Fue en el Teatro Municipal de Caracas donde escuché por primera vez esa pieza. Era un concierto de la Orquesta Sinfónica de Venezuela.  Llevaba alrededor de media hora oyendo aquella suite, compuesta por Modest Músorgski, originalmente para piano, y orquestada por Ravel. Cuando comenzaron a sonar los metales y los leves toques de tambor, el ambiente se espesó… Todavía recuerdo aquella atmosfera que arropó la sala. Hablo de Cuadros de una exposición, y la parte a la que me refiero es a «La Gran Puerta de Kiev».

Llegan noticias que bombardean con la misma ferocidad que los aviones enviados por el hijo de la señora Putin a masacrar un país inerme. Mientras tanto, y así como quien no quiere la cosa, los organismos, organizaciones y demás cuevas de haraganes planetarios ponen gesto compungido y condenan los hechos. Hacer, lo que llaman hacer, de eso nada. Y Vladimir lo sabe, actuó con la impunidad del matón que sabe que nadie, por más que pueda hacerlo, hará nada por meterle las cabras en el corral. Todos contemplan con pasiva alcahuetería lo que ocurre. Lo peor son aquellos que sacan “razones” de los fustanes de sus abuelas para justificar lo que nunca puede ser aceptado. Un ejemplo patético es el del robaperiódico monaguense que vociferó: “Los gobiernos defienden su territorio y eso es lo que está haciendo Putin.”

No fue el único, el bigote bailarín proclamó por Twitter: “Desde Venezuela repudiamos los planes perversos que pretenden rodear militar y estratégicamente a Rusia. Todo el apoyo al presidente Putin y a su pueblo. Estamos seguros de que Rusia saldrá unida y victoriosa de esta batalla, con la admiración de los pueblos valientes del mundo”. Mientras que su segundona, Delcy Eloína, por la misma vía eructó, ante las “sanciones” a Rusia: Las medidas coercitivas unilaterales impuestas a países soberanos es la expresión más grosera y bárbara de la extorsión a gobiernos no alineados con los mandatos de occidente. Constituyen además delitos de lesa humanidad al castigar colectivamente a los pueblos. Rusia vencerá!

En pocos días veremos otra sucesión de escenas calcadas a lo que está ocurriendo en Ucrania. Será en Taiwán, los capitostes del partido comunista amarillo ya vieron que pueden hacer lo que les dé la gana, y salga del forro de sus entrepiernas, sin consecuencia alguna. Aunque ya lo habían comprobado años atrás con la contaminación del covid-19 en el mundo entero. No hay límites para apropiarse de todo aquello que les provoque. Ambos países, dignos sucesores de Hitler, Stalin y Mussolini, saben que nadie tiene la voluntad de pararles en su voracidad.

Pienso en una frase del que es, tal vez, el cuentista más renombrado de Ucrania, me refiero a Nikolái Gógol: Pero nuestra generación se ríe, y arrastrada por el orgullo y la vanidad, empieza una serie de nuevos errores, de los que con el tiempo se reirán asimismo nuestros descendientes.

© Alfredo Cedeño

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