Han pasado ya varias semanas. A pesar de que las noticias del covid-19 sonaban en los noticieros desde hacía un tiempo, la llegada de esta crisis y los protocolos sugeridos por los especialistas del área de salud igual nos tomó desprevenidos.

Y realmente, más que desprevenidos, tiendo a pensar que debido a la poca capacidad de planificación que tenemos quienes vivimos en Venezuela, este escenario no podía menos que pillarnos así, con un margen de maniobra muy reducido y con la esperanza puesta en que sea leve este momento tan complejo y confuso.

Ahora, lo cierto es que han pasado ya varias semanas, y en este tiempo ha sido mucho lo sucedido, no solo en el país sino en todo el mundo. El rasgo común que compartimos, es el de la incertidumbre, la duda, el cuestionamiento, el “ahora qué viene”. Y justamente a propósito de este estado compartido, la columna pasada, publicada el 20 de abril de 2020, versó sobre la creatividad. Esa invitación que nos extienden voces muy reconocidas en el mundo intelectual, hacer de la creatividad un ejercicio responsable, cotidiano y cargado del coraje necesario para salir adelante.

Pero también esa frase que escuchamos a muchos cuando reparan en el incierto tiempo por venir, y que incluso en algunos momentos nos repetimos a lo interno, “pues aquí toca ser creativo”, “creo que hay que reinventarse”, “lo que viene es innovar”.

Y vaya que sí, en el mundo en general y en Venezuela, en particular, hacen falta mucha creatividad e innovación, no solo para salirle al paso a esta crisis global sino para diseñar y ajustar los nuevos códigos de convivencia social que adoptaremos, pasado el confinamiento. Pero quizás es oportuno detenernos por un momento a revisar ambos conceptos, creatividad e innovación, pues aunque a veces se perciben como sinónimos, no es así, entre ellos existe una cercana relación que bien vale la pena considerar para el futuro próximo que nos toca enfrentar juntos.

De hecho, soy de la idea de que uno de los principales activos que tenemos ahora, y en adelante, en nuestro país, es justamente la capacidad creativa e innovadora de los venezolanos al momento de resolver problemas y superar escollos. Reposa allí una oportunidad grandiosa para entrar de frente y de manera orquestada a un movimiento cuyo auge y desarrollo ha sorprendido a buena parte del mundo en los últimos años, y es todo lo relacionado a la Economía Creativa o Economía Naranja.

Desde hace varios años el Banco Interamericano de Desarrollo ha ofrecido importantes aportes a la investigación, sistematización y desarrollo de la Economía Creativa, definiéndola como “el grupo de procesos a través de los cuales las ideas y creaciones se transforman en bienes y servicios culturales y creativos, cuyo valor está protegido por los derechos de propiedad intelectual” (Fuente: BID).

Ya tendremos próximos artículos para profundizar en este terreno en las siguientes publicaciones de esta columna, hoy dejo el concepto básico de la Economía Creativa, o quizás debo decir, una de las aproximaciones a su definición, y por ahora les invito a volver a los términos creatividad e innovación.

A propósito de la creatividad

Lo primero que debemos tener presente es la reciente aparición del concepto de creatividad en el Diccionario de la Real Academia Española. Es apenas en el año 1984 cuando se incluyó oficialmente este término, que transitó un largo recorrido de interpretaciones y acepciones que variaron desde una actividad exclusivamente atribuida al Dios Creador a partir de la Nada, hasta llegar a la aceptación de la habilidad que tenemos los seres humanos para imaginar, conceptualizar y proponer ideas nuevas, relacionadas o no con otras que ya existen y, que suponen una mejora o una característica nueva y diferente a las ya conocidas, para buscar soluciones a ciertos desafíos, de manera original.

Visto así, la creatividad no es entonces un rasgo que compete de manera exclusiva a los artistas, pues efectivamente está presente en todos los procesos que involucran la necesidad de resolver un desafío. Podemos convenir entonces, que la creatividad forma parte de casi todos los eventos cotidianos de la vida moderna, desde la política, la economía, la ciencia, la educación y por supuesto, en los momentos actuales, somos testigos de las soluciones creativas que cada quien asume para sobrellevar la dinámica en la que nos mantiene la crisis del covid-19. Desde el simple acto de salir al mercado, hasta los protocolos de higiene y seguridad que mantiene cada quien en casa.

