Nadie debería sorprenderse de las arbitrariedades cometidas, en vida, por Hugo Chávez y ahora por su carnal Maduro. Ambos fueron responsables de las asonadas militaristas perpetradas durante los días 4 de febrero y 27 de noviembre del año 1992. Ese fue el epicentro de este terremoto político que ha estremecido a nuestro país, al extremo de dejar en ruinas sus instituciones fundamentales, fracturar sentimentalmente a los venezolanos y ocasionar un daño moral de grandes disensiones, ojalá no irreparable.

Era más que evidente el talante autoritario de Chávez. Por eso desde que asumió el poder, después de usar indebidamente las virtudes de la democracia, se mostró iracundo, arrogante, con ese tono propio de sabios ignorantes y con sus aires de caudillo empotrado en su casaca militarista.

¿Es que acaso nos olvidamos de la manera atrabiliaria como juró, posando su mano sobre lo que para él era una “moribunda Constitución”? Todavía es materia de debate ese fuero supraconstitucional del que se valió Chávez para hacer lo que mejor le vino en gana y así realizar un referéndum que terminaría con la aprobación de una nueva carta magna el 15 de diciembre de 1999. Esa misma ley mayor que violó a su antojo, sin recato alguno.

Nadie debe sentirse sorprendido si nos atenemos a los antecedentes de esta satrapía. Cerraron Radio Caracas Televisión, liquidaron cadenas de radio como la Belfort, fueron sancionando a los medios libres, golpeando, apresando y enjuiciando a periodistas, hasta coronar su perversa estrategia de controlar las líneas informativas.

En materia de violencia, comenzaron con los círculos bolivarianos, esos que Chávez prometió desactivar después del diálogo que moderaron los ex presidentes Jimmy Carter y César Gaviria. Se burló de esos acuerdos. Más bien fortaleció el equipamiento bélico de esos grupos y los redimensionó creando los colectivos y entronizando en los cuarteles a las Milicias, con las que amenaza constantemente la paz de las familias venezolanas.

¿Se olvidarán del paquete de 49 leyes, que se empeñó en imponer a los venezolanos? ¿Se acuerdan de la Ley de Tierras con su estela de desafueros? Son miles de ciudadanos que aún lloran por sus tierras arrebatadas, por sus fincas asaltadas, por sus fábricas expropiadas, hoy en día arruinadas por sus centros comerciales o por sus edificios como el de La Francia, objeto también del absolutismo con que han venido procediendo estos dictadorzuelos.

Espero que tengan presente las escenas ensangrentadas dentro del Parlamento nacional, cuando en varias oportunidades las huestes de esta narcotiranía golpearon salvajemente a nuestros diputados.

Espero que tampoco se olviden de que despojaron de competencias a las gobernaciones y que a Antonio Ledezma le montaron un parapeto paralelo después de que ganó, contra viento y marea, la Alcaldía Metropolitana.

Nadie debe olvidar cómo han venido asesinando a venezolanos, porque no toleran la disidencia. Nadie debe olvidar cómo han robado, despilfarrado o regalado a sus amigotes del Foro de Sao Paulo, nuestras divisas.

Así como tampoco debemos olvidar la hilera de fraudes, hasta el extremo de mantener en desacato a la legítima Asamblea Nacional.


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