Por Javier Vivas Santana

Señores del Ejecutivo Nacional, son ustedes los principales responsables de la conducción y orientación del país, siendo una de sus área fundamentales la educación, así que como la mayoría de integrantes de ese oxigonio -estudiantes, docentes y representantes- me permito plantearles una serie de necesidades cuya atención debería no solo priorizarse en todos sus componentes, sino además hablarle al país en qué se estaría beneficiando, más allá de la retórica de que tenemos una educación de “calidad”, “gratuita” y “obligatoria”. Esto si efectivamente queremos avanzar en el más importante campo de la sociedad para su desarrollo integral y si es sincera la convocatoria que se hace al diálogo.

En tal sentido, las autoridades deben hablar sin eufemismos ni ambigüedades sobre el ámbito educativo en materia presupuestaria, es decir, basta de asegurar que el gobierno “invierte” más del 7% del producto interno bruto en la “educación”, o que más del 70% de tal presupuesto se destina a lo “social”. Eso sería como escuchar a un pensionado afirmar que gasta 100% de sus ingresos en comida, sin decirnos que la totalidad de esos “ingresos” equivale a 1 dólar mensual, y por ende, el máximo de alimentos que puede comprar apenas alcanza para un kilo de harina. O sea, si en el gobierno lo que prevalece es el discurso en semejantes términos, solo estamos en presencia de la demagogia para manipular el espacio educativo.

Por ello, si desde lo más alto del poder quieren hacer realidad la conjugación del verbo dialogar en forma efectiva; verbigracia que sean convocados los sectores sin excepción, la educación es probablemente el único espacio que todos visitamos de manera permanente en nuestras vidas y que está vinculado en las distintas concepciones sociales, económicas, culturales, deportivas y políticas.

Si realmente se quiere levantar la crisis educativa, se debe valorar que teniendo una población educativa (inicial, básica, bachillerato y universitaria) estimada en 10 millones de estudiantes, el presupuesto diario no debería ser inferior en un dólar diario en ese campo, lo cual si lo llevamos por los 200 días del calendario escolar –que debería ser los 365 días del año–, estaríamos hablando de un mínimo de 2.000 millones de dólares orientados para quienes cursen estudios durante 2021. A eso debemos sumarle que si entre la población de personal docente y educativa -activa y jubilada- concurre un aproximado de 1 millón de personas, estos deberían tener un promedio de 5 dólares diarios entre ingresos mínimos y de complementos para las actividades educativas, lo cual daría un equivalente de 150 millones de dólares mensuales que anualmente serían 1.800 millones de dólares. En otras palabras, si realmente existe voluntad política, aunque exista la preeminencia de una crisis, habría que disponer de un mínimo de 4.000 millones de dólares para el sector de educación, porque la negación a tal solicitud sería continuar con nuestra realidad en escuelas, liceos y universidades, y por ende, igual o peor a la que hemos tenido en los últimos años. ¿O alguien se atrevería a decir que sería mejor?

Por supuesto que no faltarán algunos que saldrán, como siempre, con el discurso trasnochado del bloqueo y que el país “no tiene recursos”. ¿Y cuándo los va a tener? ¿Nunca? Entonces, bien ineptos serían quienes nos dirigen que no pueden convencer a sus socios y amigos, por ejemplo de China, Rusia, Irán y Turquía, para que les compren unos 20.000 millones de dólares en emisión de bonos de deuda, que bien pudiera aprobar la próxima “asamblea nacional”, que según el propio gobierno era la piedra de tranca para encontrar los recursos, razón por la cual la propuesta que estamos haciendo permitiría resolver en lo inmediato las más ingentes necesidades que tenemos en materia educativa.

Pleonástico sería decir que ya no hay excusa para que los presupuestos continúen siendo “secretos de Estado” porque eso sería estimular la corrupción y la conchupancia, así como el clientelismo político en la educación. Es más, todos los presupuestos de escuelas y liceos deben ser descentralizados y manejados por cada comunidad educativa, a propósito de hablar de parlamento comunal. Han llamado al diálogo, ¿seremos escuchados en esta Navidad?

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