El pasado martes El Nacional dio a conocer los numeritos de la Cepal (“La Cepal elevó su proyección de crecimiento para Latinoamérica a 5,2% en 2021, pero Venezuela decrecerá”, 31 de agosto de 2021). Una nota al pie del informe, en su página 4, dice que la publicación debe citarse como: Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Estudio Económico de América Latina y el Caribe, 2021 (LC/PUB.2021/10-P), Santiago, 2021. Desde este título se concluye que las cifras solo constituyen un marco y que lo verdaderamente importante es el estudio.

Los números para Venezuela no lucen alentadores. Por ejemplo y desde la perspectiva del índice de riesgo soberano medido por el índice de bonos de mercados emergentes de J.P. Morgan (EMBI) –un índice del cual está pendiente cualquier inversionista– coloca a Venezuela con el riesgo soberano más alto del mundo para junio de 2021 con 31.091 puntos básicos (treinta y un mil noventa y un puntos básicos, para que no quepan dudas) equivalente a 241 veces el uruguayo que es reportado más bajo de la región, conformada por 33 países.

En lo que respecta a la tasa de crecimiento económico (PIB) proyectada para el cierre de 2021, Venezuela se proyecta con una contracción de 4,0% que contrasta enormemente con Guyana, el país con mayor crecimiento esperado de la región con +16%.

Finalmente y desde la perspectiva de la inflación puntual anual al cierre de 2021, la tasa reportada por la Cepal para nuestra destruida Venezuela es de 2.719,5% (dos mil setecientos diez y nueve, para que no quepan dudas). Las cifras reportadas por la Cepal, particularmente las de inflación, se pueden contrastar con, por ejemplo, las de la canasta alimentaria básica que reporta el Cendas-FVM mes a mes. Por ejemplo, las de junio de 2021 indican una inflación puntual anual de 1.550,63% (otra vez, un mil quinientos cincuenta con por ciento, para no dejar dudas en el aire).

Por cierto que corridos ocho meses del 2021, los números de la Cepal contrastan abierta y decididamente de forma diferente con aquellos que conocimos a principios de enero de 2021 en el reporte ultra-sobre-optimista del Credit Suisse titulado «Venezuela: Parallel runways». Dicho informe estableció, en aquella oportunidad, un pronóstico de crecimiento del PIB de +3,0% para 2021 y una inflación puntual anual de 590% (quinientos noventa por ciento).

La publicación de la Cepal, de 279 páginas, luego de abrir con el consabido «Panorama Regional», sigue con el estudio propiamente dicho que se aborda en la página 139 del informe.

La tesis del informe es que en un escenario como el que se describe en la primera parte del trabajo, el crecimiento previsto del número de ocupados será demasiado débil para ofrecer suficientes oportunidades a quienes perdieron su empleo o abandonaron la fuerza laboral durante la pandemia, así como a los segmentos más jóvenes, que se incorporarán al mercado laboral y que han sufrido importantes interrupciones en sus trayectorias de estudio y formación.

En consecuencia, prosigue el estudio, muchos trabajadores inactivos (o nuevos entrantes) se incorporarán a la fuerza laboral, pero no podrán encontrar empleo. Esto dará lugar a un aumento sostenido de la tasa de desocupación más allá del incremento que se estima en 2021, con lo cual esta llegaría a 11,0%. Los grupos más afectados por esta situación serían las mujeres, los jóvenes y las personas con menor nivel educativo. La principal razón serían los cambios en la demanda de trabajo, puesto que empezarían a exigirse habilidades distintas y más relacionadas con la tecnología.

De este tema hablé aquí mismo en El Nacional el pasado 16 de julio  con mi artículo titulado «Adiestramiento en pandemia«. De los cuatro aspectos allí tocados traigo los dos primeros, nuevamente, a colación.

El primero es que tenemos que recordar que la pandemia de COVID-19 cambió, permanentemente y como mínimo, tres cosas: las condiciones del sitio de trabajo, las necesidades asociadas al conjunto de habilidades requeridas por las empresas en sus trabajadores y la forma cómo los líderes corporativos pueden prepararse para abordar el futuro pos pandémico.

El segundo aspecto es el colapso de los servicios públicos en todo orden en Venezuela, particularmente la electricidad y el combustible, elementos que suman al primer aspecto mencionado.

 


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