La idea de un mundo silente y sin vida podría ser una realidad de no reconvertir los patrones con los que el hombre castiga a la naturaleza. Fotografía Gabriele M. Reinhardt

¿Cómo sería si una mañana de sol radiante no escucháramos el trinar de los pájaros? ¿Qué serían los campos sin los zumbidos de las laboriosas abejas? ¿Cuál sería el valor de los suelos sin los afanosos escarabajos que remueven el suelo? Es difícil imaginar el océano como un espejo inerte en el que no existiesen cardúmenes de peces y que el lecho del mar solo inhóspita arena, y unos solitarios bosques en lo que no se vean las huellas de los animales ni que en las noches merodeen los depredares en las profundas selvas…  La vida es un conjunto armonioso de criaturas que están conectadas entre sí y cualquier alteración del orden en la naturaleza, por minúscula que pareciere conlleva a un quiebre en la totalidad del natural equilibrio.

La expansión del modelo económico establecido a partir del final de la Segunda guerra mundial obligó a un reordenamiento de los medios de producción;en ese contexto, el rumbo de la agroindustria incrementó su productividad hasta superar todos los registros del pasado. Un nuevo esquema que pudiera satisfacer el creciente aumento de la demanda alimenticia fue el camino por el optaron todas las naciones, especialmente aquellas que contaban con los recursos económicos y tecnológicos para alcanzar tal fin. En la búsqueda de lograr los objetivos, se implementó el uso de agentes químicos que permitieran combatir las plagas e insectos que amenazaran el rendimiento de los cultivos; es en ese escenario que surge el DDT -Diclorodifeniltricloroeato- como un efectivo agente pesticida. Durante la Segunda guerra mundial fue recurrente la utilización del DDT en contra de la proliferación de los piojos, el eficaz químico permitía reducir drásticamente la población de insectos que se consideraban nocivos para los humanos, posteriormente su utilidad se amplió al sector agroalimentario. Para mediados de la década del cincuenta del siglo XX, un reducido y discreto grupo de científicos se atrevió a poner atención a las consecuencias del modelo de desarrollo implementado en tiempo de la posguerra.

Gracias a estos estudiosse pudo comprobar que los elementos tóxicos utilizados en los cultivos o en los pesticidas para combatir zancudos y otras plagas, generaban un sedimento de esas sustancias en los organismos vivos, lo que acabaría afectando irremediablemente a la biosfera. El auge de los movimientos ecologistas y conservacionistas tienen en sus cimientos a la obra de la bióloga y naturalista Rachel Louise Carson (1907-1964), quien en 1962 logró con su libro Primavera silenciosa, una telúrica llamada a la reflexión. Carson puso interés en el creciente uso indiscriminado del DDT y su incidencia en el ambiente.Desde su aparición el libro despertó una alarma que tendría eco en sectores de los Estados Unidos, donde el tema ambiental se posicionó como centro de discusión que se expandió paulatinamente a otras naciones. Carson ya había publicado títulos que le merecieron el reconocimiento por la forma didáctica con la que planteaba temas relacionados con el planeta: Bajo el viento del mar (1941), El mar que nos rodea (1950) y El borde del mar (1955) conforman la trilogía dedicada a exponer detalles fascinantes del medio acuático marino.

Rachel Carson es un ejemplo de valentía, compromiso y sensibilidad. Ella realizó un llamado de atención sobre el accionar del hombre contra la naturaleza

El poderoso sector agroindustrial respondió a la publicación de Primavera silenciosa con una despiadada ola de descalificación y menosprecio por el trabajo expuesto por Rachel Carson. Argumentos carentes de racionalidad fueron esgrimidos en procura de disminuir el impacto de los argumentos presentados por la investigadora:no poseía un doctorado, sus estudios eran sobre biología marina, su condición de mujer y finalmente, al atentar contra el establecimiento empresarial, fue señalada de espía y comunista. Por fortuna, la sensibilidad y planteamiento sencillo pero contundente con la que la autora dotó a su texto, lo convirtieron no solo en un éxito de ventas sino que fue la chispa que encendió la controversia y que dispararía en la opinión pública la necesidad de exigir información que expusiera los peligros a los que la población estaba sometida por la contaminación de sustancias químicas en el sector agrícola, lo que significó el despertar de una consciencia que abrió el debate sobre la acción del hombre en la Tierra.

La frenética carrera industrial, los niveles polución alcanzando dramáticos límites, el incremento desmesurado de la población mundial y el muchas veces denostado cambio climático,se hacen evidentes en los estragos ocasionados por nuestra especie. El presente nos obliga a una reflexión y reestructuración de la relación con los otros elementos que conforman la red de vida que sustenta la existencia. Seguir ignorando las alertas nos conduce a un irreversible escenario en el que el quebranto de la naturaleza ocasionará  que sea inviable sobrevivir en la Tierra. La tarea es ardua e implicaunos drásticos pero necesarios cambios en los esquemas de producción y consumo. Si continuamos priorizando el crecimiento económico y el mercado por encima de las aguas y el aire, en unos 100 años estaremos ante el más peligroso futuro: la extinción. Muchos científicos han dedicado gran parte de su trayectoria a intentar crear consciencia en la humanidad, por desgracia trabajos como los del virólogo Frank Fenner (1914-2010), que vaticinó que en el siguiente siglo desapareceremos, han sido desestimados. Si bien es cierto que desde que alcanzamos este grado evolutivo, el homo sapiens ha modelado el entorno, jamás en 45 millones de años (tiempo estimado del planeta), un breve lapso de tiempo había condicionado el orden natural como se ha hecho en último siglo, es por esto que algunos científicos han catalogado esta era geológica, por los impactos que hemos ocasionado a los ecosistemas, como el Antropoceno.

La publicación de Primavera silenciosa (1962) generó tal controversia que la industria agroquímica desató un feroz ataque contra Carson y así desacreditar a la autora

El legado de la pionera Rachel Carson fue finalmente reconocido en 1972 cuando la administración del presidente Richard Nixon prohíbe la aplicación del DDT, sentando un precedente que va a repercutir en todo el concierto de naciones y que dará inicio a una creciente preocupación por el medio ambiente.El ecologismo tiene en Rachel Carson una de sus fuertes raíces y su inquietud por la naturaleza la convierten en un ejemplo a seguir; la actual generación debe buscar en la obra de esta insigne estudiosa una luz que permita vislumbrar soluciones a los grandes retos que tenemos por delante. En el presente se ha extendido el uso de pesticidas supuestamente menos perjudiciales como los neonicotinoides, mismos que están señalados como causantes de la disminución de la población de abejas en todo el orbe.

El humano guarda en sí mismo la grandiosa capacidad de creación, por desgracia en esa misma grandeza residen aspectos destructivos que han marcado el destino no solo de nosotros sino el de todas las criaturas con la que compartimos este único hogar. Es urgente el transformar la ruta que lleva al desastre absoluto y que nos condena y hace innobles de las capacidades que poseemos. Debemos conectar con la esencia natural y hacernos parte de todo lo que nos rodea: identificarnos en cada átomo y vernos nosotros mismos en el resto de plantas y animales, de lo contrario, más temprano que tarde estaremos en un mundo hostil, en una primavera silenciosa donde solo se escuche la desesperante ausencia.

 


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