El covid-19 ha arrebatado muchas vidas, sus implicaciones económicas y sociales son devastadoras y está profundizando las inequidades de nuestra sociedad.

Esta es ya una realidad. Llegados a este punto, veamos los efectos y consecuencias de la pandemia en Estados Unidos, donde la pérdida de empleos se ha disparado hasta llegar a la asombrosa cantidad de 30 millones de personas reclamando seguro de paro forzoso. El pais en su conjunto se ha visto afectado, de eso no hay duda, pero cuando miramos con detenimiento los números, observamos que los latinos son los más afectados. Tal como establece una reciente investigación de The Associated Press y el NORC Center for Public Affairs Research, del total de familias que experimentaron pérdida de ingresos por la pandemia, 60% son latinos, 50% de los cuales tenían menos de $50 mil de ingreso anual.

Al abordar el número de personas infectadas con el virus, los latinos nuevamente aparecen entre los más afectados junto con los afroamericanos. Ambos grupos demográficos parecen presentar un porcentaje de hospitalizaciones, a causa del covid-19, a nivel nacional, mayor a su proporción en la población. Y en la ciudad de Nueva York, las tasas de mortalidad por cada 100.000 personas son más altas entre los negros y los hispanos. En este momento, la población de los Estados Unidos es 18,3% latina. Este 6 de mayo de 2020 el CDC (Centro para el Control de Enfermedades) divulgó datos por sectores racial / étnico sobre el recuento de muertes por covid-19, y la tasa de mortalidad latina se ubica en 26,9%.

Elaboremos más allá del ostensible y doloroso drama que esto representa en los Estados Unidos, y pensemos en sus alcances en el hemisferio. Las familias latinas, a través de las remesas, son el sostén (o parte fundamental del presupuesto) de muchas familias en México, Cuba, República Dominicana y el Caribe, América Central y países como Venezuela en estos días. La interrupción de estos flujos de capital desestabilizará aún más a la región e inducirá nuevas y diversas corrientes de migración hacia los Estados Unidos o intrarregionales. Solo para dar una idea de la magnitud del fenómeno en puertas, tengamos en cuanta que, en 2018 Centroamérica recibió más de 22 mil millones de dólares en remesas de Estados Unidos. Esta fuente recursos es fundamental en El Salvador, donde equivale al 21,4% del PIB; en Honduras, 20,0%; en Guatemala, 12,0%; en Nicaragua, 11,3%; y en Belice, 5,0%.

Por otro lado, países como Ecuador han visto sus peores días durante la pandemia; y aunque otros como Costa Rica y Chile están innovando y respondiendo de manera eficaz en varios ordenes, está crisis impacta y amenaza con colapsar las redes de salud en otros países del hemisferio. Por ejemplo, en Venezuela, la pandemia concurre peligrosamente con la crisis humanitaria preexistente y el colapso económico, y al amparo de la emergencia el régimen opresivo de Nicolás Maduro ha podido extremar su control social en medio del conflicto político que asfixia al país. Si la crisis de la pandemia se profundiza en Venezuela y en los países vecinos, como Colombia (lugar donde millones de migrantes venezolanos han buscado refugio en los últimos años), solo cabe imaginar una confluencia de problemas sociales que requerirán una acción multilateral.

A esto debe agregarse la posibilidad ya visible en el horizonte de una recesión económica mundial. Sin duda, las economías impulsadas por las exportaciones de materias primas de América Latina se verán gravemente afectadas. Para dar una idea de cómo se avizora la afectación de la economía de América Latina, efecto de la pandemia, las estimaciones del Centro para la Democracia y el Desarrollo en las Américas apuntan a que el PIB disminuirá de la siguiente manera: Argentina -5,4%, Brasil -3,2 Chile -2,9, México -6,2, Venezuela -18,1, Colombia -2,0 y Perú -3,7. En el triángulo norte de Centroamérica también se presume una disminución en la actividad económica: El Salvador -2,6%, Guatemala -0,7%, Honduras -1,5%. Los números son similares en toda la región, lo que perfila con nitidez la dimensión de la crisis y el llamado al liderazgo de Estados Unidos y Europa (también exigidos por su propia crisis) a través de instituciones multilaterales y la cooperación internacional. En ese sentido, es inexplicable que la administración Trump haya suspendido los compromisos de Estados Unidos con la Organización Mundial de la Salud, y congelado los recursos asignados a la Organización Panamericana de la Salud, que comprometen la disponibilidad de millones de muy necesarios dólares, incluidos 110 millones de dólares previstos para la ayuda humanitaria a la crisis migratoria migratoria venezolana en América Latina.

Una crisis como la de covid-19 exige la habilidad de un estadista y un liderazgo sólido en los Estados Unidos. El incumplimiento del compromiso para intensificar la cooperación en el hemisferio occidental, en estos tiempos por parte de Estados Unidos, salvo que Europa pueda responder al llamado, abre la puerta a una mayor influencia de China y Rusia en las Américas, algo de lo que pronto se arrepentirá la sociedad estadounidense. Y más allá de la cooperación internacional, el momento exige de lo mejor de nuestro liderazgo en todos los campos en Latinoamérica. El llamado es a asumir un liderazgo colaborativo, que apoyado en la ciencia y los expertos en todo el hemisferio, impida que la pandemia y la recesión dejen consecuencias difíciles de revertir o que determinen otra década perdida en la región.


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