Por allá en Sharm el-Sheikh, Egipto, varios delegados y periodistas que atendían la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático(COP27) corrieron la voz de que Nicolás Maduro andaba como loco buscando con quien tropezarse y cruzar palabras. La verdad, a Maduro se le vio más que íngrimo y solo, sin saber para dónde voltear, en el momento de la foto oficial de los jefes de Estado y de Gobierno. Entonces, traductora prácticamente amarrada a un costado, se propuso Nicolás cumplir con la tarea ya asignada desde Caracas.

Pero, siendo justos, más allá de la abrupta interrupción que hizo a la tertulia que tenía el exsecretario de Estado John Kerry, con un grupo de delegados, debemos decir que Nicolás se topó “por casualidad” con Emmanuel Macron en uno de los pasillos del centro de convenciones. Ya sabemos toda la calentera que causó a muchos ese apretón de manos sostenido y, sobre todo, la expresión sumisa y sonriente del presidente de Francia, que parecía un enano frente a la humanidad dicharachera y socarrona de su homólogo suramericano.

Con todo y las críticas que este tropezón le generaría, Macron logró lo que se había propuesto rumbo a Egipto: asegurar la presencia del grupo negociador del régimen venezolano en el Foro de París por la Paz, evento promovido por Francia desde 2018, y en cuyo marco se buscaba reunirlo con la contraparte opositora venezolana. Maduro, ya sabiendo de antemano el resultado de la ingenua gestión de Macron, le dijo a este último: ¡tranquilo que no voy yo, pero te mando a Jorge Rodríguez, persona de mi más alta confianza!

París bien vale una misa

Et ainsi, el viernes 11 de noviembre, todos se juntaron en Le Palais de L´ Élysée: Jorge Rodríguez y Gerardo Blyde, acompañados de unos muy risueños Alberto Fernández (Argentina), Gustavo Petro (Colombia), la ministra de Exteriores de Noruega, Anniken Huitfeldt, y, por supuesto, el anfitrión francés, Emmanuel Macron.

La idea fundamental de la encerrona no era otra que servir de plataforma para el relanzamiento del proceso de negociaciones de México. ¡Menudo propósito!

Pero si de algo sirvió esta ingenua iniciativa de buena voluntad del presidente Macron y sus otros colegas fue constatar de primera mano la poca disposición del régimen madurista de adentrarse en un verdadero y serio proceso de negociaciones, a pesar de la aparente amable risita y falsas insinuaciones de Jorge Rodríguez durante el pequeño cónclave.

Nada por escrito ni nada alentador dijeron los representantes de las partes en conflicto. Tan solo una amable y diplomática declaración de una cuartilla, avalada por los presidentes de Francia, Argentina y Colombia, se hizo pública, con el deseo expreso de que algún avance pudiera producirse en un futuro inmediato. Y lo más significativo: ninguna fecha fue siquiera asomada para la continuación de las conversaciones en México.

Ciertos elementos de la declaración del Elíseo nos dan pistas acerca del complejo camino por andar, muy a pesar de las tantas voces entusiastas. En ella, por ejemplo, los tres jefes de Estado animan a los negociadores a poner sus mayores esfuerzos a fin de alcanzar acuerdos en los ámbitos “humanitario y político”.

El señor Jorge Rodríguez no dijo nada importante en París, pero horas después atajó el tema de los posibles acuerdos, señalando que actualmente se han venido ultimando con la parte opositora los detalles de una especie de preacuerdo social (humanitario) que pronto saldría a la luz pública.

Con estos comentarios el negociador de Maduro le salía al paso a otro elemento de la declaración de París en la que Macron, Fernández y Petro dejan sentado que la “iniciativa tiene por objeto animar a los actores políticos venezolanos a acordar una salida a la crisis, con miras a unas elecciones presidenciales libres, democráticas y con observación electoral internacional en 2004, en Venezuela”.

Para que las cosas quedaran bien claras, más allá fue Jorge Rodríguez al decir que cualquier negociación tenía que pasar forzosamente por el levantamiento de las sanciones. Y es por ello la conveniente referencia que hizo al preacuerdo social. En otras palabras, el régimen madurista estaría dispuesto solo a negociar un acuerdo de corte humanitario para aliviar el drama social de los venezolanos, teniendo como garantía un levantamiento de las sanciones, de manera de utilizar los recursos que nuevamente ingresen, a su “sana y sabia discreción”. Y únicamente después se vería si acceden a una negociación del acuerdo político-electoral.

El gobierno de Estados Unidos, que de un tiempo para acá se declaró fanático de las negociaciones entre las partes como vía de solución a la crisis, ha sostenido, sin embargo, un orden de los factores muy diferente. La administración Biden ha requerido del régimen que dé muestras de voluntad política, sentándose a negociar prioritariamente un acuerdo que propicie las condiciones necesarias para unas elecciones presidenciales libres y transparentes, como precondición al levantamiento de las sanciones. Por supuesto, que esto no va a ocurrir, y es lo que precisamente mantiene el juego trancado.

Este nudo gordiano explicaría el porqué de algunas sugerencias lógicamente reprochables como las del presidente Gustavo Petro, quien ha sugerido que se aplique una amnistía general con especial referencia a la liberación de presos políticos, y garantías de participación en los eventos electorales, así como para los que no resulten vencedores. Otra recomendación para muchos absurda le hizo a Estados Unidos para que levante los carteles de búsqueda y recompensa de Maduro y otros de sus secuaces, precisando que nadie puede sentarse a negociar con tales amenazas. Un poco al estilo de lo que planteó Jorge Rodríguez.

El señor Petro habla, por supuesto, con conocimiento de causa, por haber sido él mismo parte de un proceso de amnistía en Colombia, en los tiempos aquellos del M-19. Lo que tal vez no toma en cuenta el presidente colombiano es que las violaciones de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad no prescriben, y que ese tipo de planteamiento estaría fuera de orden dada la horrorosa experiencia venezolana.

Este miércoles 16 de noviembre, otra voz se sumó al espíritu de París. Esta vez fue Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, quien aseveró que los contactos de alto nivel auspiciados por Emmanuel Macron el pasado viernes, en el marco del Foro por la Paz, fueron oportunas y necesarias, y que ahora es el momento propicio para un acuerdo.

Por lo pronto, el régimen de Maduro no tiene apuro alguno. Y no lo tiene por la simple razón de que no existe presión de alcance suficiente que lo obligue a sentarse y negociar seriamente con su odiada contraparte. Su objetivo imperecedero es mantenerse en el poder a toda costa; y mientras la oposición permanezca dividida y confundida, sin ninguna agenda de peso político más allá de unas primarias que podrían estar en jaque, el gobierno seguirá actuando a sus anchas, sin nada que le impida, incluso, adelantar las elecciones presidenciales.

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