A las 6:00 de la tarde del 3 de febrero, el Boeing 737-200 presidencial ya había empezado a surcar en velocidad de crucero su travesía desde Nueva York hacia el aeropuerto internacional de Maiquetía. El comandante en jefe venia literalmente molido de las exigentes jornadas cumplidas en el Foro Económico de Davos, en Suiza. Recostado en su butaca pensaba en la temática correspondiente a ese año 1992. Cooperación y megacompetición. Había asistido con la idea de plantear en esa importante ONG global la situación venezolana y su realidad. Con cierto agrado en algún momento, evocó el instante de la reunión entre el presidente surafricano Frederik de Klerk con Nelson Mandela y el jefe Mangosuthu Buthelezi. Le eclipsó en algo su presencia y el protagonismo que quería darle a Venezuela en el evento, pero ese apretón de manos entre los dos adversarios políticos fue un histórico hito en la transición política de la democracia para Suráfrica. Valía la pena. A esa hora, mientras cruzaba el Atlántico sumido en sus pensamientos, unas unidades del batallón de paracaidistas Antonio Nicolás Briceño se habían sublevado en el cuartel Páez de Maracay y habían tomado el control de las instalaciones. Y el resto del batallón iba rumbo a Caracas con el teniente coronel Hugo Chávez al mando, con el objetivo de controlar y conquistar el Palacio de Miraflores. El concepto de la operación militar en la orden de operaciones era la detención del presidente de la república e instalar un nuevo gobierno. Antes, a las 10:30 de la mañana el capitán René Gimón Álvarez plaza de la Academia Militar devela ante el director la conspiración y los planes, y este se lo informa inmediatamente al comandante general del Ejército y posteriormente se lo ratifica a las 12:30 del mediodía; y luego a las 3:00 de la tarde con el capitán Gimón al lado se la vuelve a corroborar. Desde esa hora ya se había ordenado en Fuerte Tiuna reforzar las alcabalas; alertar a la III División de Infantería, ordenando su acuartelamiento; ordenar al Ronda Mayor visitar durante la noche las unidades del fuerte; reforzar el servicio nocturno con tres capitanes; cerrar las puertas de la Comandancia General del Ejército. Y en Valencia, Maracay, San Juan de los Morros y Maracaibo, el resto de las unidades militares establecidas en la organización para el combate en el plan ya habían comenzado a desplegarse para maniobrar con sus misiones. Cuando todo eso ocurría, el ministro de la Defensa no había establecido ningún tipo de comunicación operativa entre el ejército, los organismos de inteligencia militar y la Casa Militar. Y todavía no había despegado desde Nueva York el Boeing presidencial. No eran rumores, nada de presunciones, ni de sospechas ni dudas. Eran realidades. Concreciones. Dos batallones de paracaidistas, unas baterías misilísticas, y otro grupo de batallones de Caracas en marcha de aproximación hacia las sedes del ministerio de la defensa y del comando general del ejército rodando con todo su zafarrancho de combate a tambor batiente, listos para atacar objetivos militares no son rumores ni cuchicheos.

Esta es una transcripción textual del libro del general de división (Av.) Regulo Anselmi Espín, entonces teniente coronel y edecán del presidente Carlos Andrés Pérez, titulado Lo que tengo que contar. Mi vida en tres golpes. “«Así que, a esa hora, estábamos Dudamel, Fontaine y yo, dentro de las instalaciones del palacio de Miraflores. Unos minutos después, Dudamel me toca la puerta y me dice, en tono muy grave, que lo llamó el general director del DIM, informándole que hay rumores de que un grupo de oficiales en el grado de capitanes y mayores iban a tratar de detener al presidente Pérez al llegar a Maiquetía». Anselmi se refiere al teniente coronel (GN) Gerardo Dudamel y al CF Daniel Jean Pierre Fontaine, también edecanes adscritos a la Casa Militar. La hora era la sobremesa larga del almuerzo y Dudamel estaba en las coordinaciones para organizar la caravana que iba a buscar al presidente a Maiquetía. A esa hora los rumores pueden transformarse en información ya procesada y apelar a un principio básico de la seguridad que significa pensar en lo peor, en la peor hipótesis. Y aquí es donde hace su aparición el elfo de la especulación y de la conjetura. Una información recibida del propio director del DIM no puede etiquetarse de rumor ante los responsables de la seguridad presidencial. Alguien ha debido redactar un mensaje para el jefe de la Casa Militar al siguiente tenor “Mi almirante, hemos recibido informaciones desde DGCIM que reportan movilización militar desde varios cuarteles. En Caracas van a atacar el palacio de Miraflores para detener al presidente en Maiquetía. El ministro de la Defensa está desaparecido e incomunicado, y no nos hemos podido comunicar con él. Hay suficientes indicios de un golpe de Estado en proceso. Recomiendo por seguridad considerar otro aeropuerto como alternativa mientras se desarrolla la situación. Edecán de alerta”. Ese recado de 72 palabras después de haber sido criptografiado y transformado en un pre arreglado de comunicaciones que muy bien podía decir en 3 palabras “Arepa Ibarra Lanza” y enviarlo desde la torre de control o desde el centro de comunicaciones de Miraflores si el avión estaba en el aire. Inmediatamente se le dan instrucciones al piloto presidencial de cambiar el rumbo hacia el aeropuerto de Porlamar, de Las Piedras en Falcón, de Barquisimeto, de Barcelona o Puerto Ordaz como alternos. Uno de los supuestos del plan era el retorno del presidente por Maiquetía. Si eso se alteraba se caía el plan. Desde esos aeropuertos alternos se podía coordinar una alocución presidencial al país para denunciar el golpe y ordenar a las fuerzas armadas el enfrentamiento a los golpistas. Inmediatamente se alerta al presidente del Congreso Nacional y se llama a los principales líderes nacionales. Los rumores son informaciones que continuarán siendo rumores mientras no se procesen para convertirlos en inteligencia. En materia de seguridad los excesos son necesarios. El tiempo y los hechos ocurridos ese día, indican que no eran excesos.

