Estimados lectores, nos encontramos cerrando el año 2020, e independientemente de la desgraciada visita de la pandemia, la situación económica de nuestros ciudadanos y las profundas heridas sociales provocadas, apuntan a una problemática de pobreza y carencias nunca antes vista durante el último siglo.

Creo que se debe tener un coeficiente intelectual tan bajo  como el del capitán Diosdado Cabello o del psiquiatra Jorge Rodríguez para pensar que los ciudadanos venezolanos podemos vivir con un salario mínimo que apenas alcanza a un dólar mensual, que nos encontramos al nivel alimenticio de los insectos.

Defendernos de la pandemia del coronavirus ocupó la mayor parte del nuestro tiempo durante 2020, y posiblemente seguirá a nuestro lado durante el próximo 2021, su llegada no ha significado otra cosa que la multiplicación del rosario de dificultades que vivimos,  incluso algunas de ellas se han multiplicado o se han profundizado.

En este balance de cierre de la gestión personal o familiar anual, que todos los ciudadanos hacemos,  resulta indispensable pasarle revista a las necesidades que nos acosan, porque ellas son la prioridad, pero además se han  convertido en una situación crónica, de trascendencia creciente como consecuencia del estancamiento y descomposición, que genera de la ausencia de soluciones a dichas dificultades.

Y comenzaré por el deterioro de nuestra salud pública, jaqueada por el flagelo del hambre y las enfermedades infecciosas, fenómeno que nos acompañó durante el siglo XIX hasta los inicios del siglo XX, extraordinarios obstáculos al desarrollo nacional que solo logramos controlar y comenzar a superar en el siglo pasado, apoyados en el crecimiento económico e inversión social y cultural que hizo posible el desarrollo de la industria petrolera, hoy quebrada.

Sin embargo la desgracia actual es mucho más amplia, la implosión del aparato productivo, como clara consecuencia de los horrores de conducción del chavomadurismo, nos ha  llevado a una catástrofe económica que se traduce en desempleo masivo y salarios miserables, convirtiéndose la pobreza en una problemática casi insoluble, que ha arrastrado los servicios públicos y la actividad educativa de la población.

No es posible, Nicolás, que todos estos problemas que por enésima vez citamos y cuya evidencia es casi insolente, porque nos dan en la cara permanentemente, tú pretendas que nuestra comunidad te dé más tiempo para resolverlos, cuando la realidad es que tu gestión no ha tenido otro resultado que multiplicarlos, por lo que no es ninguna exageración afirmar que hemos tocado fondo y necesitamos de urgencia soluciones.

Soluciones que demandan elecciones presidenciales y parlamentarias libres y democráticas, como lo indica la Constitución.


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