Buena parte del cine americano cabalga en  los grandes espacios, tal vez porque sus inicios coinciden con el fin de la marcha hacia el oeste a fines del siglo XIX, acaso porque un barrio de Los Ángeles llamado Hollywood pasó a ser su hogar oficial a principios del siglo XX, y sin duda porque la devoción del público tenía que ver con ese pasado reciente: la conquista de un territorio agreste y desconocido.

Por esos tres motivos un género, el western, reinó soberano durante buena parte del siglo pasado y cuando debió abandonar el centro de la escena, le pasó la antorcha a su hermano menor: el “road movie”, el cine de carreteras, protestatario y rebelde (eran los setenta), pero igualmente poseído por la necesidad de los espacios abiertos. No es sorprendente entonces que a los 91 años, Clint Eastwood, californiano de pura cepa, héroe del western y suerte de cristalización de la leyenda del “maverick”, independiente y rebelde, entregue una película que abreva en estas tradiciones.

La trama es simple. Un ex as del rodeo en decadencia, es conminado por su exjefe a ir a México, rescatar a su hijo de su exesposa y traerlo de nuevo a Estados Unidos. Sorteada la endeblez de la premisa (¿por qué elegir a un anciano para esa misión?), la película esquiva todos los posibles ángulos, que en otro tiempo le hubieran dado a la trama perfiles de coraje y confrontación. Por supuesto que la dama vacila a la hora de desprenderse de su hijo, y luego lanza a sus secuaces (bastante torpes, por cierto) en persecución de los fugitivos. Pero los villanos son apenas una caricatura, un pretexto. Lo que importa son los dos protagonistas, el viejo y el niño, y el gallo de pelea, el “Macho” del título.

Se trata de una aventura, por supuesto, pero es una aventura existencial que desplaza hacia la lejanía el pasado y la tradición que esperábamos del director y del género. En otras palabras, Eastwood vuelve sobre sus pasos porque ya es un anciano. Y lo hace para dar por tierra con los personajes que lo han traído hasta aquí. Ya había reinventado y destruido a “Harry el sucio”, su personaje icónico, con un “duro” amigo de los emigrantes en Gran Torino en 2008. Y ya había lanzado su carrera en pos de personajes débiles enfrentados a poderosos  en circunstancias extremas. Podía ser una boxeadora talentosa (La chica del millón de dólares, 2004), la madre angustiada por el secuestro de su hijo (Changeling, 2008), o los héroes a pesar de ellos, Sully (2016) y Richard Jewell (2019), enfrentados a la hipocresía del poder.

Eastwood había cambiado de estilo y de ángulo, pero mantenía (mantiene) intactos su independencia y su defensa del individuo contra el mundo. Aquí, entrampado en una misión que no ha buscado, pero que eventualmente asume como propia, contradiciendo las expectativas que la trama y sus espectadores podían esperar de él. Es una película reflexiva, por momentos lenta que se detiene morosamente en los ambientes, los personajes secundarios y los gestos mínimos pero reveladores. El protagonista no duerme en hoteles, prefiere la libertad del campo ancho y ajeno, sabe cuándo esquivar una pelea que va a perder y aplica, como protagonista, los mismos trucos que como director. Ya no amerita una peripecia muscular, sino que, anciano frágil al fin, destila un ejercicio de estilo y de sabiduría narrativa que se cuela por entre las inconsistencias de la trama para componer un paisaje al que no le falta ni el final feliz.

Por supuesto, hay un dejo decepcionante en un filme que progresa con la misma dificultad que el viaje de regreso, pero ocurre que todos los “road movies” le han prestado siempre más importancia al paisaje que a la trama, a la cara interna de los hechos que al mero dato argumental. Y Eastwood es consciente de que quema los últimos cartuchos y debe hacerlo con la melancolía y la madurez de los sabios. Lo logra, y una vez más se reafirma como lo que siempre ha sido. Un independiente, capaz de lo mejor (defender a los débiles) y lo peor (apoyar a Trump). Al mismo tiempo y como siempre sorprende con una película distinta de la que podíamos esperar de él. Toda una hazaña a su edad. Ha anunciado que no piensa retirarse. Larga vida, Clint.

Cry Macho. Estados Unidos, 2021. Director Clint Eastwood. Con Clint Eastwood, Fernanda Urrejola, Dwight Yoakam, Eduardo Minett.


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