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Según las teorías e investigaciones de diversos psicólogos, las relaciones con amigos, hermanos, novios y amantes o esposos dependerán de cómo nos relacionamos en la infancia con nuestra madre, padre y persona que nos cuidó.

Para ser una persona segura de sí misma y, por ende, tener relaciones funcionales en la adultez, los niños necesitan amor y un vínculo estrecho en esas primeras relaciones. Necesitan tener la certeza de sentirse amados y aceptados como son. Si este apego fue bueno, si mamá, papá y quien nos cuidó estuvo ahí para nosotros y nos dio amor, seguridad y un gran vínculo de afecto, entonces tendremos una persona segura emocionalmente que podrá establecer «una pareja segura».

La estabilidad emocional, la autoestima y la seguridad en nosotros mismos está muy determinada por estas primeras experiencias. Podemos entonces tener personas seguras, sin miedo a la cercanía, a la intimidad o personas evasivas y ansiosas, con serias dificultades para establecer relaciones sanas y funcionales. Estas últimas estarían sufriendo trastornos de ansiedad y depresión.

¿Cómo son las personas seguras?

Se sienten cómodas dependiendo de los demás y que los demás dependan de ellas. No les preocupa en exceso que le abandonen. Manejan bien la intimidad y la autonomía. No temen a la cercanía emocional, son felices y confiados en sus relaciones. No les preocupa demasiado estar solas. Buscan y dan más apoyo a sus parejas, expresan sus preocupaciones y no usan estrategias defensivas o destructivas para solucionar los problemas. Sus relaciones se caracterizan por una mayor duración, confianza, compromiso e interdependencia que en los inseguros.

Reconocen su disgusto y aprenden de la experiencia, con fines constructivos. Un amante seguro se siente a gusto con sus relaciones, pero también con su autonomía. No teme la proximidad, ni le preocupa el rechazo. Busca el apoyo de su pareja cuando lo necesita y sabe darlo en reciprocidad. Transforma los problemas en oportunidades para construir confianza.

Los seguros son personas que pueden vivir perfectamente sin establecer vínculos estables de pareja. Saben disfrutar su soledad. No son celosos ni posesivos, tienen ideas sobre los amores realistas y positivos. Si es necesario terminar una relación, lo hacen y saben vivir el luto y aprenden a rehacer su vida. Los adultos seguros recuerdan a sus padres como personas accesibles, cálidas y afectuosas. Son flexibles.

Así, la pareja casi perfecta sería entre dos personas seguras.

Se apoyan uno al otro, y alternan roles de dependencia y soporte, según las circunstancias. Cada uno sabe apreciar los pensamientos y sentimientos del otro, sin proyectar los propios. Ambos son capaces de expresar sus necesidades y reconocer las del otro. Ambos llenan las necesidades que todos tenemos de sentirnos amados, cuidados y comprendidos.

Dios no nos permite perder el tiempo. La pareja es el lugar perfecto para crecer y desarrollarnos, allí aprendemos lo más importante: «Lo esencial es invisible a los ojos», como escribió Antoine de Saint-Exupery en El Principito.

www.NancyAlvarez.com


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