A despecho de lo que algunos creen, particularmente sectores de las menguadas huestes chavistas, las sucesivas maniobras conjuntas de militares, milicias y colectivos, en esta ocasión intituladas Escudo Bolivariano, no van dirigidas a desestimular intervención militar alguna dirigida por imperialismo yanqui en complicidad con sus lacayos endógenos y extranjeros.

El régimen es consciente de que es poco probable la ocurrencia de una intervención extranjera para derrocarlo. No lo es porque, por ahora, los Estados democráticos no la creen necesaria ni viable por diversas razones. En particular, en Estados Unidos no existe el consenso político ni ciudadano para una empresa de tal envergadura. Y el señor Trump no parece dispuesto a asumir el riesgo implícito a  menos de nueve meses de los comicios presidenciales.

Las maniobras forman parte de un operativo de guerra psicológica destinada a amedrentar al movimiento democrático y a la ciudadanía mayoritariamente partidaria del cambio político.

No es, como todo lo que tiene que ver con el inmenso aparato de seguridad y represión construido por el chavismo, para defender la soberanía nacional –bastante menguada por la injerencia buscada y estimulada por el oficialismo de Cuba, Rusia y otros Estados, así como de organizaciones paraestatales armadas en los asuntos nacionales -o la seguridad ciudadana-, sino para salvaguardar al régimen y a la nomenclatura. Lo que tenemos hoy es una inmensa e internacionalizada guardia pretoriana de la dictadura.

Por si fuera poco, Maduro, el lunes de la semana en curso, a propósito de exponer públicamente su evaluación de las maniobras. anunció que de ahora en adelante tales operativos se harán sin previo aviso a la ciudadanía. En tal comparecencia se le pudo ver trajeado (¿indebidamente?) en uniforme militar, con lo cual ratifica que su parecido con Sadam Hussein (brutal ejecutante de la intimidación y la represión contra su pueblo) no es solo físico.

El chavismo ha logrado mantenerse en el poder por la vía de perfeccionar el control social – en especial el de los sectores populares, antaño afecto a su proyecto- cuyo menú de opciones incluye: la amenaza, el amedrentamiento, la represión, el soborno social, el estímulo a la diáspora……

El uso intensivo de esos mecanismos de control social propio de dictaduras con vocación totalitaria, más carencias y errores de las fuerzas democráticas, así como la insuficiencia de las presiones internacionales, explica por qué el proceso de cambio luce bloqueado y el régimen disfruta de una suerte de estabilidad inestable.

El chavismo necesita de una sociedad amedrentada y solo ocupada de sus problemas cotidianos para poder perpetrar la nueva estafa que prepara contra la Constitución y el derecho de los ciudadanos de elegir con la libertad y garantías del caso sus gobernantes y representantes. La estafa de marras es la convocatoria adelantada de comicios parlamentarios al margen de la legalidad vigente; se dispone con el concurso de falsos demócratas a reeditar el fraude del 20 de mayo de 2018.

Por cierto, no creo suficiente para enfrentar con éxito el fraude en ciernes anunciar que no se va a convalidar. Es el momento preciso para que la comunidad internacional democrática escale en magnitud y profundidad su presión para evitar el fraude. Aquí hay que luchar por lograr las condiciones mínimas que permitan reconquistar la confianza ciudadana en el voto como instrumento de asignación de poder y representación y forzar la resolución democrática de la crisis.


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