Al saber que en Venezuela los que tienen el poder podían declarar la cuarentena por la pandemia del coronavirus (obligar a la gente a mantenerse en casa salvo raras excepciones), mi primera preocupación fue por todas aquellas personas que viven del trabajo diario en la calle ¡y muy especialmente de los que mantienen con ese trabajo a niños y ancianos! ¡Qué va a ser de ellos! ¿Qué comerán en los días que se mantenga la cuarentena? Esas personas han visto su vida destruida desde 2012, cuando comenzaron a percibirse las consecuencias de las políticas socialistas (rentismo-clientelismo, expropiaciones-confiscaciones, controles anárquicos de toda la economía, reducción de todas las libertades, etc.), y ahora esas personas (más del 90% son pobres y más del 30% viven en pobreza extrema) no tienen ahorros y reservas de alimentos en sus casas y deben enfrentarse a perder lo único que les quedaba para sobrevivir (comer diariamente): “el resuelve en la calle”. ¿Qué se puede y debemos hacer por ellos?

La cuarentena por el coronavirus en Venezuela ya ha comenzado (lunes 16 de marzo de 2020) y las actividades laborales no esenciales están suspendidas. Los que mandan no consideran como esencial el “resuelve” para sobrevivir. Los países desarrollados tienen ahorros para estas contingencias, pero los que tienen el poder desde 1999 en Venezuela se encargaron de despilfarrar y robar (dicho por ellos mismos) los ingresos que recibimos por el segundo mayor boom petrolero de nuestra historia, y no contentos con eso llevaron a cabo políticas (¡ya probadas en la historia como ineficaces!) que destruyeron la capacidad productiva de nuestra economía (más del 60% de las industrias han tenido que cerrar). Las personas en los países normales tienen reservas (¡y créditos!) para los tiempos en que no reciben ingresos: desempleo, enfermedad o accidentes; pero en Venezuela por las políticas chavistas esto se ha pulverizado desde el 2012. El crédito es inexistente y los pocos ahorros de cada familia se consumieron en comida y otros servicios. De esta forma la cuarentena nos toma en las peores condiciones y con la posibilidad que se agrave la crisis humanitaria compleja que padecemos.

La inmensa mayoría que recibe salarios en Venezuela no puede vivir con dicho ingreso, debe “rebuscarse” con otras actividades (lo que llamamos “matar tigres” o “resuelve”: trabajos coyunturales). Esto que antes era ocasional se ha vuelto toda una “ciencia” en Venezuela. Toda una realidad permanente y necesaria para sobrevivir. Su desaparición solo tiene una consecuencia: más hambre. Y si esta hambre la sufren los niños y ancianos el impacto es: en los primeros bajo crecimiento y daño en sus capacidades intelectuales, y en los viejos ya se imaginan. No es pesimismo o escándalo, es la realidad con hechos y estadísticas contundentes. Los que viven fuera del país, los que poseen buenos salarios y no necesitan el “resuelve”, es posibles que no puedan verlo e incluso no puedan creerlo; pero así ocurre: lamentablemente somos incapaces de comprender lo que no hemos padecido o simplemente está “lejos” de nuestra realidad cotidiana. ¡Es hora de abrir los ojos! ¡Las mayorías en Venezuela están ante un grave peligro! ¡Si no nos mata el coronavirus nos puede matar el hambre por no hablar de cualquier otra enfermedad! ¿Qué hacer?

1)Los CLAP y bonos por el carnet de la Patria son una ayuda, pero los estudios (y cualquier persona que tenga raciocinio lo entiende) solo alcanza para un pequeño porcentaje de la canasta básica alimentaria que ya ronda por los 61 salarios mínimos (los bonos cuando los dan por lo general tienden a ser mensuales y están entre medio y dos a tres salarios mínimos) y la comida de los CLAP solo representa el 5% aproximadamente del consumo mensual de una familia de 5 integrantes. ¿Piensan llenar el vacío terrible que dejará eliminar el “resuelve de la calle” con estas ínfimas ayudas? Sí, es cierto, peor es nada ¡pero el Estado debe incorporar otros apoyos por la pandemia y hacer que llegue a los más necesitados y sin filtros de lealtades partidistas!

2) Otro medio fundamental para resistir ante lo que puede ser un repunte del hambre: es la solidaridad de la comunidad internacional, de la diáspora y de todos los que sobrevivimos acá. Ya lo dijimos: afuera están en mejores condiciones para enfrentar la pandemia, y hay gente en el país que soporta mejor la crisis debido a que tiene un mayor “músculo económico”. Esas personas deben ser generosas. Nuestra humanidad y muy especialmente la formación cristiana de nuestra cultura, nos exigen hacer sacrificios por los que están en peor situación. No podemos caer en el “sálvese quien pueda”, en la egoísta y estúpida creencia que compartir con los demás será perder nuestras reservas en medio de la crisis. Es la hora de la verdadera fraternidad, heroísmo y santidad. Al preguntar a los demás: ¿cómo están?, ofrezca también su ayuda realmente solidaria.

3) Y por ultimo y no menos importante, y esto atañe muy especialmente a los que tienen el poder, asuman las reformas económicas que permitan una mayor productividad ¡y que tenemos años esperando! Piensen seriamente el hecho de la necesidad que tiene la gente de la economía informal de salir a la calle para lograr sobrevivir. Busquen formulas que combinen esta necesidad junto a la prevención. No vean solo a los países que han incrementado los controles sino los casos como Estados Unidos y muy especialmente el Reino Unido: que ha protegido a la población con mayor riesgo pero permitiendo que la gente siga trabajando. No tengo todas las respuestas pero creo que lo peor es caer en una distopía al mejor estilo “1984”. No niego la prevención para nada y soy obediente de las medidas que se implementan en nuestro país, pero llamo a la necesaria reflexión.

Las “crónicas del hambre” han sido un espacio para señalar cifras de la pobreza y el hambre en Venezuela, y la descripción y análisis de las conductas que se han asumido en medio de tantas carencias. No pudimos dedicarnos a ello por el coronavirus de modo que tendremos que hacer otra entrega dentro de unos meses. Dios nos de vida y salud para lograrlo, y a usted también querido lector.


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