¿Es efectivamente posible pactar una transición hacia la democracia con el castrismo-madurismo? Como se sabe han proliferado mafias que controlan múltiples negocios, y territorios, en Venezuela. Dentro de esos sectores que aún apoyan al régimen de Maduro o basan sus jugosas actividades en el actual status quo ¿quiénes querrán mantener el poder a toda  costa? ¿Qué incentivos y qué desincentivos reales les podrían hacer conminar a aceptar dejar el poder?

Este breve artículo no tiene la pretensión de responder exhaustivamente a estas gruesas interrogantes, como las anteriormente planteadas. Más bien invitarles a compartir reflexiones, haciendo un alto en el tan largo proceso que hemos estado soportando por 24 años los venezolanos. Observar con detenimiento desde la muy importante y más reciente colina lograda con la extraordinaria victoria de María Corina Machado, que es para toda Venezuela, en las pasadas elecciones primarias. El caso venezolano, como sabemos, hace parte de un fenómeno regional latinoamericano e histórico. Derivado del cambio de estrategia que por estos lares la izquierda guerrillera realizó hacia los años setenta, del siglo pasado, para intentar más bien la llegada al poder mediante la organización de partidos y elecciones. Recordemos que lo logró en Chile y luego se distorsionó en el intento por la manipulación de una parte de esa coalición para derivarlo hacia un sistema castrocomunista. Del otro extremo, la obstinación de negar la evidente realidad de una perturbadora desigualdad económica y pobreza. Todo ello, sin embargo, hizo parte de un proceso de mayor acentuación de dicho cambio estratégico que, con la disolución de la Unión Soviética hacia 1991, dio fin a la tradicional política de contención al comunismo por parte de Estados Unidos; que no sólo aceptaba dictaduras militares para detener el avance socialista en la región sino que sabemos las estimulaba con fórmula de respuesta, ante una descarada intervención político-militar soviética instrumentalizada desde Cuba.

¿Será lo conveniente ahora el negociar hasta constatar cómo se puede ir “corriendo la arruga” de nuestra realidad específica venezolana? ¿Del cómo y del cuándo convenga nuevamente a Estados Unidos el decididamente impulsar el cambio? ¿Se podrá lograr pacíficamente con un régimen como el actual venezolano? Suponen que sí, según se deriva de la actuación del gobierno de Biden, quien procura fijar en el fin de este mes de noviembre un nuevo hito de avance para ello. Si algo no puede negársele a Biden es experiencia. Al responder a una pregunta periodística después del encuentro del pasado lunes con su contraparte el presidente de China Xi Jinping sobre si consideraba a éste un dictador, no titubeó en responder con un sí. Lo que de seguida moderó al afirmar que éste gobierna desde la estructura de un sistema diferente, que como se sabe es del modelo de partido único comunista.

El mundo del siglo XXI se nos está presentando más complejo de lo que los líderes habían podido anticipar. Dicha complejidad, derivadas de tantas situaciones internas de cada país, los avances y retos de sus propias economías, el cambio climático, pandemias, y otros aspectos más bien positivos logrados con ciertos acoplamientos productivos existentes e inversiones, nos mueven a la integración de un mundo cada vez más global y tecnológico. Entre los dos gigantes mundiales, China y Estados Unidos se está jugando prácticamente el destino de la humanidad. La energía es un commodity que lo mueve todo. De Venezuela estos dos grandes gigantes obtienen petróleo. La India también lo necesita. Ello implica administrar con suma sabiduría nuestras interdependencias e impulsar acuerdos para avanzar en beneficio de nuestra nación.

¿Implica lo anterior que deberemos ceder hasta el punto en que se seguirán tolerando toda clase de violaciones de los derechos humanos? ¿Es posible negociar con quien te secuestra, asesina, tortura e impone la huida del territorio de tu patria? ¡En Venezuela ya somos prácticamente 8 millones de ciudadanos, la cuarta parte de la población, los desplazados y abusados por un régimen tiránico!

Es vital comprender que existen actores políticos que antes estuvieron con Chávez, dentro de un cierto derecho de legitimidad de origen de su mandato, para conquistar y comprometerlos hacia el cambio, construyendo cada vez, más y mejores, espacios de consenso entre los venezolanos de bien. Todos los que aspiramos a vivir en nuestro país, dentro de los cambios requeridos, y con las reglas de juego claras e institucionalizadas para una vida nacional de progreso compartido.

La fundamentación en valores y principios esenciales para la vida digna y en libertad debe asumirse con toda la responsabilidad de la consistencia y la fortaleza política estratégica, indispensables. Estrategia que posibilite a quien la practica dar resultados favorables y progresivos, e ir sustentando así avances en plazos: cortos, medianos y largos. Ello significa ir hasta el final con el establecimiento de un orden de cosas civilizado y suficientemente robusto institucionalmente. Que dé garantías de mejoramiento continuo e impida la involución, tan dolorosa, como la que podemos registrar hasta ahora en varios ejemplos. Casos tan distintos y a la vez con lugares comunes o infiltraciones que los acercan y que nos alertan ante un posible fracaso posterior a la negociación.

Sea cual sea el método, por ejemplo el asumido del acompañamiento por Oslo, debemos aprender de la necesidad de cumplimiento de una rigurosa agenda de implementación de los acuerdos logrados. De nuestra situación de relaciones con Irán, China, Rusia, las FARC disidente y el ELN tenemos que conformar un grupo de expertos para atender las más que amenazas existentes. Del empoderamiento de Hamás por inacción oportuna en la franja de Gaza hay que aprender. Desmontemos desde ya la injerencia de Irán en Venezuela. Ello lo podríamos caracterizar en este artículo como una alerta a tiempo parafraseando el dicho popular que reza: “Cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en Barbados”.

@gonzalezdelcas/[email protected]


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