El 11S el presidente George Bush recibió la información del ataque del primer avión a una de las torres gemelas a las 08:54 de parte de uno de sus asesores. Estaba en Sarasota, Florida. Todavía no se había confirmado la naturaleza del evento. Cuando ocurre el segundo ataque a la otra torre, el presidente es informado a los pocos minutos. Llama desde la escuela donde estaba a sus más inmediatos colaboradores de seguridad nacional, al vicepresidente y convoca a una rueda de prensa donde dice entre otras cosas “Damas y caballeros, este es un momento difícil para Estados Unidos. Lamentablemente, volveré a Washington después de mis comentarios. Hoy hemos tenido una tragedia nacional. Dos aviones se estrellaron contra el World Trade Center en un aparente ataque terrorista a nuestro país. He hablado con el vicepresidente, con el gobernador de Nueva York y con el director del FBI, y he ordenado todos los recursos del gobierno federal para ayudar a las víctimas y sus familias y encontrar a las personas que cometieron este acto”. A las 09:54 estaba despegando desde Sarasota dentro del Air Force One como su puesto de comando de comandante en jefe donde estuvo nueve horas resguardado en seguridad, y tomando decisiones para gerenciar la crisis e informando. El puesto de comando es donde está físicamente el comandante.

El puesto de comando no es la instalación física. El PC se activa con la presencia física del comandante. Para garantizar la continuidad del funcionamiento del puesto de comando se activan tres instalaciones para su funcionamiento. El Puesto de Comando Principal (PCP), el Puesto de Comando Alterno (PCA) y el Puesto de Comando de Retaguardia (PCR). Generalmente el comandante durante el desarrollo de las operaciones está desplazándose acompañado de sus más inmediatos colaboradores operativos (Grupo de Comando), continuamente influyendo en el combate y tomando decisiones oportunas y viables a medida que está recibiendo informaciones. Para el caso del 4F, el palacio de Miraflores era el emblema político y militar más importante para controlar y conquistar solo si estaba adentro el presidente de la república. Sin haber capturado, rendido o abatido al presidente Pérez, ese objetivo lucrativo en el tiempo perdía valor táctico, estratégico y político. Eso de morir un presidente en Miraflores, con las botas puestas, combatiendo con una ametralladora en la mano –una responsabilidad que es de su seguridad inmediata en el primer anillo– en su puesto de comando, puede alcanzar posteriormente en la historia que se escriba y en las lecturas de sus seguidores unos niveles de epopeya inútil. El papel de un comandante es enhebrar ese eje de desplazamiento del puesto de comando tomando decisiones oportunas e informando a sus ciudadanos y garantizar la continuidad… de la constitución nacional en la silla presidencial. Y eso lo podía hacer desde cualquier lugar hábil para comunicarse. El contraataque del comandante en jefe no lo hizo desde Miraflores, de donde tuvo que replegarse bajo el fuego golpista. Lo ejecuta con su alocución en las primeras horas de la madrugada desde un estudio improvisado en Venevisión.

A las 8:00 de la noche el ministro de la Defensa llega al aeropuerto de Maiquetía procedente de Maracaibo después de estar incomunicado todo el día, y fue informado por el general Maya Cardona comandante de la guardia nacional, de todas las informaciones que se estaban cursando en la capital sobre el golpe, las cuales son ratificadas posteriormente por el director del DIM. En ese momento esas especies que circulaban hay que despojarlas del vestido del rumor y calzarle el atuendo formal de: “informaciones ya procesadas indican la movilización de un importante número de unidades militares en las ciudades de Maracay, Valencia, Maracaibo, San Juan de los Morros y Caracas. La posibilidad de una insurrección militar y el desarrollo de un golpe de Estado es alta. Yo le recomiendo, presidente, que mientras se desarrolla la situación permanezca en Maiquetía tomando decisiones e informando al país”.

A las 22:10 el Boeing 737-200 presidencial hizo el alto en la rampa 4 del aeropuerto internacional de Maiquetía. A esa hora dentro del avión, nadie sabía lo que estaba ocurriendo en el país. El presidente acababa de cerrar el capítulo mental del saludo entre De Klerk y Mandela en Davos. Desde el día 2 de febrero, toda la organización para el combate del plan golpista se había desplegado y estaba lista para maniobrar, detener al presidente de la república, forzarlo a renunciar e instalar un gobierno de facto. Fueron 24 horas de rumores donde no hubo ningún nivel de decisión en la estructura militar, ni en los organismos de seguridad, capaz de transformar oportunamente esos rumores en inteligencia útil, pertinente y oportuna, y difundirla.

Cuando las puertas del avión se abrieron y apareció el presidente Carlos Andrés Pérez el ministro solo lo notifica de… rumores.


El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!