Existe un hecho del cual poco se habla y es la incompatibilidad entre el crecimiento económico y los objetivos en favor del medio ambiente.

Para mantener el crecimiento mundial a su ritmo sobre el largo plazo (3,4% por año), respetando los acuerdos de la COP21, “una fuerte aceleración de la eficiencia energética” es necesaria, según el informe del Grupo Edmond Rothschild. El crecimiento económico mundial no será de ninguna manera “verde” sin que la eficiencia crezca a un paso de 2,4% por año, pero el promedio anual de los últimos 20 años ha sido solo de 1,5% en promedio. Sin este paso de ganancia en productividad sobre la energía, el crecimiento destruirá el medio ambiente.

La economía del siglo XXI, regida por la revolución digital y la transición ecológica, continúa soportada sobre las bases de la energía. Aunque en los países desarrollados el petróleo es considerado como una herencia maligna de la segunda revolución industrial, el consumo de energía continúa creciendo alrededor de 2,1% por año, por lo que los hidrocarburos continúan siendo, de lejos, la primera fuente de energía.

Así que la influencia del petróleo sobre la economía y la geopolítica continuará siendo decisiva, aunque indudablemente disminuirá en el largo plazo. El régimen de sanciones sobre las exportaciones de petróleo iraní, la caída de producción de Venezuela e igualmente las sanciones, el caos que reina en Libia, que tienen como objetivo limitar las fuentes de ingresos de los gobiernos de turno, amplifican la crisis económica y social, pero con consecuencias mundiales. Mientras tanto, Arabia Saudita, prudente y estratégicamente, limita su producción a 10 millones de barriles por día con el fin de mantener un precio de crudo de 70 dólares en promedio con el objetivo de alimentar sus formidables márgenes de ganancia (111 millardos de dólares en 2018) para financiar la transformación de su modelo económico y preparar la era pospetrolera.

Estos efectos coyunturales esconden revoluciones fundamentales en el sector de la energía. Los hidrocarburos no convencionales le han permitido a Estados Unidos convertirse en el primer productor mundial (15,5 millones de barriles por día en 2018 con un objetivo de 19,6 millones de barriles por día en 2024), al mismo tiempo que exportador neto de gas. La caída de costos de producción ha hecho bascular el poder de mercado desde la OPEP hacia Estados Unidos, liberándose de la dependencia del Medio Oriente.

China necesita petróleo y está limitada en el desarrollo de alternativas por dificultades con sus recursos hídricos. De allí la importancia de las “nuevas rutas de la seda”, la agresiva estrategia internacional de entrada en países con reservas por CNPC y CNOOC. Rusia, tercer productor mundial, se encuentra aislada y limitada también por la presión de Estados Unidos., mirando ahora a mercados asiáticos.

El reto es mayor en la lucha por el liderazgo mundial.

La llamada “maldición del petróleo” perdura como lo confirman Rusia, Venezuela, Argelia, Irak, Libia e incluso Arabia Saudita, que conjugan autocracia, subdesarrollo y opresión de la sociedad, incluso guerra civil. Es igual de peligrosa política y económicamente la instrumentalización del mercado petrolero que ejecuta Estados Unidos que el recurso del proteccionismo.

La energía es entonces determinante en la implementación de un modelo de desarrollo ecológica y socialmente sostenible. La recuperación del crecimiento económico mundial desde 2014 también aceleró las emisiones de CO2 cuando debería ser todo lo contrario y alcanzar una reducción de -45% de aquí al año 2030.

Dos bandos opuestos en defensa de la contradicción crecimiento económico vs medio ambiente. Por un lado, los que anticipan un progreso técnico suficiente (y suficientemente compartido) para desacoplar la tendencia actual de crecimiento impactando los objetivos ambientales; y por el otro, los más escépticos que estiman necesario redimensionar o rediseñar el modelo de crecimiento económico mundial.

En otras palabras, los que creen que el modelo actual de crecimiento económico es la solución y los que piensan que lo ven como el problema central.

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