Alguna vez se creyó indispensable la coalición con los partidos comunistas en las experiencias, digamos, progresistas de poder, por lo menos haciendo caso del esquema leninista que los sobredimensiona históricamente al monopolizar la representación del proletariado.  Huelga comentar lo acaecido en la Unión Soviética de un universal conocimiento, aunque ya pugnan versiones que lo justifican, observando la particular y desenfadada evolución del partido en China, la confiscación que hicieron los Castro de una organización que jamás la sudaron en Cuba, o la prescindencia de lo que ha parecido todo un estorbo para los constructores y beneficiarios del llamado socialismo del siglo XXI.

Entusiasta e incansable promotor del soldado que encabezó la intentona golpista de principios de los noventa del siglo XX, por muy predecible que fuese, no deja de sorprender la reciente detención de dos militantes del Partido Comunista de Venezuela, al incorporarse a un más extenso acto de protesta en las calles del centro caraqueño, o el decidido y solitario voto adverso del que dejó constancia respecto a la Ley Orgánica de Zonas Económicas Especiales, hermanada la histriónica oposición con el oficialismo para explicar la naturaleza misma del espurio parlamento de 2020.

Siempre nos causó curiosidad la vacilante conducta de los dirigentes del PCV, por lo menos en el hemiciclo, desde 2011, por la orientación de sus discursos y la inocultable inseguridad que los embargó al recibir las instrucciones y órdenes dictadas in situ por los jerarcas del principalísimo partido de gobierno. Concursando como un pariente pobre y lejano en la festejada alianza de los camaradas de La Habana con otros y muy privilegiados voceros, adscritos a las entidades hereditarias del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), quizá ha operado un cierto complejo de culpa entre los pecevistas sucesores de aquellos connotados líderes que escenificaron un serísimo pleito con el Fidel que los quiso inmolados a favor de la insurrección armada, cuyo fracaso militar se hizo demasiado evidente ya en las postrimerías de 1966, como políticamente patente tres años antes.

Un sociólogo ideológicamente afín, como Octavio Rodríguez Araujo, ha versado sobre la pasividad de los comunistas a los que tanto condicionó la Guerra Fría en este lado del mundo, auspiciando por entonces la división y radicalización de los partidos socialdemócratas, con sus vertientes trotskistas, maoístas y fundamentalmente castristas (Izquierdas e izquierdismo, 2002: p. 170), por lo que luce dispensado de todo remordimiento el partido que tuvo por fundadores a Gustavo Machado y Juan Bautista Fuenmayor.  Prosiguiendo con el autor, hubo que esperar cierto tiempo, aunque no mucho, para caracterizar de izquierda o centro-izquierda al novel gobierno de Chávez Frías dejando, eso sí, constancia de una derecha como “realidad activa y poderosa” (Derechas y ultraderechas en el mundo, 2004: 71,86). No obstante, a aquella izquierda marxista venezolana tan fragmentaria que tuvo en su haber el respaldo a la candidatura presidencial de Caldera, igualmente pueden aplicársele determinadas hipótesis, como la de una existencia artificial, dependencia económica y doctrinaria, ambigüedad crónica de posturas, falta de iniciativas e improvisación teórica, que Rodríguez tuvo ocasión de trabajar con Manuel Márquez Fuentes en un ya remoto título (El Partido Comunista Mexicano, 1973: 13).

El archipiélago marxista del patio tuvo oportunidad de cruzar el umbral de las puertas del poder al materializarse el viejo propósito de infiltrar a la corporación castrense, e inició el presente siglo con la satisfacción de un revanchismo político ilimitado, como si la concertación electoral estuviese blindada por una suerte de budismo a toda prueba. Esto es, decretada la paz perpetua al interior de los novísimos elencos oficiales, definitiva y suficientemente entendidos, diferenciados de cualesquiera grupos o movimientos sociales, controladas todas las funciones de representación que la generosa fórmula del poder popular concede.

Extendido el fenómeno a expresiones que ostentaron una importante fuerza electoral, como el Movimiento Electoral del Pueblo (MEP), o desarrollaron una línea subversiva que sirvió también para acreditar a Chávez Frías, valga acotar, recurrentemente autorreferenciado como una suerte de guerrillero en comisión de servicios en las Fuerzas Armadas Nacionales. Un concierto de partidos de desiguales dimensiones, compartieron y coparon los muros de la ciudad y del campo, en tiempos de una inclemente propaganda, como si fuesen socios igualitarios y no realmente subsidiarios del partido presupuestario por excelencia en toda la historia venezolana.

Jamás se trató de un Frente Popular en los términos política y estratégicamente conocidos en casi cien años, y la otrora alianza obrero-campesina de los viejos manuales, devino cívico-militar, posmarxista y militarista. La prioridad es la de defender por la fuerza al régimen, cuando así lo requiera, favoreciendo a aquellas agrupaciones capaces de hacerlo, aunque los colectivos armados ya pueden auto-sustentarse y la corporación castrense adquiere los visos de un peculiar reducto leninista.

Convengamos en un vasto clientelismo también animado por el hedonismo del poder, distribuido en curules edilicias y parlamentarias, cargos y contratos ministeriales y locales, por ejemplo, mas no en la ilusa confederación de partidos que trasluce muy de vez en cuando la narrativa oficial y oficiosa. Además, solo unifica y disciplina el presupuesto público nacional.

Acontecido con otros partidos, pesará por siempre la amenaza de judicialización del PCV, sin subestimar las diferentes condiciones que generarán las zonas económicas especiales al ensanchar el clientelismo prebendario de siempre, aunque reduzca simultáneamente el número de beneficiarios reales, concretos y perpetuos. Nos preguntamos si hubo alguna vez, por ejemplo, un sistema oficialista de partidos.

@luisbrraganj


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!