Permítaseme comentar un cuento familiar que tiene relación con el tema que se va a tratar en este artículo.

Mi tío-abuelo materno Enrique Dickmann, primero de la familia en llegar a Argentina desde Rusia,  llegó a ser un importante líder político, cofundador y directivo  por medio siglo del Partido Socialista  (similar a nuestra Acción Democrática). Al final de su carrera, con casi ochenta años, animado  seguramente del mejor deseo, le pidió a Perón –sin previa consulta con su organización– que liberara a los prisioneros políticos. El dictador lo complació, los presos se fueron a sus casas sin ninguna excepción y de inmediato se desató la guerra interna en el partido entre quienes pensaban que había gato encerrado y quienes no.

El resultado fue una división en el Partido Socialista (cuya organización y caudal electoral era entonces muy importante),  se creó el Partido Socialista Revolución Nacional que se entendió con Perón y en menos de un año ambas ramas pasaron a ser insignificantes y minoritarias. Perón cayó ese mismo año 1955, pero fue por rebelión militar. Nuestra propia familia también se debatió en rivalidades que nunca se superaron.

Tal vez esta historia pueda ser aplicable o al menos servir como orientación ante la situación que hoy se vive en la oposición venezolana, la cual calificamos de caótica y generadora de enfrentamientos y grietas entre nosotros mismos que llevamos  más de dos décadas padeciendo  la  destrucción de la patria.

No se trata aquí de tomar partido entre quienes quieren concurrir a la farsa del 6D y quienes casi seguramente vamos a abstenernos. Cada vertiente puede alegar razones y en cada una milita gente bien intencionada, además de aquellos otros que manejan agendas personales a las que pueden tener derecho pero que en este momento no contribuyen al objetivo común fundamental: liberarnos de la dictadura.

Quien esto escribe participó activamente en las campañas presidenciales de Capriles en los años 2012 y 2013, en las que tuvimos oportunidad de formarnos  una excelente opinión del candidato que venía de sufrir prisión y toda clase de ataques. Hemos presenciado que aquel liderazgo ha venido debilitándose  bastante y hoy recibimos la desagradable sorpresa de que el hombre no acatará la decisión abstencionista anunciada hace pocos días por veintisiete partidos y organizaciones, entre ellas la suya propia: Primero Justicia. Pena nos causa que un referente de la causa de la democracia haya decidido ir por la libre en lugar de hacer la concesión necesaria para mantener unida la causa de la unidad.

También tenemos aún muy presente ese mismo debate de participar o abstenerse que se presentó en las elecciones de diciembre de 2005 cuando la abstención llegó a 75%, dando como resultado un quinquenio de Asamblea Nacional dominada por 148 parlamentarios del oficialismo (Movimiento V República y aliados) versus apenas 19 opositores. Aquel triunfo del abstencionismo muy pronto fue transformado en la horrible realidad de un Parlamento  monocolor que aprobó todo lo que a Chávez le dio la gana sin recato ni vergüenza alguna. La experiencia no debe ser descartada. Cierto es que en aquella época el chavismo estaba en su cenit y hoy el castro-madurismo está en el foso.

Nuestra presunción de agendas personales “non sanctas” se acrecienta al enterarnos de que ha sido el canciller de Turquía quien ha intervenido en la movida, cuando su gobierno dista diametralmente de la posibilidad de ejercer mediación alguna en la política  venezolana al ser –como es– “uña y sucio” con la usurpación que  nos aplasta. ¡Ratón cuidando queso!

Tenemos plena conciencia de que una columna de opinión, especialmente consistente y definida desde hace varias décadas, debe cumplir la función de orientación entre sus lectores. En esta ocasión no nos cabe sino confesar que a estas alturas nos desalienta la confusión porque sabemos que no es positiva para la causa de la democracia ni para la resolución de los punzantes problemas que asolan a nuestra Venezuela. Así las cosas, solo podemos expresar un deseo y ese es el de que se encuentre algún camino común, aun sabiendo que para ello será necesario tragar grueso y realizar concesiones tan ingratas como necesarias.

El gobierno de Israel acaba de renunciar a la anexión de Cisjordania como precio altísimo para establecer relaciones diplomáticas con Emiratos Árabes Unidos (EAU) de donde puede resultar una cascada de reconciliaciones que bien pudieran cambiar la correlación de fuerzas en el Medio Oriente. ¿Será que Capriles y María Corina o hasta el mismo Guaidó o el G4  no puedan llegar a algún arreglo cuyo beneficiario sea Venezuela? Cualquiera sea la respuesta, ella debe ser ahora y definitiva.

 


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