La familia es la célula fundamental de la sociedad. Es el génesis de la vida social del ser humano. La infancia temprana es el momento en que somos más capaces de absorber y aprender. El ser humano es de los seres vivos más dependientes en sus primeros años y mientras mejor sea su entorno en sus inicios más podrá desarrollarse.

La familia es el vínculo más íntimo y permanente que tendremos en nuestras vidas; por eso debemos cuidarlo con especial atención. Una de las tragedias más grandes de esta pandemia del covid-19 es la crisis familiar que está generando, bien sea por exceso de contacto o por separación.

La crisis por exceso de contacto viene dada por la cuarentena. Personas acostumbradas a una dinámica, una rutina y unos hábitos se han dado cuenta de que ya no son posibles. Los niños no pueden ir a sus escuelas, la mayoría no puede salir a trabajar, montones de diligencias pendientes acumuladas, proyectos por ejecutar, entre otras cosas. Incluso, las personas que salen lo hacen en horarios reducidos. La gente pasa más tiempo en casa que nunca antes. Para muchos los días pasan sin distinguir qué día o qué fecha es. Las actividades de cada quien se han cortado y ahora solo queda buscar qué hacer en y desde casa.

Si a esto le sumamos la carga de estrés producto de las malas noticias sobre la pandemia (cada vez más casos, más muertos, cada vez más cerca, lo lejos de la vacuna, lo complejo de la cura y las cantinfladas de la OMS), las malas noticias sobre el país (caos político), las malas noticias económicas tanto nacionales como individuales al estar tanto tiempo parados con la actividad productiva limitada. Todo esto es el caldo de cultivo perfecto para una crisis personal que genere una crisis matrimonial y familiar.

Por otra parte, está la crisis por lejanía. Muchas familias han quedado separadas en esta pandemia. He conocido casos de mujeres embarazadas lejos de sus parejas, padres lejos de sus hijos, hermanos separados por las suspensiones masivas de vuelos y restricciones en distintos medios de transporte y en distintas fronteras. La crisis por lejanía genera nostalgia, temor y obviamente mucho estrés.

En ambos casos, tanto en el exceso de cercanía como en la lejanía subyace el miedo al contagio propio y de algún ser querido. Se piensa que incluso en la posibilidad de no poder ver al ser querido por última vez.

Debemos buscar darle la vuelta a esta situación. No podemos quedarnos estancados. Tanto en el caso del exceso de cercanía como de lejanía hay que entender que se debe reconformar la dinámica familiar, del hogar, laboral/profesional que debe adaptarse a estos tiempos. Buscar hacer distintas actividades durante el día, con horarios, ser disciplinados en el cumplimiento de una agenda de tareas específicas que nos mantengan ocupados y lo más productivos posibles. Eso va para niños y adultos. El estar sin hacer nada es lo peor que podemos hacer. Cada uno puede tener su espacio para hacer cosas de su interés. Es una gran oportunidad para hacer cursos en línea, aprender distintos oficios, evaluar nuevas y distintas posibilidades laborales, leer buenos libros, rezar, meditar, pasar tiempo de calidad con los niños y mantenerse en forma física.

Usar la tecnología y facilidad de comunicación digital para permanecer en contacto es muy importante. Estamos claros que no es igual a la presencia física, pero sin duda es un gran paliativo que nos hará compartir con nuestros seres queridos y avanzar en cuestiones laborales y profesionales.

Caer en el lamento, en la frustración, la desesperanza y en el maldecir a los chinos no solo no resolverá nada, sino que lo empeorará. Si llegamos a ser contagiados, como si no, el componente emocional es fundamental. Si llegamos a contagiarnos la mente positiva nos ayudará al sistema inmunológico. Si no, pues nos mantendrá en mejores condiciones para afrontar la nueva normalidad y lograr reinventarnos de manera exitosa.

En nuestra Alcaldía de El Hatillo hemos hecho grandes esfuerzos para mantenernos operativos prestando servicio a nuestra gente en las distintos áreas de trabajo. En un momento muy duro en el que a nuestros funcionarios les es complicado hasta llegar a sus puesto de trabajo, lejos de bajar la marcha, la hemos redoblado. Nos hemos reinventado y seguimos trabajando sin descanso. No es fácil, pero hemos logrado mejorar la seguridad, recuperar espacios públicos, mantener nuestro servicio de salud, dar respuesta rápida a los distintos problemas ocasionados por las fuertes lluvias, reinventar nuestros programas sociales y adaptar nuestras prioridades y dinámicas a las necesidades de este período de pandemia.

Estamos viviendo un momento histórico que puede sacar lo peor o lo mejor de todos nosotros. Esto puede unir a nuestras familias, consolidar los matrimonios, o puede destruirlos. No podemos controlar esta circunstancia, pero sí podemos controlar nuestra respuesta frente a ella. De eso dependerá que superemos esto y saquemos cosas positivas o si nos hundiremos en ella.

Para quienes somos personas de fe el ámbito religioso es vital para superar este desafío. Vivir está situación con Dios a tu lado es totalmente distinto a vivirla sin él. Aprovechemos este período para acercarnos a Jesucristo nuestro señor y nuestra Santa Madre. Como dice San Pablo en su Carta a los Romanos: «Si Dios conmigo, quién contra mí».


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