Desde finales de los sesenta Cuba planeó la estrategia de minar Estados Unidos con drogas, de inmediato Colombia entró en el negocio mundial del narcotráfico, convirtiéndose pronto en el primer productor mundial de drogas ilícitas; el propósito era ruinar el tejido social norteamericano debilitándolo como país hegemón del continente. A partir de los setenta las FARC y el ELN entraron en el narcotráfico y desde los ochenta las FARC son el primer cartel mundial de la cocaína. Colombia tiene como su principal tragedia el narcotráfico, y mientras no se aniquilen los carteles de la droga narcoterroristas, no habrá paz ni progreso sostenibles en el país.

A pesar de los cínicos mensajes de los expresidentes socios de los carteles narcoterroristas -Samper y Santos- la guerra contra las drogas sí ha sido efectiva (con la política de Seguridad Democrática de Uribe se logró ese triunfo, es cuestión de volverla a implementar para volver a lograrlo), y ese discurso de apoyo a la legitimación de las drogas con tinte de objetivo social benévolo, no es más que una máscara que oculta los verdaderos intereses de los carteles: operar legalmente ese opio moderno que azota a nuestros pueblos.

Con la implantación del lema socialismo del siglo XXI, Fidel y Lula encubrieron al comunismo estalinista latinoamericano con un eufemismo, pero fueron más allá, con la creación del Foro de Sao Paulo y la creación de su cartilla que implementa la toma del poder por medio de la vía electoral idearon una metodología exitosa para la instauración de dictaduras comunistas en el continente. La estrategia ya la sabemos de sobra, recordemos sus elementos esenciales: creación de un estado de insatisfacción con la democracia y sus instituciones, invención de un “outsider” que fingiese no ser comunista y recogiese esa insatisfacción del voto popular para lograr el triunfo, llamado a una asamblea constitucional que promulgase una Constitución hecha a la medida de la implantación de la dictadura, recurso al fraude electoral consuetudinario para perpetuarse en el poder.

En Colombia se facilitó la llegada al poder y la promulgación de la nueva constitución,pues con la estrategia de la paz para llegar al poder (https://www.univision.com/noticias/ivan-marquez-habla-con-felix-de-bedout-sobre-el-proceso-de-paz-video) y el acuerdo de paz en el cual Santos le entregó el país, le dio impunidad y elegibilidad asegurándoles además sus  negocios ilícitos, pasó a ser parte del hilo constitucional- mediante un golpe de Estado disfrazado con legitimidad legislativa, al no seguirse la voluntad popular plebiscitaria- es decir, las FARC cogobiernan Colombia por orden de ese acuerdo nefasto Santos-Timochenko. Al Duque acatar e implementar ese acuerdo amainó la llamada del pueblo a modificarlo, tal como lo prometió en su campaña electoral, y hoy en día hay prácticamente un consenso en seguir en ese estado de sumisión a la dictadura del farcsantismo, con una “normalización” de la narcotización.

El socialismo del siglo XXI necesitaba de una turbina financiera que les asegurase la perpetuación en el poder y por eso  se abocaron a la creación de narcoestados, figura que conjuga la tradicional dictadura estalinista, con el monopolio por parte de la élite de poder del narcotráfico y con la inoculación del marxismo cultural, que crea la ilusión de un nuevo orden basado en la permisividad y el rechazo a los valores tradicionales Ese es el nuevo tipo de régimen creado por el Foro de Sao Paulo, y que está vigente en Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Cuba, que con la dotación de inteligencia a estos narcodictadores usufructúa de la permanencia en el poder de sus “colonias” pues el socialismo del siglo XXI es la nueva versión de imperialismo, el cubano.

En Colombia, a pesar del cogobierno de las FARC obtenido, repito, por la incorporación del acuerdo de paz a la Constitución, la sociedad rechaza la imposición de un régimen narcotraficante y por eso es difícil la perpetuación de esa “normalización” narcotraficante. Necesitan de la legitimación por medio de un gobierno electo democráticamente que una vez en el poder imponga a perpetuidad una hegemonía compuesta por los narcoterroristas de las Farc, los colaboradores de esos carteles que le dan fachada política (Santos y sus adláteres) y el establishment hipnotizado que ve “normal” la perpetuación de la impunidad de los criminales de lesa humanidad de las Farc, a tal punto de someterse a la justicia creada especialmente para asegurarles esa impunidad y perseguir a los oponentes de la dictadura.

Colombia está pues a un paso de convertirse en un narcoestado de llegar Petro al poder. Estas elecciones no son una simple contienda, se está jugando la continuidad de la república, el socialismo del siglo XXI está como de costumbre utilizando todas las formas de lucha, incluidas la judicial y la del fraude electoral, para obtener el poder, estamos ante una disyuntiva existencial, comunismo o democracia, pero con el aditivo de una dictadura comunista apoyada del narcotráfico, es decir, un narcoestado.

Solamente si la dirigencia y no solo la política sino toda la sociedad civil y en especial el empresariado, quien es el que tiene más que perder, interioriza esa disyuntiva entre comunismo y democracia y se espabila ante el fraude que prevé el farcsantismo (Fernando Bautista uno de los principales socios de Thomas Greg & Sons, empresa que controla el proceso electoral, es el gerente de la campaña de Petro), llamando a la  corrección del fraude de las legislativas y convocando a un gran proyecto de unidad nacional, Colombia se salva de convertirse en un narcoestado. La posibilidad de esta cruzada antisocialismo del siglo XXI es factible, pues ya se logró posicionar un candidato verdaderamente demócrata como la figura anti-Petro, Fico Gutiérrez debe ser proclamado ya como el candidato único de la democracia colombiana que impida la llegada del narcotráfico comunista al poder, es cuestión de días pero es posible ¡a la acción compatriotas¡


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