La crisis política no es tanto una pérdida de relevancia, sino algo más profundo y complejo, es una pérdida de confianza de los ciudadanos hacia su clase política. La crisis política afecta directamente a la dinámica política y tras la política, y por un efecto dominó, allí el peligro de esta crisis, su sustancias y efectos. Tiene consecuencias claras en el plano electoral: ante la rotura de expectativas puestas en los políticos, aumenta el voto a partidos antisistema que, aprovechando el clima de crisis económica y social, señalan a la clase política, rotulándola como la causante y la culpable de la situación y se postulan como solución alternativa, caso concreto venezolano: elecciones 1999, el chavismo logró el triunfo electoral suficiente para concentrar fuerzas en torno al liderazgo que Hugo Chávez. Asimismo, se logró la lealtad de la Fuerza Armada para blindar el proceso revolucionario, a través de su incorporación a la gestión gubernamental, y perfeccionó los métodos de control sociopolítico de la población, neutralizando la independencia de las instituciones del Estado estratégicamente dividiendo mayoritaria oposición política.

Pese a las condiciones adversas, tanto en el plano económico como en el terreno político, Maduro ha podido unificarse en torno al propósito vital de controlar el poder y gobernar en minoría. El madurismo tiene varios desafíos en esta crisis política, la falta de apoyo popular, el naufragio de la economía, el descrédito internacional y la pandemia. Con 80% de rechazo según nuestras encuestas, Maduro debe hallar alguna forma de solución para estos problemas si quiere darle continuidad a su poder hasta 2024.

Ya no hay eventos y decisiones articuladas a las temáticas políticas que no sorprendan a la mayoría de los venezolanos y más si viene del gobierno Maduro. En la lucha diaria, emerge nuevos y viejos actores, realidad que conecta al análisis en la dinámica socio histórico de Venezuela. Si nos enfocamos en la aguda crisis política que transita el país, observamos y percibimos que nuevamente se está fraguando una reconfigurada sociedad civil asociada a la crisis de credibilidad de las instituciones públicas por sus diversos nudos críticos, y al crecimiento de una reflexión moviéndose en el complejo existencialismo humano, derivándose una clara interpelación hacia la actual clase política en general, terreno fértil para la antipolítica.

Es relevante revisar en el análisis cuantitativo de abril 2013, mayo 2018, diciembre 2020, noviembre 2021 y enero 2022… Nicolás Maduro está atrapado en diversos nudos críticos, con una precaria popularidad y un capital político en decadencia. Se encuentra dentro de un laberinto con una sola salida: negociar. No obstante, se muestre arrogante y revelando que mira los intereses exógenos para moverse a construir narrativas ante una realidad política-electoral. Cualquier solución política a la crisis que transita el país debe moverse en las premisas de una negociación entre los mismos venezolanos, facilitada por los gobiernos aliados de Europa, Estados Unidos y organismos multilaterales; que se selle con unas elecciones libres, garantías del voto, competitivas, y transparentes.

Es indiscutible, Nicolás Maduro está débil, sin apoyo popular, más violento que nunca, embriagado de la sinrazón, llevándose por el medio de manera muy ruda a todos los principios de valores democráticos y de justicia, lo grave es que no piensa en el mañana que sí existe y en su momento lógico el gobierno va a caer. Es un axioma, los cambios en la política siempre serán inevitables, es decir que todavía hay espacio suficiente para la fe y la esperanza en el cambio político en 2022 o 2024.

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