidad, pero sin olvidar que, por encima de las diferencias, debe siempre prevalecer la solidaridad, la colaboración entre los países, valorar el esfuerzo del personal sanitario y que en todo momento lo que siempre importe sea la vida de todos los seres humanos. Fuerza y fe, unidos todos, poniendo a un lado nuestras diferencias, podremos derrotar a este virus y a partir de allí, construir una nación solidaria, amante de la paz y capaces de hacer frente a las adversidades, no desmayemos, pronto saldremos fortalecidos como país ante esta situación. Ánimo, esperanza y convicción, Venezuela saldrá adelante.


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