La tiranía castrocomunista vive su peor crisis. Si no es la hambruna cubana es la gente a pie en Venezuela reclamando gasolina en las estaciones suplidoras o bien, los graves señalamientos de violaciones de los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad de las cortes penales mundiales a Nicaragua. El tiempo se les agota y mientras no agilicen el diálogo con las oposiciones políticas, la comunidad internacional y Occidente, las consecuencias finales serán peores para los tiranos, castas y allegados que las conforman.

No solo estas causas les son adversas al fracasado socialismo del siglo XXI y a la izquierda internacional, hay muchas más. Desde la cuestionada economía planificada marxista al capitalismo sucio e híbrido con decorados populistas, hasta el retorno sólido de democracias en plenas libertades como en Holanda, Argentina o Taiwán y hasta en Estados Unidos, en donde se avecina un retorno republicano -ya la Suprema Corte aprobó por unanimidad que el candidato Donald Trump no sea removido de la boleta en ningún Estado-, lo que terminará cerrando puertas a estos regímenes tropicales.

Es cierto que muchos rechazan el diálogo como opción para salir de estas tiranías, pero ¿cuál sería entonces la solución para que la libertad y la democracia vuelva a anidar en esos quebrantados pueblos? una lucha armada, no por inviable; rebeliones internas, tampoco, ya las han habido y sus protestantes y dirigentes han pagado con cárcel, destierro y hasta la muerte sus impulsos por deshacerse de dichos gobiernos; invasión de drones, como en las fantasías cinematográficas, imposible.

La única salida es la gestación de nuevos  liderazgos y oposición política interna de cada país, aliada sólida y estratégicamente con las diásporas más el reforzamiento solidario de la comunidad internacional, lo que ya ha funcionado en Nicaragua con la liberación de presos políticos, de obispos y sacerdotes quienes ahora viven otro cadalso desde sus destierros, pero al menos sin estar tras las rejas.

La proliferación de organismos de sociedad civil, los que han pretendido arrobarse el derecho de la gestión política, intransferible por naturaleza emocional y creativa, ha obstaculizado en parte la misión activa partidaria contra estas tiranías; sin embargo, al quedar evidenciado el fracaso de estas, están surgiendo ya nuevas emancipaciones políticas dentro de los países afectados, como también desde el exilio partidos que trazan agendas vinculadas al trabajo meramente politico partidario.

Por ejemplo, comentaba el venezolano Edgard Simón Rodríguez, abogado y político opositor a Maduro, que el voto de la diáspora que le concedió a la líder María Corina Machado, fue decisivo en su triunfo arrollador en las primarias que ella ganó.

Esta es la primera existencia real de que a través del voto que se obtenga mediante fuerzas electorales alternas, como en este caso el partido Vente Venezuela que preside la candidata María Corina, es posible construir alternativas viables para que, tras el diálogo como mecanismo proclive para realizar comicios libres con observación mundial, se logre el cambio.

Este vendrá pues la cuenta regresiva del comunismo internacional y del castrocomunismo chapucero e insanamente prefabricado está en camino.

Ideológicamente ya no es capaz de sostenerse, ni Carlos Marx inspira ya efluvios de emprendimiento personal, pues hasta desventurados analfabetas ven en sus teléfonos celulares desastrosos datos biográficos y domésticos suyos, ni la discursiva leyenda del «bloqueo económico del imperio norteamericano», convence a las multitudes de la actualidad sobre las fallidas economías marxistas y de izquierdas. Menos a las de los gobernados bajo el sistema, cuyas tristes vidas han padecido en carne propia tanto descomunal atropello a la dignidad humana. Tanto dolor, procedente de sus desmesurados resentimientos sociales y lucha de clases.

Por si esto no fuese poco, también se desbarrancan las mitologías locales engrandecidas por los teóricos de la propaganda subversiva.

El Che ya no es el figurín de los adolescentes; mientras en Cuba crece la frente amplia de un José Martí, ya Fidel Castro va dejando de ser la calcomanía preferida de las otrora multitudes de antaño y en Nicaragua, mientras Rubén Darío inspira nuevas luchas líricas por la democracia, la figura del guerrillero Sandino pasa a ser altamente cuestionada por sus principios bélicos, su soberbio espíritu separatista, su desatinado afán cósmico y su cuatrerismo y auténtico bandolerismo.

Estas memorables circunstancias, más el desplome económico en cada una de estas naciones castrocomunistas (por muchos maquillajes urbanos las arcas de sus naciones y el endeudamiento público es asombrosamente escandaloso), los tiranos y sus castas deben propiciar salidas emergentes y necesarias ante los reclamos de sus pueblos y la presión internacional. Ya la propia ONU está empezando a recapacitar, igualmente la Unión Europea, por lo que negarse a ver en un diálogo una salida lo mas decorosa para ellas, es lo menos que podrían dejar de tomar en cuenta, mientras preparan sus maletas y les alcanza el peso de  la ley y la justicia.

Fidel Castro decía en sus calóricas y kilométricas arengas que «las revoluciones nadie las provoca», que estallan solas. La libertad también. Se le olvidó decir, nosotros se lo recordamos a todos ellos.


El autor es poeta y periodista nicaragüense exiliado en Estados Unidos. Columnista internacional.


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