Es harto sabido que “el virus chino” (como lo bautizò el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en rueda de prensa y posteriormente viralizado por la red social Twitter) hizo su aparición por vez primera en la ciudad de Wuhan, una provincia de 11 millones de habitantes que a raíz del recién conocido brote epidémico en enero del presente año experimentó un aluvión de migrantes que alcanzó la asombrosa cifra de 5 millones de wuhaneses que salieron despavoridos por tierra y aire hacia cualquier destino que los pusiera a salvo del terrible flagelo viral. Desde entonces la especie humana ha observado con estupor la inhumana actuación del Estado comunista chino en el manejo discrecional y absolutamente arbitrario del control social y político de la pandemia (del griego: pan, que significa todo(s) y demos que significa pueblo)

Es obvio de toda obviedad que la cartilla maoísta (no olvidar que las cinco tesis filosóficas lo consagran como fundamento ético-político) instituye el Partido Comunista chino como vanguardia histórica única de la sociedad china hacia su emancipación definitiva de los valores burgueses capitalistas. En China, también en Corea del Norte, el Estado totalitario-autoritario funciona de acuerdo con el mismo tenor de control psicosocial y político e ideológico, está taxativamente prohibido todo pluralismo sociopolítico y partidista. El disenso individual y social está clausurado de la sociedad china. El omnipotente y Partido Comunista que controla y coloniza la vida cotidiana e íntima de todo habitante a través del todopoderoso Big Data es capaz de “vigilar y controlar” (Michel Foucault) biopolíticamente las más discretas e intersticiales pulsiones deseantes eróticas y socio-emocionales del socius locus que integra paradigma societal totalitario.

En una reciente antología de ensayos filosóficos y políticos, que tiene por título el sugerente nombre de Sopa de Wuhan, el pensador contemporáneo de origen surcoreano Byung-Chul Han, actual profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, en un lúcido y descarnado ensayo crítico titulado “La emergencia viral y el mundo de mañana”, ante la pandemia del coronavirus señaló que el big data es, para las sociedades estatocráticas, el aliado fundamental del mecanismo de control y vigilancia socio-sanitaria que vigila por intermedio de códigos QR y aplicaciones de obligatorio cumplimiento, incluso hasta la temperatura de los habitantes a la entrada y salida de los sistemas de transporte y lugares de gran concentración humana.

En China, dice Byung-Chul Han, “cada ciudadano debe ser evaluado consecuentemente en su conducta social. En China, no hay ningún momento de la vida cotidiana que no esté sometido a observación. Se controla cada clic, cada compra, cada contacto, cada actividad en las redes sociales; a quien cruza con el semáforo en rojo, a quien tiene trato con críticos del régimen o a quien pone comentarios críticos en las redes sociales le quitan puntos”. Pregunta: ¿es esto lo que quiere Maduro para Venezuela con el carnet de la patria? Obviamente, el desvencijado aparato ideológico del “Moloch bolivariano” en su delirante y terco afán de invadir y colonizar los más discretos escondrijos y zonas íntimas de la psique social y de la vida individual y familiar del venezolano hace lo que incluso no está al alcance del Estado “fascio-bolivariano”; el terror compulsivo instituido por el sistema nacional de medios públicos y gracias a la aètica e inmoral propaganda de neto corte neonazi que impone a toda hora la hegemonía militar bolivariana a la inerme e indefensa sociedad venezolana. En la antigua patria de los libertadores de América la clásica escisión complementaria entre coerciòn física y coacción psicológica hace trizas y se vuelve añicos en las garras mefistofélicas del Estado neofascista y posleninista de cuño pro chino.


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