Por Jorge Makriniotis

Con el surgimiento de varias oposiciones se crea un movimiento para establecer de manera contundente un sistema democrático. Iniciativas que nacen del fracaso de la tarjeta de candidatura única que llegó para separar, aún más, a quienes están en contra del régimen. En respuesta a esa atomización han surgido los independientes, caras nuevas, que se quedaron en Venezuela apostando a un país en donde todos caben.

La necesidad de un Pacto de Puntofijo está más vigente que nunca. Hoy, para que dejemos a un lado el lastre político y apuntar a la construcción de un nuevo país, es necesaria una alianza entre todos los partidos, la sociedad civil y movimientos independientes; esta es la fórmula “mágica” para lograr un pacto, en el que los únicos beneficiados son el país y sus ciudadanos. Este gran acuerdo debe dar cabida a las organizaciones políticas y candidatos de corriente chavista, pues son una de las oposiciones que existen, es por ello que se deben respetar y escuchar.

El resultado de este pacto de caballeros es un gobierno de coalición, en el que se cumplan los acuerdos establecidos en pro de generar un camino hacia una verdadera democracia. Este consenso es el primer paso para llegar al evento electoral de noviembre, a través del cual se traza una ruta hacia un posible referéndum o elecciones presidenciales en 2024.

No tengo dudas de que las condiciones solicitadas, en público y en privado, por algunos personeros de las oposiciones no se aceptarán, lo cual abrirá la puerta para salir de la ruta democrática y desmarcarse de quienes sí quieren elecciones. Es evidente que las negociaciones, que existen desde siempre, no han logrado destrabar el ansiado voto; como prueba tenemos el incremento en la cantidad presos políticos, de políticos asilados y el auge de la censura comunicacional. En pocas palabras, no se logró coincidir en la compra de vacunas, pero sí se alcanzó un entendimiento, pero ¿entre quiénes?, ¿a cambio de qué? y ¿en nombre de quién?

Dentro de cada uno de los bandos, sí, bandos –y es que esto parece más una guerra que una estrategia política– hay quienes sí quieren participar en elecciones y otros que no. El gobierno, en su esquina, se encuentra en una pelea titánica por ver quién coloca más candidatos y quién define las negociaciones internacionales. Las oposiciones tienen la estrategia de sumar o eliminar fichas, con previo acuerdo gubernamental, para hacerle el juego el 21N. En más de 20 años es la primera vez que vemos tan obvio divisiones internas, mientras uno ofrece algo, el otro va y lo destruye, con eso se pierde aún más la credibilidad…

Teniendo en cuenta el desgaste emocional del venezolano, harto de la política y con el mínimo para tan solo sobrevivir, y entendiendo que la única ruta real que se puede considerar siempre es y será el VOTO; por qué no buscar la reconquista de los electores, dejando de lado 20 años de fracaso, en los cuales el ciudadano siempre ha sido el afectado. Este sería el resultado de entender que para la vieja guardia el ser político, o activista político, es un negocio lucrativo desde el chavismo o de alguna oposición. Muestra de ello son las obras inconclusas, la ciudad de acero; el tercer puente sobre el Orinoco; el segundo puente sobre el lago de Maracaibo, el ferrocarril y el saneamiento del río Guaire, entre otras estafas millonarias. Pero ojo, no solo el gobierno tiene que rendir cuentas; hay muchas deudas morales y económicas que también la otra esquina debe aclarar.

Los “proyectos” solo tienen validez cuando generan resultados para las personas beneficiadas; ¡es hora de exigir resultados concretos! El problema no es de fondo, lo he dicho ya muchas veces, es de forma; diálogo, negociación y elecciones ES la única manera de generar cambios. Cuando algo no avanza o no funciona durante más de 20 años es que los procesos los han llevado las personas menos idóneas; es por ello que es necesario cambiar la forma y los actores.

Por cierto, es importante no dejar la pasar la oportunidad. Desde 1994, cuando ocurrió el Maleconazo, el pueblo cubano no protestaba tan enérgicamente. Desde entonces no se había dado una coyuntura política tan importante que obligara a nuevos liderazgos a surgir.

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