Durante dos décadas todos los valores sociales fueron pulverizados en Venezuela, desde la cúpula del Estado se fue construyendo una nueva sociedad moldeada a la imagen de un liderazgo inmoral, corrupto y corruptor, que transformó la vida y la esencia del venezolano.

A lo largo de estos 20 años, el régimen socialista logró caracterizar un «hombre nuevo», en un sector de la población, dominado por la violencia, la esclavitud social y la dependencia económica.

Hoy, esta gestación brutal del socialismo la vemos carnalmente representada en la figura de Wilexis, el líder de una banda criminal en el barrio José Félix Ribas de Petare, quien prácticamente se erigió como dueño y señor de esa comunidad.

El espíritu anárquico, levantado paso por paso por el modelo socialista, dio cabida a la construcción de amplias zonas urbanas y rurales controladas por el régimen del pranato, donde los delincuentes se apoderan de una comunidad e implantan su ley con la libertad más absoluta.

Esa política de dejar hacer fue creando áreas donde el Estado perdió plenamente el control. Ya barriadas populares como Petare, 23 de Enero, la Cota 905, por decir las más significativas de Caracas, están bajo el control del «jefe» de turno.

Durante muchas ocasiones hemos visto que los hampones dominan, en algunos casos hasta con el apoyo de la población, comunidades que el Cicpc, la FAES, el Sebin y ni la Guardia Nacional han podido recuperar. La prédica del caos de Miraflores se hizo realidad y ahora no encuentran cómo encerrar las criaturas que ellos mismos procrearon.

Sobre el caso de Wilexis, observamos que prácticamente le declara la guerra a Nicolás Maduro y lo amenaza. Esto es una clara evidencia del poco respeto que genera el usurpador de Miraflores, y en el pozo tan bajo en el cual han caído quienes secuestraron el poder en Venezuela.

Maduro es, por la vía de los hechos, derrotado por un delincuente encumbrado a la posición de comandante de su propio ejército malandrín. Sin temor a equivocarnos, podemos decir que la creación se rebeló contra sus creadores, algo así como cuando el cuervo le saca los ojos a quien le da de comer.

Y es un deber cívico de nuestra parte advertir a los venezolanos sobre el no caer en la tentativa de endiosar a Wilexis, como hemos leído en las redes sociales. Él es un cuervo, es una evidencia de esa Venezuela creada por el socialismo que debemos superar con el cese de la usurpación.

Llevamos 20 años luchando contra unos malandros con corbatas, para festejar las bravuconadas de unos malandros más tradicionales. Ni Maduro es bueno, ni Wilexis es un santo; por el contrario, el segundo es el resultado de la descomposición social de una Venezuela que jamás había padecido, en la era democrática, el empoderamiento militante y abierto del hampa como vemos en este momento.

Y debemos agregar que este fenómeno no es exclusivo de las zonas populares urbanas, pues es cada vez más común en poblaciones rurales del país.

Podemos citar, como ejemplo, el tristemente célebre caso de alias el Picure, que por años fue el «rey» de varias poblaciones de Guárico. Sin dejar de mencionar la clara e incontrolable dominación de la guerrilla colombiana en amplias áreas de la geografía nacional.

En pocas palabras, el régimen sembró sus vientos y ahora cosechas las tempestades.


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