En Venezuela, un paciente oncológico que requiera quimioterapia necesita aproximadamente 190 sueldos mínimos para cumplir con un solo ciclo del tratamiento. Si se calcula en divisas estadounidenses, debe contar con 700 dólares por sesión.

Con ese monto debe comprar los medicamentos para la quimioterapia, cancelar la colocación y la atención médica que requiere. Todo esto cada 21 días y por las veces que el médico haya determinado. Si se siguen sacando cuentas, con la misma cantidad que el régimen compró los 80 vehículos de patrullaje y de lujo se hubieran podido beneficiar más de 4.500 venezolanos con cáncer.

No es que se necesiten más pruebas para entender cuáles son las prioridades de la cúpula rojita, pero la noticia de los 3,2 millones de dólares que gastaron en vehículos último modelo y blindados es un grito fuerte y claro de que lo que les importa es mantener el nivel de vida corrupto que llevan desde hace años.

A ellos no les preocupa la salud del venezolano común, mucho menos de los que enfrentan cáncer u otras enfermedades. Estos pacientes deben, además de todo, lidiar con el estrés de buscar los medicamentos y pagarlos al precio que le pidan porque saben que en ello les va la vida.

Que no vengan a decir que existen las farmacias de alto costo para suplir de fármacos a los enfermos de cáncer y a los trasplantados. Lo más seguro es que a ninguno de ellos les haya tocado ir a la sede de Los Ruices y hacer una cola de siete horas para que al final les den las medicinas incompletas o ni siquiera las consigan.

En esas dependencias del Seguro Social exponen a los enfermos a una serie de vejámenes que ni siquiera el torturador más despiadado ha podido imaginar. Hay que hacer fila desde la madrugada en la calle y a veces se van con las manos vacías.

Ya se ha hecho costumbre organizar colectas para pagar tratamientos. El venezolano apela a la solidaridad que siempre lo ha caracterizado para conseguir los fondos que le urge reunir. Sin ir muy lejos, algo se intentó con el poeta Rojas Guardia, aunque fue demasiado tarde. Y así como este intelectual venezolano, cada día muchos mueren sin recibir las debidas atenciones.

Pero ellos prefieren gastar su dinero en automóviles lujosos que vengan reforzados para su valiosa seguridad antes de garantizarle la vida a los que dicen gobernar. Por supuesto que jamás pasarán por un trance semejante, porque ni sorprendidos por el covid-19 les faltará nada.

No hay que perder de vista que mientras la población se hunde en la pobreza, sin servicios básicos ni de salud, los rojos rojitos pasan su convalecencia en las mejores condiciones y con la absoluta certeza de que se recuperarán.


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