Hay una guerra sangrienta que sacrifica desde hace meses a Ucrania. Hay otra, política y económica, que se libra a nivel mundial de la que somos parte, al menos en sus consecuencias. Hay una tercera, que parece cubrirlo todo, la de las comunicaciones. En ella todos perdemos.

Respecto de la guerra de Ucrania los analistas orientan nuestra atención a las estrategias militares, a la acción de la política internacional, a los efectos para la economía, a las nuevas realidades geopolíticas. Abogan muchos de ellos por el realismo y lo que eso significa en términos de poder, de manejo de los equilibrios y de ejercicio real de la soberanía. Se preocupan unos por el avance o el resultado de las operaciones, otros por el desenlace. Hay quienes solo conciben un final de ganadores y perdedores absolutos,y quienes anticipan y alientan como irremediable y deseable un final marcado por la conciliación. Hay quienes se manifiestan más interesados por los efectos en el plano económico actual y futuro, mientras otros se inquietan por los nuevos equilibrios, por una nueva geopolítica, por una Rusia más tentada a un acercamiento con China o más consecuente con un pasado ligado históricamente con Occidente.

Yehezkel Dror, profesor de la Universidad Hebrea, conocido como el Henry Kissinger israelí, advierte que el realismo ha faltado en gran medida en el plan de juego de Occidente. “Esta guerra, como la mayoría de las guerras, terminará sin un ganador absoluto”, concluye y se lamenta de la ausencia de un verdadero «orden basado en reglas». Lo que existe actualmente es, a su juicio, “solo un sistema internacional parcialmente coordinado” insuficiente para garantizar la seguridad mundial. Cuando afirma que “Rusia es, y seguirá siendo, un importante socio indispensable en el escenario mundial” no hace sino coincidir precisamente con Kissinger, quien advierte que infligir una aplastante derrota a las fuerzas rusas en Ucrania tendría consecuencias desastrosas para la estabilidad a largo plazo de Europa. A juicio de ambos, los líderes europeos no deberían perder de vista la relación a más largo plazo y tampoco arriesgarse a empujar a Rusia a una alianza permanente con China.

El tema común es el de la seguridad, de cada país, de cada bloque, la tradicional o histórica, o la generada por el desarrollo tanto de poder propio como, de manera cada vez más importante, por el de las alianzas. A la vista de los estrategas están las nuevas amenazas, la posibilidad de disuasión, la construcción de “un ecosistema de defensa” como advierte el Departamento de Defensa de Estados Unidos en documento reciente.

El tema de la seguridad, sin embargo, depende cada vez más de otro que toca a la sociedad en su conjunto y a cada individuo. Es el de las comunicaciones. Cuando más necesidad tiene el mundo de certezas, el de las comunicaciones se vuelve cada día más difícil, oscuro e intransitable. La lucha entre democracia y autoritarismo es también la de una información con verdad y sentido y la de una información como instrumento de control y dominio. Un mundo de información manipulada es cada vez más propicio para los autoritarismos. La tormenta diaria de información falsa, interesada, tergiversada, mediatizada, orientada a crear confusión o escándalo, a sembrar falsas verdades, falsos compromisos, temores o ilusiones, visiones desviadas de la realidad, alimenta un poder indefinido, poco controlable, amparado simultáneamente en la figuración y en la máscara de impersonalidad.

El incontrolable poder de las redes se ha convertido en el instrumento para promover un clima oscuro en el que más información no es mejor información, ni más claridad, ni más confianza. Un sistema de información así debilita los verdaderos liderazgos y los pervierte en la figura de influencers. Convertido en refugio de muchos, el mundo de las redes alimenta la enorme crisis de credibilidad que hoy nos afecta y sostiene los abusos del poder, tanto del anónimo y difuso como del personalizado y concreto. Si alguna conclusión se puede sacar de este clima de confusión avivado por los torrentes de información diaria es que en esta guerra todos perdemos.

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