Ahora bien, podemos también considerar al hecho creativo como el resultado de un proceso colectivo, que involucra a varios actores de distintas áreas y especialidades. Más allá del “momento ¡eureka!”, entendemos esos procesos colectivos que fomentan espacios de cuestionamiento, reflexión, discernimiento, proposición y ejecución de posibles soluciones.

Y es allí donde, como país, debemos poner el foco. Lograr una sociedad donde, desde muy temprano, el sistema educativo promueva el pensamiento crítico, la colaboración, la solidaridad y la empatía. Un parque industrial que ofrezca la posibilidad de desarrollar nuevas plataformas, que valoren las «habilidades blandas», el trabajo en equipo, la habilidad de comunicación, la flexibilidad de adaptación a los cambios, la capacidad de resolución y creatividad, y la buena gestión del tiempo. Gobiernos locales que reconozcan e incentiven en los ciudadanos, la capacidad de plantear nuevas y mejores rutas para solucionar las problemáticas propias de cada región. En fin, un país que se sienta cómodo promoviendo esos procesos creativos que generan perspectivas distintas y retadoras.

No es empresa sencilla, pues en buena medida, uno de los principales activadores de la creatividad individual o colectiva, es la confianza. Y ese es, probablemente, uno de nuestros mayores desafíos como sociedad. Recuperar la confianza, de cada individuo en sí mismo, pero aún más complejo, recuperar la confianza en el prójimo, en la comunidad, en las autoridades, en los líderes. En esa medida, los procesos creativos y los grandiosos resultados que de ellos derivan, encuentran en sistemas confiables y estructurados, buen escenario para gestar esas urgentes y necesarias propuestas.

En la otra mano, la innovación

Por su parte, la innovación es el proceso a través del cual se genera valor a través de nuevas ideas de productos, servicios o procesos, que son incorporados de manera paulatina, evolutiva o de forma radical en nuestra vida para plantear una manera mejor y distinta de hacer las cosas.

También puede entenderse como el paso natural hacia la evolución de un producto, de un servicio, de una idea, para presentarlo de una forma diferente.

Pensando en nuestro caso, en Venezuela, innovar sería, por ejemplo, diseñar y promover estructuras físicas, económicas y legales, necesarias para desarrollar los procesos creativos individuales y colectivos. Procurar esos espacios de encuentro social en los que opiniones de diversas áreas convergen en un tema común. Seguramente puede usted, ahora mismo, pensar en problemas comunes que debemos resolver, ya sea a escala doméstica, en su comunidad o en el país, y también seguramente, si afina más el foco, saltará alguna idea, posible o no, que sirva de guía para esa solución. Allí comienza el ejercicio creativo y de allí surge la idea innovadora.

Es pronto aún para saber con certeza cómo será la vida cotidiana en adelante, tanto en nuestro país como en el resto del mundo. Pero claramente, la vida continuará y es menester estar preparados para los cambios pequeños y grandes que se produzcan. Tiendo a pensar que no todas las áreas se verán profundamente impactadas, sin embargo, en el caso de Venezuela, la realidad es que mucho antes de los efectos covid-19, hemos tenido pendiente la compleja materia de pensar en la reconstrucción de un país que debe ser levantado de un estado de deterioro social, cultural, político y económico muy profundo.

Corresponderá entonces armarnos de la responsabilidad y el coraje necesarios para plantear desde la creatividad y la innovación esas nuevas rutas, ya sean forjadas desde la nada o a partir de los cimientos de algo que quedó en el pasado. Nuestra historia, con sus aciertos y errores, tiene mucho que aportar a la hora de pensar en el porvenir. Importante será tener esto presente. Y cada quien, desde su campo de acción asumir el compromiso que exige construir de forma creativa e innovadora, un país posible para todos.

@albe.perez


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