Bloomsday

Inmersos como estamos en una tragedia sin fin, sin desenlace, olvidamos que, para otros, más afortunados, las tradiciones han empezado de nuevo a florecer, a festejarse, y se ha combinado la prudencia, a la que obliga la pandemia, con una buena dosis de esparcimiento.

Así, en Dublín, esa ciudad que James Joyce amaba y destetaba al mismo tiempo, celebra cada 16 de junio el famosísimo Bloomsday.  Durante esta celebración, los dublineses, como también los visitantes de la ciudad, recorren las calles donde se desarrolla la novela de las novelas, la obra maestra del gran escritor británico James Joyce (1882-1941), Ulises. Y, este año 2021, Dublín celebró de nuevo el Día de Bloom, en memoria del protagonista de Ulises, Leopold Bloom. El año pasado, esa festividad tuvo que ser cancelada por la pandemia, pero Dublín volvió a ser escenario de este afamado festejo que desde 1954 llena las calles de la ciudad; los dublineses han sido muy originales y adaptándose a la coyuntura planetaria, ha combinado actos presenciales con actividades en línea.

Más de uno preguntará, ¿quién era Bloom?, ¿qué tan especial es como para que una ciudad como Dublín dedique un día a su recuerdo? Situemos, en primer lugar, a Ulises, la novela, publicada en 1922. En esta obra, Joyce exhibió su gran dominio en el uso del monólogo interior – stream of conciousness – y de los efectos metaliterarios, consiguiendo narrar una nueva versión de la Odisea, mediante el viaje interior en veinticuatro horas de la vida de un dublinés, Leopold Bloom. Este y Stephen Dedalus llevan a cabo varias acciones cotidianas como es almorzar, ir al pub, visitar un burdel, asistir a un entierro, un día cualquiera de la cotidianidad de unos dublineses. Y, mientras tanto, esos mismos personajes, como seres humanos que son, tienen pensamientos, recuerdos, evocaciones, sueños, deseos; y, la ciudad, protagonista también de la novela, vibra y reproduce los sonidos propios de una urbe: resonancias, algarabías, murmullos que en la obra cobran vida, se manifiestan, se hacen patentes.  Ese día es el 16 de junio de 1904, en Dublín. ¿Por qué esa fecha? Porque es el día justamente cuando Joyce conoció a Nora Barnacle, quien sería su compañera de por vida.

Leer Ulises requiere tener presente que hay claves para comprender el mundo simbólico que retrata Joyce. La Catedrática de Filología Inglesa en la Universidad de Burgos, I. Praga Terente, dice que “El propio Joyce explicó algunas claves de su complejidad: es la épica de dos razas (Irlanda e Israel) y al mismo tiempo el ciclo del cuerpo humano, así como el relato de un día”. Ulises tiene más de mil páginas; de lectura muy compleja y difícil, sin embargo, es una obra que ha sido considerada “la mejor novela en idioma inglés del siglo XX”; ha tenido numerosas ediciones y varias traducciones al español, entre las que se encuentra la traducción de José María Valverde, (Barcelona, 1976. Lumen), edición que he usado para este artículo. Es evidente las serias dificultades para verter al español un texto que presenta la complejidad referida.

Hemos dicho que Ulises ha sido catalogado como uno de los grandes clásicos de la historia de la literatura; sin embargo, antes de que esto sucediera, fue considerado pornográfico e inmoral; en consecuencia, fue un libro prohibido tanto en Estados Unidos, como en el Reino Unido.

Hoy, a menos de un año de cumplirse el centenario de la publicación de Ulises -se dice que Joyce recibió la primera edición el día de su cumpleaños, el 2 de febrero de 1922-, Dublín ya no se atemoriza ante la novela; es exactamente al revés, como hemos indicado al inicio del artículo, Dublín celebra cada 16 de junio, el Día de Bloom, el Bloomsday.

Las calles se llenan de joyceanos venidos de todas partes del mundo para evocar al genio y su obra. ¿Cómo lo hacen? Comienzan por desayunar riñones fritos y, luego, van recorriendo cada lugar por donde anduvo Leopold Bloom; caminan por el dear, dirty Dublin, -así lo recordaba Joyce-. Ahora bien, amigo lector, ¿usted no es admirador de Joyce, no conoce la obra? No importa; igual puede disfrutar de Dublín, bien sea en el Bloomsday, o cualquier otro día del año.

Pero, en el Día de Bloom, los visitantes deben cumplir con ciertas tradiciones y seguir la ruta. Ante todo, la vestimenta: trajes al estilo eduardiano, es decir, las mujeres con faldas largas hasta el suelo, con sombreros grandes y profusamente adornados. Por su parte, los hombres con traje formal (chaqué) o bombines con traje completo (chaqueta, chaleco, camisa y pantalón). Hay un elemento obligatorio: el sombrero cantonier de paja. Este sombrero se caracteriza por tener el ala estrecha y plana, y la copa baja, cilíndrica y rodeada por una cinta. Una vez engalanados, se debe recorrer las calles y visitar alguno de los lugares más distintivos del Ulises, por ejemplo, ir al James Joyce Cultural Centre de Dublín; pasear hasta Hardwicke Place para escuchar el sonido de las campanas de Iglesia de St. George. Este tañer de las campanas, Bloom lo tarareaba como un “dingdón, dingdón”. Imperdible la visita al Cementerio de Glasnevin; se debe caminar hasta Night Town, actual James Joyce Street. ¡Cómo olvidar entrar a la Farmacia Sweny, Bloom compra en ella un jabón de limón! Parada también obligatoria: el Pub David Byrnes, donde Bloom se detuvo para comer, y pidió un sandwich de queso gorgonzola y un vaso de vino de Borgoña. Se debe seguir con el Kiernan’s Pub; llegar a las afueras de Dublín, en Sandymount Strand. No olvide visitar la Torre de Sandycove, pues allí comienza todo y deténgase en La escuela. Para cerrar la Ruta de Ulises en Dublín, otra visita imprescindible es el Museo MoLI, instaurado para exponer el trabajo de James Joyce.

Durante este recorrido, verá a los fans de Joyce narrando, en cada esquina, partes de la obra del escritor; podrá disfrutar de alegres charlas sobre su novela; podrá asistir a exposiciones, disfrutar de conciertos y conocer cabarets, donde se homenajea a Joyce y al Ulises.

En breves palabras: las calles dublinesas se llenan de cultura. Y quien conozca la historia de Irlanda, sabe que Dublín ha sido escenario de guerras, violencia, terrorismo. Aun así, los dublineses han sido capaces de mantener sus tradiciones y definir su propia identidad.

En Venezuela se llegaron a vivir períodos esplendorosos, donde también la cultura brillaba en las calles. Bastaría con recordar el Festival Internacional de Teatro, o la temporada de la Zarzuela que se presentaba en el Teatro Nacional, que se llamó también el Teatro de la Zarzuela, mientras que el Teatro Municipal presentaba óperas, obras de teatro.  Cuando se construyó el Teatro Teresa Carreño, sus escenarios albergaron momentos gloriosos del arte y la cultura. Pudimos disfrutar del Ciclo de Oro de Gallegos en RCTV.

Insisto, sin universidades y sin cultura, una nación se desintegra. Volvamos a llenar las calles de cultura, recuperemos nuestras casas de estudio. De nada valdrán las demás acciones, si estos templos del saber se pierden.

@yorisvillasana


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