En esta ocasión, más que discernir sobre un tema en particular me referiré a varios asuntos conectados en clave endógena con la actual situación generada por el covid-19, verdadero Cisne Negro; circunstancia sobrevenida de ámbito planetario.

Del azote del virus proveniente de China no se salva nadie. Numerosos países de todos los continentes, ricos o pobres, desarrollados o no están inmersos en los avatares de la pandemia. La diferencia está en la capacidad y preparación de las diversos Estados y sociedades para lidiar con el mal y afrontar sus efectos y consecuencias.

Como de todas las situaciones de esta magnitud, sobrevendrán cambios, todavía es pronto para evaluar la calidad y calado de los mismos. Sobre lo que si hay certeza es sobre los daños cuantiosos a la economía mundial como un todo y al de los países en particular.

En mi anterior artículo (18/3/20) expresé que la pandemia nos azotaría en el peor momento como Estado y sociedad en casi un siglo debido a las carencias y vulnerabilidades adquiridas, efectos y consecuencias del régimen imperante en lo que va de siglo XXI. Circunstancia que ha sido catalogado como una Emergencia Humanitaria Compleja por la ONU y otras organizaciones multilaterales. A esto hay que agregar la imprevisión e improvisación en el tratamiento gubernamental de la materia. Se ignoraron dos alertas tempranas de la OMS respecto al covid-19, una del 31 de enero y otra del 25 de febrero.

Aunque es temprano todavía, a dos semanas de la cuarentena decretada por el gobierno de Maduro, para evaluar con certeza los daños de la pandemia sobre todo en materia de salud, es posible evaluar y comentar sus consecuencias en lo económico-social y político. En el ámbito sanitario cualquier evaluación hecha por el gobierno de marras tiene un déficit de credibilidad enorme por la inveterada praxis del régimen en practicar la opacidad, manipular y convertir en propaganda favorable lo referente a su gestión.

La economía venezolana acumula una contracción acumulada de 70% en los últimos 24 trimestres; la misma ha superado el estadio de recesión para pasar al de depresión con el consecuente efecto nefasto en la calidad de vida del venezolano común; es eso lo que nos ha colocado en la Crisis Humanitaria Compleja.

La cuarentena profundizará con toda seguridad los males endémicos de la economía; las medidas tomadas por el gobierno de Maduro son insuficientes por definición y además el Estado carece de recursos, de legitimidad y reconocimiento de parte de los actores internacionales con capacidad –por ahora menguada por la situación sobrevenida– para proveer los recursos necesarios para afrontar la lucha contra el covid-19, controlar efectivamente sus daños y reconstruir posteriormente la economía.

Ante un cuadro como el arriba descrito, lo patriótico y  responsable sería que el gobierno de Maduro renuncie o convoque con sinceridad un gran acuerdo nacional con el gobierno presidido por Juan Guaidó bajo las modalidades asumibles por las partes para abordar en conjunto la crisis. El presidente (e) ha propuesto una fórmula interesante: Gobierno de Emergencia Nacional de amplia base. Esquema en mi criterio susceptible de un retoque para aumentar su viabilidad.

Contra lo razonable conspira la tozudez e intransigencia roja. Amparados en la ventaja que les da la cuarentena, la militarización de las calles, el miedo y la incertidumbre de la ciudadanía, caldo de cultivo para el autoritarismo y su aceptación social, el régimen busca sacar ventaja y saldar cuentas. No otra cosa se puede colegir de la llamada Operación Furia Bolivariana convocada desde Miraflores.

No se puede descartar el empeoramiento de la situación por la concurrencia de diversos factores: pandemia fuera de control y con muchas víctimas, desabastecimiento agudo de alimentos y bienes básicos por ausencia de combustible para transportarlo (circunstancia ya en ciernes antes del covid-19, acelerada por su aparición), colapso de servicios públicos (luz y agua) y last but no least, aumento de la anomia.

Es claro y evidente que un régimen que nos condujo a la Emergencia Humanitaria Compleja no está en capacidad de manejar con la eficiencia requerida la crisis sobrevenida. El liderazgo del país tiene la palabra.


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