En 1967 el intelectual papa Pablo VI declaró al 1° de enero como Día Mundial de la Paz y justo un año después, la Iglesia Católica, religión oficial de Venezuela, invitó a miembros de las diferentes religiones a celebrar ese día. Gran número de las convocadas acudió al pontificio llamado y la comunidad judía venezolana se hizo presente a través del rabino Pynchas Brener, quien a 53 años del suceso, es ahora el embajador de Venezuela en Israel, electo por el legítimo gobierno interino presidido por el ingeniero Juan Guaidó.

Aquel primer día de 1968, Carlos Acedo Mendoza, secretario de la Comisión de Justicia y Paz de la Iglesia, impresionado por la respuesta positiva de tantos presentes, los invitó a reunirse para activar pasos adicionales que concretaran la aspiración del Estado Vaticano. Meses más tarde, el grupo decidió independizarse de la Iglesia Católica incluyéndola para fundar CRISEV (Comité de Relaciones entre Iglesias y Sinagogas establecidas en Venezuela), organismo que reúne a los representantes de todos los credos instalados en el país. Lejos de configurar un foco teológico, mucho menos de adoctrinamiento ideológico, se fundó como ejemplo de encuentro entre distintos que tienen el común objetivo de fomentar la paz entre diferentes creencias que se respetan a fin de colaborar en programas de asistencia social. A su primer presidente, el obispo anglicano Hayden Jones en representación de los cristianos protestante, lo siguió el rabino Brener quien continúa en el cargo. De rareza acudió y solo al  principio el convocado representante musulmán.

Resultó muy importante la presencia de invitados especiales, entre ellos el Dalai Lama y otros dignatarios religiosos. Cuando el papa Juan Pablo II visitó a Venezuela se reunió con sus miembros en el Palacio del Nuncio Papal y en sus palabras destacó al pueblo judío como su “hermano mayor”.

El clima político revolucionario no favoreció la continuación sistemática de aquella meta. Hubo la   insistencia abiertamente injerencista de José Vicente Rangel en todos sus cargos desde la más alta dirigencia castrochavista, para convencer a sus directivos y presentar a CRISEV como institución afiliada  a su gobernanza de turno, intento que resultó estéril. Es la clase de maniobras vigentes como sucedió hace días cuando la plana mayor militar y civil del hamponato en el poder, comulgó en escena teatral buscando el perdón de sus pecados de lesa humanidad a través de posibles, actualizadas bulas vaticanas. Pero todavía existen espíritus que no compran ni se venden.

En enero de 2009  fue invadida por  la barbarie oficialista de sus “colectivos” la más antigua sinagoga sefardita de la capital ubicada en el popular sector Maripérez, reliquia arquitectónica de la ciudad a pocos metros de, para aquella fecha, la recién inaugurada Mezquita principal.

En octubre de 2013 hubo una sesión de seis horas con Jorge Urosa, arzobispo de Caracas, y el tema del encuentro fue “Decencia”. Este último año se han reunido con renovado entusiasmo para preparar  la próxima temática cuyo concepto será “Responsabilidad”.

Quién sabe si CRISEV pueda servir ahora de modelo a  una oposición fatigada y manipulada, lo que a la vez ha permitido su casi total fragmentación de partidos políticos maquiavélicamente partidos en pedacitos por el régimen pues ”dividir para reinar” ha sido y sigue siendo un arma muy eficaz de poderes imperiales, autocracias, tiranías y regímenes totalitarios. Hasta el punto de convertir a nuestra disidencia partidista formal en el ruinoso vestigio de un pasado democrático construido a duras penas  durante el perezjimenismo por una insobornable, unida, sufrida y tenaz oposición política desde el  exilio y la clandestinidad.

De repente, los espíritus religiosos variados pero en unión de propósito logran vigorizar a cortados cuerpos y mentes, aptos para sumisión parcial o total bajo hipnosis militarista. Históricamente, a veces los milagros humanamente trabajados  pueden darse a plenitud.

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