El campo petrolero venezolano donde transcurrió mi infancia, que tuvo urbanizaciones construidas con criterios arquitectónicos de especialistas en obras públicas y pero también privadas, donde las empresas transnacionales satisfarían nuestras necesidades fundamentales [acceso a productos alimenticios, asistencia e insumos médicos, agua potable, telefonía, transporte, escuelas y custodia] fue abandonado luego de la consagración del “socialismo del siglo XXI”. Recuerdo varias zonas residenciales donde las familias vivían cómodas, sin la presencia amenazadora de forajidos amparados por distintos gobiernos de la “cuarta república”. La debacle de una de las principales empresas petroleras del mundo, Petróleos de Venezuela, fue inducida por una organización de criminales cívico-militares dirigida por quienes son indiscutibles enemigos de la humanidad: los comunistas.

La barbarie socialista exterminó la mayor fuente de ingresos que tuvo nuestro país, hoy en quiebra. Aparte, los venezolanos fuimos gradualmente esclavizados en el curso de poco más de veinte años. Entre sus propósitos fundamentales, los exterminadores profesionales no excluyeron a las universidades autónomas: hoy, dolorosamente, devastadas. El universitario resiste penurias a causa de sus míseras remuneraciones, pero lucha, insiste en mantenerlas abiertas.

Hambrear y enfermar pueblos forma parte de una metodología harta conocida en el mundo, desde cuando intelectuales de la Era de la Ilustración discernieron sobre la idea de fomentar la lucha entre clases sociales: y endiosar a individuos o grupos con poder sobre ejércitos. La Historia Universal de Atrocidades prueba que los seres menos humanos estamos obsesionados por el poder político-castrense, la monumentalidad y ventaja. Luchamos por estafarnos unos a otros, acumular bienes de fortuna, productos de consumo masivo que se presume no son perecederos. Anhelamos habitar ciudades maravillosas, por sus tecnologías y centros culturales e investigación científica. Pero: lo grandioso es nada ante sucesos que, aun cuando predecibles, nadie podrá, jamás controlar. Ejemplos: la escasez global de combustible, aparición de virus, los terremotos, calentamientos atmosféricos, nevadas excesivas, deslaves, inundaciones, choques de objetos extraterrestres contra el planeta, rebeliones, guerras civiles, et.

Cuando tenemos suficientes próceres impresos para gastar en lo que nos place, lucen grandiosas las juergas, los vehículos, equipos domésticos y ropas lujosas que miramos en tiendas para comprar. Vestimos para exhibirnos, ser envidiados, recibir elogios, acumular seguidores, enemigos o gente dispuesta a imitarnos. Hasta los riesgos de adentrarnos al fascinante mundo de los opulentos es dopamina. Ninguna cosa es imposible de adquirir, la seducción carece de importancia frente al brillo del oro y tropas bajo tu mando. A quienes enferma la desigualdad, les digo que lo grandioso es nada. Más allá de nuestra imaginación, inteligencia y materia no tienen cupo.

@jurescritor


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