Al régimen de Nicolás Maduro hay que reconocerle su infinita capacidad para descubrir conspiraciones. El 15 de enero en la presentación de su «desmemoria y cuento» -tras quitarse los anteojos, tras pasar la mano izquierda por el rostro, tras mirar fijamente a su audiencia embelesada- el líder del PSUV anunció que durante el año pasado habían abortado cuatro operaciones para tumbarlo y asesinarlo. «Lo mantuvimos en silencio», dijo.

En el informe anual del jefe del régimen -después del PIB, de la inflación, de los que van a la escuela, de lo bien que funcionan los hospitales, de los empresarios amigos, de los panas con turbante que andan por el mundo- hay un capítulo con el enunciado: «Conspiraciones». A más desolación, a más rechazo popular, las «conspiraciones» suben. En ese ranking estamos en el tope, una vez ido el barbudo Fidel que estableció el récord Guinness.

Pero resulta que del 15 de enero al 22 de enero se sumó una conspiración más. Ahora son cinco, según dijo el propio Maduro en su programa televisivo. «En el terreno (en el) que estén van a ser encontrados, puestos tras las rejas y se tiene que aplicar la máxima pena que esté en la ley venezolana por terrorismo, por conspiración, por traición a la patria», soltó el jefe del régimen, que, aunque no los han encontrado, aseguró que estaban «convictos y confesos».

El régimen argumenta que la oposición va a utilizar las elecciones presidenciales -que el régimen accedió a realizar en algún momento del segundo semestre de este año- para sembrar la “división” y el “odio”. Pero el asunto no cuadra: el dueño del Consejo Nacional Electoral es Maduro y su combo; el dueño del TSJ, es Maduro y su combo; el dueño de las fuerzas armadas es Maduro y su padrino. ¿Será que en una sexta conspiración, que el dueño de Miraflores mantiene aún en silencio, aparece involucrado el amoroso Elvis? Con ese nombre es posible trazar una relación con el imperio yanqui, si se dispone de “mentes suspicaces”.

Lo que está en desarrollo es una nueva ola represiva, como lo denunció en ocasión del 66 aniversario del 23 de Enero la candidata presidencial María Corina Machado, que sabe de gente de su propio partido, Vente Venezuela, que ha sido en las últimas horas acorralada, detenida y desaparecida; porque el fiscal general ha anunciado detenciones de periodistas y de defensores de derechos humanos; porque el general Vladimir Padrino López solicitó a Maduro la orden para degradar y expulsar a militares implicados en los planes conspirativos.

Lo otro cierto es que Nicolás Maduro se está alejando de lo pactado en el Acuerdo de Barbados del 22 de octubre. El régimen lo sabe, como también sabe que está monitoreado por el gobierno clave en la concesión de licencias para los negocios de hidrocarburos y gas. Aun cuando Maduro diga que es un “gobierno soberano”, su suerte económica depende del alivio de las sanciones.

El subsecretario de Estado adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental del gobierno de Estados Unidos, Brian A. Nichols, hizo el oportuno recordatorio: mostró inquietud y preocupación frente a la detención y persecución de líderes opositores, consideró que las acusaciones carecen de fundamento y precisó que la “hoja de ruta electoral de Barbados exige una cultura de tolerancia y coexistencia política, así como igualdad de condiciones para todos los partidos políticos”.

Lo que el pueblo venezolano desea -además de agua, luz, medicamentos en los hospitales, comida en los platos y sillas llenas en las escuelas- es que haya elecciones. Lo que Maduro tiene que hacer es anunciar cuándo se somete al veredicto de las urnas. No puede seguir manteniendo ese silencio, porque “conspira” contra el derecho de los ciudadanos a expresarse.


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