Don’t you know that it’s worth every treasure on earth

To be young at heart.

For as rich as you are, it’s much better by far

To be young at heart

Johnny Richards / Carolyn Leigh

 Nací en un campo petrolero norteamericano en Venezuela y partí a vivir a Estados Unidos de América a muy temprana edad, cuando el concepto de integración racial, ni de cualquier otra forma, existía como lo conocemos hoy. Crecí en un ambiente muy anglosajón.

No solo por aquellos primeros años de vida, sino luego, por vivir en un país que se regía en lo político y económico por conceptos de democracia y desarrollo ajenos a nuestra idiosincrasia e impuestos por nuestros amigos del norte.

Por eso, cuando tuve el placer de visitar a mis amigos Ariel y Claudia recientemente en Miami y me invitaron a ver una película de Campanella, en el contexto del Festival de Cine Iberoamericano, quedé algo sorprendido.

El único Campanella del que había escuchado en mi vida era el famoso beisbolista Roy Campanella. Fue de los primeros en romper con la barrera racial en las Grandes Ligas, donde destacó en las décadas de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado. Así que, ¿quién era este Campanella del que nunca había escuchado? Juan José Campanella (1959) es un director, guionista y productor de cine y televisión argentino.

Una de las obras que dirigió, El secreto de sus ojos, ganó el premio Oscar a Mejor película de habla no inglesa en 2010. Sí, ¡ganador de un Oscar en 2010!, en una categoría tan importante y yo, latinoamericano, contemporáneo de Juan José, no tenía idea de su existencia. Imperdonable.

La película que vimos fue su última producción, de 2019, en un mal momento para todos, la pandemia. El cuento de las comadrejas trata de una bella estrella de la época dorada del cine, ya mayor y muy nostálgica de aquellos tiempos, de un actor en el ocaso de su vida, de un escritor cinematográfico frustrado y de un veterano director.

En fin, todos viejos. Viven juntos en una inmensa casona de la campiña argentina, cuando ven interrumpida su rutina de décadas por la llegada de una joven pareja que amenaza acabar con todo aquello.

El sarcasmo mezclado con humor negro cubre cada uno de los diálogos, con una bella música de fondo, que incluye el tema Young at Heart versionado por Perry Como. La milenaria confrontación entre lo viejo y lo joven, la astucia y la experiencia de la edad versus la inexperiencia y la ambición desmedida del imberbe. Una película fabulosa.

Después de aquella función tuvimos la distinción, mis anfitriones y yo, de ir, de la mano de Patricia y Miguel (venidos de Atlanta para la ocasión), a una cena en honor de Juan José. No solo por su película, sobre todo, por su magnífica trayectoria. Toda una carrera cinematográfica repleta de éxitos que, como los protagonistas de su última faena, pareciera que, aun con un Oscar a cuestas, tiene todavía mucho por hacer y demostrar.

Tuve la oportunidad de cruzar algunas palabras con él, me encontré con un argentino exitoso, consciente de sus logros, pero muy sencillo.

Que Latinoamérica no se haya integrado 200 años después de nuestra independencia de España es, más que imperdonable, triste. Que nuestros líderes, populistas casi todos, no hagan más que demostrarse entre ellos una camaradería y apoyo incondicional a sus ambiciones personales, dejando a sus pueblos por fuera, es inaceptable.

Que desconozcamos talentos regionales tan reconocidos fuera de nuestro continente, como en el caso de Juan José Campanella o del poeta venezolano Rafael Cadenas, merecedor del Premio Cervantes en 2022, raya en el absurdo.

Juan José ha vivido en Estados Unidos muchos años y es donde supe de él. ¿Estamos los latinoamericanos destinados a que ese país sea nuestro punto de encuentro (o desencuentro)? Ciertamente, no lo ha sido España. ¿O es que acaso, crecidos ya como naciones, desde Monroe hasta nuestros días, bajo la sombra del Tío Sam, debamos renombrar a nuestra madre patria?

Para mí terminó siendo un día fabuloso. Mi puesto en la mesa estaba reservado con una pequeña etiqueta que decía “amigo de Patricia”. Así que me fui satisfecho y orgulloso, no solo por haber tenido el honor de conocer a Juan José sino, ahora también, por ser amigo de Patricia.

 


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