Al ser los emigrantes un sector vulnerable, cómo enfrentan la crisis de la pandemia y cuáles  políticas optan los países receptores es un tema de mucha preocupación en la comunidad internacional. Paralelamente a los múltiples estudios que se hacen sobre los efectos del virus se requiere conocimiento de los efectos en el marco de la movilidad humana para apoyar a los sectores sanitarios de los países a tomar medidas que garanticen no excluir a las personas recién insertadas, como parte de los contingentes migratorios y también a los que están en movilidad que pueden convertirse en un factor de mayor diseminación de la pandemia. Estudios han concluido, por ejemplo, que la salud de los emigrantes no se ha focalizado debidamente para la toma de decisiones públicas y la implementación de mecanismos que atiendan las necesidades migratorias.

En un estudio publicado en 2018 de Waleed M. Sweileh con otros investigadores, con aportes de la Organización Internacional de Migraciones, concluyeron que efectivamente en los últimos años  gobiernos, investigadores y defensores de los derechos humanos han estado inquiriendo sobre la situación de salud de los emigrantes y refugiados, no solo en cuanto a mantener los niveles de salubridad, sino también cómo limitar la potencial capacidad de ser portadores de ciertas enfermedades que llevan a los lugares de destino sino con las que regresan cuando se dan procesos de emigración de retorno. El estudio detalla investigaciones que se han hecho sobre enfermedades diversas que portan emigrantes, muchos de los cuales nunca fueron vacunados. Señalan enfermedades como la tuberculosis, hepatitis, rubéola, malaria, entre otras. Las evidencias por igual les demostraron que la emigrante embarazada tenía aún más complicaciones. Esto sin tomar en cuenta que los estudios se realizan sobre emigrantes que se dirigen fundamentalmente a países desarrollados. Suponiendo entonces que el impacto tanto para el país receptor como para el emigrante es peor en países con limitaciones o menor desarrollo.

Por otra parte, el seguimiento del estatus mental del emigrante es de gran preocupación, especialmente para aquellos que vienen de situaciones de guerra y de conflicto, pero incluso para la emigración regular que también son portadores de angustias que se derivan de la incertidumbre y de la falta conocimiento con relación a los retos que tienen por delante.

De allí que la actual pandemia abre una mayor inquietud sobre la suerte de millones de seres humanos que están en situación migratoria o de refugiados, muchos sin acceso a la salubridad y menos a sistemas de salud. De allí la importancia de desarrollar políticas públicas que absorban esta realidad y el necesario esfuerzo de la comunidad internacional en no desmayar en el apoyo a estos contingentes de seres humanos que se movilizan incluyendo en tiempos de covid-19.


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